jueves, 30 de julio de 2015

TORTITAS DE BACALAO CON PIPAS



Si hay un pescado que sea el protagonista por excelencia de nuestra gastronomía, ese es el bacalao.
Hay un dicho que reza: "En Cataluña, el bacalao se guisa; en el norte, se salsa; y en el sur, se fríe", haciendo referencia al hecho de que está presente en todas las cocinas regionales de nuestro país. No en vano, es protagonista de platos tan conocidos como el bacalao al pil pil, a la vizcaína, con pisto o chanfaina, al ajoarriero, en potajes de vigilia, etc. También es un pescado muy consumido durante la Cuaresma y que, hoy en día, gracias a las diferentes técnicas de conservación (congelación, salazón, refrigeración...) podemos comprar y consumir todo el año.
El bacalao es un pescado blanco bajo en grasa, rico en grasas saludables, proteínas y vitaminas del grupo B, fósforo y selenio, por lo que se trata de un alimento muy nutritivo.
A pesar de haber nacido y crecido en Cataluña, mi familia es, en su gran mayoría, del sur: Mis yayos maternos son de Tarifa, mis yayos paternos de Algeciras, y algunos más repartidos por la provincia de Cádiz y Málaga.
En mi familia, el dicho con el que he empezado la entrada se aplica totalmente: Mi yaya prepara las mejores pavías y tortitas fritas de bacalao que jamás he probado, y mi madre es experta en preparar bacalao a la romana y albóndigas de bacalao. Por eso, no es de extrañar que el bacalao no falte nunca en sus neveras, a la espera de que el resto tengamos antojo de alguno de sus deliciosos platos.
Hará cosa de una semana, mi madre apareció por casa con, lo que según ella y ante mi refunfuño, era "un trozo normalito" de bacalao en salazón que había comprado a mitad de precio en la pescadería de confianza. Una vez desalado y limpio, el "trocito" en cuestión pesaba nada más y nada menos que 600 gramos, y menos mal que "no te cogí el más grande, porque te conozco...". Madres, cantidades desproporcionadas de comida, tráfico tuppers, recetas escritas a mano... En fin, el típico círculo vicioso alrededor de la comida de toda relación materno-filial, que os voy a contar...
Investigando un poco por Internet y sobretodo por la blogosfera, haciendo un mix de esta y de aquella receta y adaptándome al tiempo y a los ingredientes que tenía a mano, he aquí el resultado. Una receta en homenaje a mi madre, pues casi se puede decir que la masa es idéntica a la de sus albóndigas y, a la vez, en homenaje a mi yaya, pues a pesar de no estar fritas, no dejan de ser unas tortitas: Tortitas de bacalao y pipas. Muy sencillas, ligeras, increíblemente melosas y jugosas (a medida que las iba haciendo tenía la impresión de que quedarían secas) y con mucho mucho sabor a mar, estas tortitas se pueden comer tanto frías como calientes, por lo que resultan ideales para el tupper y, acompañadas de un poco de ensalada, unas patatas al horno o un arroz sencillo con verduras, nos solucionan una comida o una cena ligera.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unas 15 tortitas aprox.):
- 350 gramos de bacalao desalado
- 1 huevo
- 3 cucharadas soperas de pan rallado
- 1 cucharada sopera de leche + un poco más si fuera necesario
- 15-20 gramos de pipas peladas sin sal
- Media cebolla
- Ajo en polvo, cominos, perejil picado y sal, al gusto
- Aceite de oliva, para engrasar la sartén.

- Para acompañar: arroz salteado, patatas rústicas, salsa de cebolla y soja, salsa de tomate casera, ensalada, etc.

- Desalamos el bacalao como lo hagamos normalmente, o lo compramos ya desalado.
- En un bol grande, desmigajamos el bacalao limpio junto a las especias y lo trituramos todo lo que podamos con las manos.
- Añadimos el huevo, el pan, la leche, la cebolla picada menuda y las pipas, y mezclamos todo bien hasta que tome la consistencia adecuada para poder hacer las tortitas (podemos añadir un poco más de leche si la masa queda muy seca). Rectificamos de sal si fuese necesario.
- Tomamos porciones de masa del mismo tamaño y le damos forma, intentando que queden todas más o menos iguales.
- Ponemos una sartén a calentar a fuego medio-alto untada con un poco de aceite y vamos cocinando las tortitas, unos 3-4 minutos por cada lado. Untamos la sartén de aceite cada vez que lo necesitemos.
- Dejamos templar y servimos nuestras tortitas, espolvoreadas con un poco de perejil picado y acompañadas de lo que más nos guste.




Notas:
- El pan rallado se puede substituir por una rebanada gruesa de pan de molde mojada en leche. En este caso, también habrá que suprimir la leche de la receta. También se puede emplear patata machacada, con una unidad mediana (120-140 gramos) tendremos de sobras.
- Es importante hacer las tortitas a fuego medio-alto, pues de este modo quedaran doradas por fuera y jugosas por dentro
- La cantidad de gelatina que contiene el bacalao lo hacen ideal para esta receta, pues quedan unos bocados muy jugosos y melosos. Aun así, también podemos emplear merluza, atún, panga, etc.
- Podemos añadirle cualquier especia y fruto seco que nos guste: curry, hierbas provenzales, romero, piñones, almendra picada... Imaginación al poder.

Espero que os guste tanto como a nosotros.
¡Gracias por seguir ahí!

lunes, 27 de julio de 2015

BOCADITOS INTEGRALES DE CHOCOLATE (PARA HORNO Y MICROONDAS)



Lunes otra vez, día libre, y sola en casa hasta pasadas las 2. Esta semana se me ha ocurrido hacer limpieza de papeleo para entretenerme, porque a pesar de hacer una calor de mil demonios, ha empezado a llover, así que de playa nada, y de sacar de paseo al bichito, menos...
¡Madre mía! Entre nóminas, contratos, recetas, citas médicas y demás, he encontrado apuntes hasta del instituto. Y casi todos de literatura.
Cuando era adolescente, perderme entre las páginas de un buen libro o escribir cualquier gilipollez que se me viniera a la cabeza era para mi una terapia mucho más efectiva que medio año de psicólogos, y doy fe de ello, pues nunca he sido una niña difícil pero si he tenido algún que otro tropiezo...
Quiero compartir con vosotros algo que escribí cuando tenía 16 años y estaba a punto de terminar la ESO. No recuerdo muy bien cómo ni por qué lo hice, pero sinceramente, después de leerlo no me importa demasiado:

"Gracias a la experiencia, he conseguido mirar atrás y recrear mis días pasados; he podido enfrentarme a lo que un día decidí ser, a lo que fui, y a las causas y consecuencias de ello. He sopesado, he madurado, he sabido seguir y he sabido ignorar.. Y ahora se que lamentarse no es sinónimo de mejorar. Como ser humano que soy, yo también necesité equivocarme para rectificar y aprender.
Hoy por hoy, me regalo flores y me canto canciones; gasto más en mí que en nadie, hablo conmigo y me lo cuento todo; me escucho e intento comprenderme para poder aconsejarme después; hablo y escribo sin querer en primera persona; cocino para mí, y me pongo la música que más me gusta e identifica; ordeno mis pensamientos y mis maneras, y cuando las cosas me salen mal, me castigo y me ofendo, e incluso me ignoro durante un buen rato, para que me acabe dando rabia mi indiferencia.
Me acicalo sólo para verme bien; acomodo mi cuarto como a mi me gusta y lo desordeno adrede para recogerlo 'cuando tenga tiempo'. Si, soy mía, sin más.
A veces le temo a la locura, y temo darme cuenta cuando ya sea tarde. Aunque tampoco es muy importante, no mientras me siga llevando tan bien conmigo misma.
Sé que no soy una persona ejemplar, pero también sé que no hay nadie igual que yo en todo el universo, y eso me hace sentir increíblemente bien.
Por suerte, todo es real, así es mi situación. Qué más da, todo lo demás irá llegando a su debido momento. Ahora soy mi amiga y, mientras tanto, me disfruto."

A día de hoy, sigo necesitando mis momentos de soledad, no lo puedo evitar. Me gusta leer sola, desayunar sola y escuchar música sola. Me gusta pasearme sola por casa. Estar sola me da tiempo para pensar y liberar mi mente. Pero cuando veo a mi madre y me da un abrazo, o mi catador llega de trabajar y me roba unos cuantos besos, o alguna amiga me llama para tomar un café y ponernos al día, me doy cuenta que, a pesar de que me gusta estar sola. no quiero sentirme sola. No hay nada más triste que sentir la soledad.
Por supuesto, hoy desayuno sola. Tengo antojo de chocolate, de mucho chocolate, y no me apetece pasarme media mañana en la cocina, hoy toca descansar. Estaría muy bien algo de bizcocho, para mojar en un tazón de leche fresquita, o con un poco de café recién hecho quizás... Pero encender el horno con esta calor sería un suicidio.
Pues nada, toca experimentar... ¡A por el microondas! Por lo menos el resultado ha sido más que decente :)




Ingredientes (para 4 bollos):
- 40 gramos de harina de trigo todo uso
- 15 gramos de salvado de avena
- 15 gramos de cacao en polvo con alto porcentaje de cacao
- 1 huevo M
- 2 cucharadas soperas de leche
- 2 y 1/2 cucharadas soperas de azúcar moreno
- Una cucharadita de café de levadura en polvo
- Un poco de aceite de girasol, opcional.

- Si usamos el horno, lo pre calentamos a 190ºC.
- En un bol, mezclamos la harina con el salvado, el cacao y la levadura.
- En otro bol, batimos muy bien el huevo con el azúcar. Añadimos la leche y el aceite y batimos un poco más, hasta conseguir una mezcla homogénea. 
- Poco a poco vamos añadiendo la mezcla de sólidos a la de líquidos y mezclamos bien, vigilando que no queden grumos (yo lo hice en tres tandas).
- Rellenamos los moldes de silicona con la mezcla resultante e introducimos en el microondas a máxima potencia (750 w en mi caso) durante 2 minutos. Comprobamos y cocinamos 30 segundos más si fuese necesario.
- Si usamos el horno, los horneamos a 190º C durante unos 20 minutos. 
- Apagamos el horno y dejamos los bizcochitos dentro un par de minutos más.
- Dejamos templar un poco, desmoldamos y a desayunar.




Notas:
- Si empleamos el microondas para elaborar estos bocaditos nos ahorraremos mucho tiempo, pero tendremos que comérnoslos casi inmediatamente porque se endurecen rápido.
- Con la cantidad de azúcar que utilicé no queda una masa especialmente dulce, pero así se aprecia mucho más el sabor del cacao. La cantidad de azúcar se podría aumentar sin problema.
- Se le puede añadir plátano, frutos secos picados, pepitas de chocolate, etc.

Espero que os haya gustado.
¡Feliz inicio de semana!

sábado, 25 de julio de 2015

POLOS CREMOSOS DE YOGUR, NECTARINA Y LIMA PARA MI CUARTO #RETOALFABETODULCE



Vuelve a ser 25 y, como cada mes, llega el momento de participar en el #RetoAlfabetoDulce. Me encantaría decir que estos días se me han pasado volando, que he tenido mucho tiempo para cocinar y un montón de ideas para la propuesta de este mes, pero desgraciadamente no ha sido así.
¿Mucho trabajo? ¿Falta de organización? ¿Falta de tiempo? No, nada de eso. Ha sido el calor... CALOR, CALOR y CALOR, demasiado señores, esto no hay quien lo aguante. Ponerte a cocinar y sudar, recoger la casa y sudar, salir a pasear con la fresca y sudar, ducharse y sudar, e intentar dormir por las noches y sudar. Sumándole el bochorno y la humedad que solemos tener por las zonas costeras de Cataluña, ya os podréis imaginar el zombie en el que me estoy convirtiendo. Y, eso si, el día hay que afrontarlo sea como sea, porque al resto del mundo le da igual si has dormido un par de horas o si estás más irritable que nunca, te siguen reclamando aun a riesgo de que te hagan cualquier pregunta y tu les respondas con un mordisco...
Como es comprensible, ganas de cocinar tengo muy pocas, por no decir ningunas, pero las de comer parece que no se me quitan ni a 40 grados a la sombra, ídem a mi catador. Así que últimamente estoy tirando de recetas muy  muy muy sencillas, frescas y ligeras (ensaladas, cremas frías, pasteles salados...) e intento que sean lo más sanas y ricas posible, pues me niego a tirar de precocinados porque, por muy tentador que sea dada la situación, nuestro cuerpo lo nota y mucho.
Este mes le ha tocado escoger ingrediente a una auténtica artista de la repostería creativa, Susana de Dulcemisú, a la que agradezco enormemente haberse decantado por el yogur, pues no se me ocurre algo que de más juego que esto y, aparte, es uno de mis ingredientes estrella del verano, pues lo utilizo en un montón de preparaciones bien fresquitas y dulces.
Como apasionada de los helados que soy, no destierro su consumo únicamente al verano, pero si es verdad que me reservo prepararlos en casa durante los meses de más calor.
Una de mis primeras propuestas de la temporada son estos polos cremosos de nectarina y yogur con un toque muy sutil de lima, tan fáciles de hacer como de comer, con un sabor a fruta muy intenso y una frescura y cremosidad ideales.
He optado por la forma más sencilla de preparar unos polos en casa, es decir, triturando la fruta escogida con el yogur y añadiendo azúcar al gusto. Dependiendo del tipo de yogur que escojamos (normal, griego, desnatado..) tendremos unos polos más o menos cremosos y más o menos ligeros pero, sin duda, resultarán refrescantes de todas las maneras.
Esta vez he optado por la nectarina porque tenía un par de piezas en el frutero que estaban ya muy maduras y corrían el riesgo de acabar en la basura en un par de días, pero se puede usar cualquier otra fruta que os apetezca. Nosotros, en lo que va de verano, hemos probado ya los polos de melocotón, de plátano, de fresa... mmm mejor no sigo, que se me hace la boca agua y todavía me queda un buen rato para llegar a casa.
Os dejo los ingredientes y la preparación.




Ingredientes (para 6 polos, según el molde):
- 2 nectarinas medianas
- 200 gramos de yogur griego natural
- 4 cucharadas soperas de azúcar o miel
- Trozos de fruta natural y ralladura de lima, opcional

- Lavamos y troceamos la nectarina y la añadimos al vaso de la batidora.
- Removemos bien el yogur griego y lo añadimos también al vaso de la batidora.
- Endulzamos al gusto y batimos la mezcla hasta que resulte homogénea.
- Llenamos los moldes con cuidado, sin que rebosen, y los cerramos con el palito o la base que tengan.
- Llevamos al congelador y dejamos 4 horas como mínimo.
- Para desmoldar los polos con facilidad, bastará con introducir el molde unos instantes en agua templada y tirar del palito o base.




Notas:
- Si queremos añadir trozos enteros de la fruta que hemos utilizado, bastara con hacerlo una vez tengamos el batido, mezclándolos bien.
- Si empleáis un yogur azucarado o edulcorado, es muy probable que no sea necesario añadir más azúcar o miel, pero eso va a gustos.
- Para evitar que se formen muchos cristales y endulzar un poco más estos polos, hay quien le añade un chorrito de vino dulce antes de batir.

Hasta aquí mi aportación al reto de este mes, espero que os haya gustado.
¡Estoy expectante por ver el resto de propuestas! :)

martes, 21 de julio de 2015

PUDIN SALADO DE CALABAZA



Lo dije, lo digo y lo seguiré diciendo: Los pasteles salados, en especial los de verdura, son el invento culinario del siglo. Bueno, vale, tanto como eso igual no, pero que son un recurso fantástico en la cocina no cabe la menor duda: Admiten infinidad de ingredientes, son muy fáciles de hacer, se pueden preparar con antelación utilizando solamente el horno y son deliciosos.
Yo empecé hace relativamente poco tiempo a prepararlos con más asiduidad, y después de muchos fallos y también algunos aciertos, ya tengo un par de recetas probadas y aprobadas que no dejo de repetir, porque nos encantan. Hablo, por ejemplo, del pastel de verduras y queso y del pastel de patata y berenjena, siendo este último muy similar a la Musaka griega y nuestro favorito con diferencia.
Lo que más me gusta de este tipo de pasteles es que me permiten dar salida a los restos (o excedentes, que cuando voy a la frutería se me va la pinza) de verduras que tengo rondando por la nevera o el congelador y que no se me ocurre otra manera de darles salida.
Hoy le ha llegado el turno a la calabaza, una hortaliza que por sus propiedades nutricionales resulta muy interesante de incluir en nuestra dieta. Además es muy versátil en la cocina, podemos disfrutar de ella en platos salados y en dulces, en aperitivos, en guarniciones, en salsas, en pasteles, en helados, en cremas, en bizcochos, etc. Hoy en día se puede encontrar en el mercado todo el año, pero la mejor época para consumirla y aprovechar al máximo no sólo sus propiedades nutritivas sino también su sabor, es en otoño, cuando están en temporada.
En casa siempre la hemos comido en crema, sofrita con un poco de ajo como guarnición, y alguna vez con arroz, pero poco más.
Con un excedente de casi medio kilo de calabaza en la nevera y a la búsqueda de una receta que fuera fácil de hacer, fácil de transportar, fresca, sana y rica, este ha sido el resultado.
Un pastel la mar de apañado que nos encantó y que resulta delicioso como guarnición para carnes y/o pescados, o como una preparación más para servir en una comida/cena de picoteo, acompañado de un poco de mayonesa, salsa de yogur o similar.
Con tal de seguir unas pautas y respetar un poco las cantidades por tal de no liarla (tan) parda, hice un poco de búsqueda en Internet y finalmente acabé decantándome por una receta que vi en el blog Cocina Sana y Fácil que, a pesar de haber hecho algunas modificaciones, me ha dado muy buen resultado.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 4 personas):
- 1/2 kilo de calabaza pelada y sin pepitas
- 1 cebolla pequeña
- 2 huevos
- 1 rebanada de pan de molde remojada en leche
- 1 cucharada sopera de aceite
- Sal, ajo en polvo, curry y nuez moscada, al gusto

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 190º.
- Pelamos y trocemos menudo la cebolla y la calabaza.
- Ponemos el aceite en una sartén a fuego medio y sofreímos la cebolla y la calabaza hasta que empiece a estar tierna. Serán unos 12-15 minutos. Retiramos y reservamos.
- En un bol aparte, cascamos los huevos, los batimos y añadimos el sofrito, bien escurrido de aceite.
- Incorporamos también el pan remojado en leche y las especias y la sal al gusto.
- Ahora batimos todo bien hasta que este a nuestro gusto, con más o menos tropezones.
- Engrasamos con mantequilla el molde donde vayamos a hornear el pudín, vertemos la mezcla y horneamos a 190º durante 35-40 minutos, o hasta que esté completamente cuajado.
- Dejamos enfriar, desmoldamos y servimos cortado en porciones.




Notas:
- Si no tenéis pan de molde podéis utilizar pan rallado. Con un par de cucharadas soperas y medio vaso de leche el resultado es muy similar.
- Este pudín se desmolda y corta mejor si lo dejamos enfriar en la nevera de un día para otro. Además, fresquito resulta delicioso.
- Si no podemos o no queremos usar el horno, podemos cuajar el pudín en el microondas. Bastará con ponerlo 10 minutos a máxima potencia.
- Podemos añadirle a la mezcla algún fruto seco que nos guste, queso crema, olivas, tacos de algún embutido... imaginación al poder.

Espero que os guste tanto como a nosotros.
¡Feliz inicio de semana!

sábado, 18 de julio de 2015

RESTAURANTE CHEN JI, EL CHINO DE LOS CHINOS DE BARCELONA

Vuelvo, después de casi dos meses sin hacerlo, a dedicar un post a la recomendación de aquellos restaurantes, tiendas, productos, etc., que me gusta dar a conocer porque, obviamente, me ha gustado probar.
A mi pareja y a mi nos encanta la comida japonesa y en especial la comida china, ambas muy parecidas pero, en algunos aspectos, muy diferentes, sobretodo en cuanto a ingredientes y preparación. Es por eso que, de vez en cuando, nos gusta invertir un poco de tiempo en hacer una búsqueda intensiva, ya sea vía Internet, preguntando a amigos/familiares o incluso pateándonos las calles, a buscar lugares auténticos donde poder comer e incluso comprar y disfrutar de la gastronomía auténtica china.
El restaurante del que voy a hablaros no necesita, a estas alturas, mucha presentación. Lo conocimos por recomendación de un compañero mío de trabajo, un completo apasionado de la cultura oriental que se ha pateado media Asia viajando y, sobretodo, comiendo, y eso nos pareció una buenísima carta de presentación, así que decidimos darle una oportunidad.
Si hacemos un poco de búsqueda por Internet, descubriremos que el Chen Ji se ha convertido en un mito "hipster" y que figura en el top de los restaurantes chinos auténticos de Barcelona.
Se encuentra, como no podía ser de otro modo, en la Calle Ali-Bei, en el corazón del barrio chino.
La fachada es tan vulgar y tan poco atractiva que igual pasas por la puerta y no te das ni cuenta que esta ahí y que es un restaurante, y la decoración interior sigue esta misma línea, muy austera y llana, sin más: Suelos y paredes beige desgastado, mesas y sillas viejas de madera tan juntas que acabas conversando alegremente con el de al lado, y kleenex como servilletas. Si, el detalle de los kleenex como servilletero es algo totalmente épico. Pero es que Chen Ji es un restaurante chino de los de verdad.


El interior del restaurante


En cuanto al servicio, es más que correcto y eficiente. Los camareros hablan un castellano muy limitado y se valen mucho del lenguaje de signos, pero te atienden muy rápido, no se equivocan de mesa a pesar de que casi siempre están todas llenas, y no paran de trabajar ni un momento. Todo depende del ritmo de los comensales que haya, claro está, pero nosotros hemos ido estando el local a reventar y nunca hemos tenido que esperar más de media hora para que nos sentaran y nos tomaran nota.
Un error típico de todos los que acudimos al Chen Ji por primera vez es pedir comida de más. Lo sabemos porque lo hemos leído en varios blogs, páginas de recomendaciones viajeras e incluso en algún foro, pero nos excusamos en el "por si acaso", la liamos y al final terminamos por pedir un tupper y llevarnos la comida a casa. Ais... Bueno, al menos nos queda solucionada la cena de ese día. Si, en Chen Ji puedes comer de sobras con un plato, que con bebida te saldrá alrededor de 5 euros.
Si vais en grupo o en pareja, como es siempre nuestro caso, recomiendo pedir un entrante y un plato principal contundente, todo a compartir, para poder probar más platos y quedar bien satisfechos.
En Chen Ji no hay ni arroz tres delicias, ni rollitos de primavera, ni otras tonterías llenas de falsa orientalitad. Eso si, la carta es muy extensa con platos que están escritos en chino y puede que ni entendamos. Por eso, después de haber ido unas cuantas veces, os recomiendo ir a lo seguro y optar por alguna de sus especialidades más populares.
Para empezar, unos Xiao long bao, las típicas bolas de pan chino rellenas de carne. Sencillas y deliciosas, pero muy muy contundentes, para comer tres o cuatro si se quiere llegar con hambre al plato principal. Su precio es de 3€ y vienen 9, más barato imposible.



Xiao Long Bao



También podemos optar por los Guo Tie, con un relleno de ternera muy suave y, aunque algo más caros que los anteriores (3,50 €), mucho menos pesados.



Guo Tie


Como plato principal, decantarse por fideos o tallarines es una muy buena opción. Nosotros hemos probado los Fideos a la plancha con marisco, con mucho marisco, verdura y salsa, y los tallarines con verduras, hechos a mano muy bastamente y de textura algo gomosa, pero igual o más ricos que los fideos. Ambas opciones rondan los 4 euros el plato que, a ojo, puede pesar medio kilo perfectamente.


Tallarines hechos a mano con verduras


Para variar un poco, si acudís más de una vez, hay opciones para todos los gustos y paladares: Pato Pekín, intestinos de cerdo rebozados o en salsa, medusa, leguas de pato... Todavía somos un poco reacios a estos platos, pero las críticas de quienes los han probado cada vez nos convencen más, a ver si nos animamos.


Intestino de cerdo crujiente


Es curioso entrar al Chen Ji y darse cuenta que la mayoría de comensales son chinos, o al menos lo eran hasta que empezó a ser popular. Vaya, sólo con este detalle os podéis hacer una idea de la calidad de su comida.
En resumen, y a pesar que no es un restaurante donde ir a comer tranquilamente y alargar la sobremesa, merece muchísimo la pena probarlo, sobretodo en las ocasiones que tengamos mucha hambre y nos apetezca comer comida china de la buena.

 Para más información:
Chen Ji en Google+
Restaurante Chen Ji en TripAdvisor
Opinión de Daniel Vázquez Sallés sobre Restaurante Chen Ji en TimeOut Barcelona

¡Feliz fin de semana!

jueves, 16 de julio de 2015

LASAÑA DE POLLO Y CALABACÍN



Menuda cosa me han hecho señores, una faena de las buenas, buenas, buenas, si, si, de esas que te preguntas "¿Por qué a mi?": Me han abierto una frutería ecológica justo al lado de casa, y encima con unos precios de risa... Vale, venga, ya estoy empezando a asumir que mi ruina no tardará en llegar, y que el tendero se acabará haciendo rico (o un poco menos pobre, para no exagerarlo tanto) a costa mía... ¡¡Bendito lugar!! Si ya me es difícil resistirme cuando voy al mercado y me hacen una buena oferta, cuando los precios son siempre igual de buenos que los productos, ya si que me es imposible, ni lo intento... Lo mío no tiene remedio, así que me toca de nuevo aprovechar la variedad y darle vueltas a la cabeza para sacarle partido a todo aquello que compre, un auténtico calvario, ¿Eh? :)
Fui a la frutería el lunes, y a parte de comprar manzanas, tomates y melocotones para un regimiento, aproveché la oferta del día que era el quilo de calabacín a 60 céntimos. Unos calabacines medianos, lisos y brillantes, que han resultado ser deliciosos y no tener apenas pipas. Es increíble poder disfrutar, aunque sea de vez en cuando, del color, aroma y sabor de las frutas y verduras "de verdad", pues no tienen nada que ver con las que compramos en el supermercado, ayudamos a impulsar el producto local y natural y nuestra salud se ve recompensada.
Desde que los guardé en el cajón de las verduras, tuve clarísimo que quería hacer con los calabacines. En casa nos encantan los pasteles hechos a base de verduras y también las tortillas que las incluyan como relleno. Son platos completos, ricos y que muchas veces nos permiten dar salida a los restos de carne, pescado o salsas que tengamos dando vueltas por la nevera.
El calabacín es una verdura rica en potasio, con una alta proporción de agua y de fibra, por lo que resulta muy recomendable para aquellas personas que beban poca agua y/o que tengan problemas de regularidad intestinal (osea ser, yo).
Al sustituir las placas de pasta por láminas de calabacín al horno y la carne picada por pechuga de pollo, esta lasaña resulta muy sana, ligera y, sobretodo, muy muy jugosa. Además, se puede consumir tanto fría como caliente, resultando ideal para el verano, y admite gran variedad de rellenos (vegetales, de carne, de pescado...). Como siempre os digo, para gustos colores y despensas.
Os dejo los ingredientes y la preparación:





Ingredientes (para 2 personas):
- 1 calabacín grande (300 gramos aprox)
- Media cebolla
- 4 cucharadas soperas de tomate natural triturado
- 200 gramos de pechuga de pollo
- 1/2 vaso de vino blanco
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva
- Salsa bechamel
- Queso para gratinar, al gusto
- Sal, ajo en polvo y hierbas provenzales, al gusto

- Empezamos pre calentando el horno  190 º. 
- Lavamos bien el calabacín y lo cortamos a láminas no demasiado finas, las colocamos sobre una bandeja de horno untada con un poco de aceite y las asamos en el horno durante unos 12-15 minutos, dejándolas al dente. Sacamos y reservamos.
- Por otro lado, picamos muy bien la cebolla junto con la pechuga de pollo y lo salteamos en una sartén con el resto del aceite a fuego medio durante 5 minutos. Pasado este tiempo, añadimos el tomate, el vino, la sal y las especias y dejamos reducir, dándole unas vueltas. Apagamos el fuego y reservamos.
- En un cazo procederemos a preparar la bechamel tal y como lo hagamos habitualmente (yo os lo enseñaba aquí).
- Ahora procederemos a montar la lasaña, empezando por una capa de calabacín, luego una de sofrito de pollo, otra de calabacín, y así hasta terminar con una de calabacín y cubriéndola con la bechamel y el queso.
- Para terminar, gratinamos la lasaña en el horno, que habremos puesto en función "gratinador" y a 220 º, durante unos 10 minutos.
- Sacamos, dejamos enfriar un poco, dividimos y servimos en raciones.


 


Notas:
- El uso de la bechamel es totalmente prescindible en este caso. Si preferís una lasaña más ligera, sólo con el gratinado os quedará también un plato delicioso y mucho más ligero.
- También podemos preparar este plato sin hacer uso del horno, haciendo a la plancha las láminas de calabacín y gratinando en el microondas.
-Yo la he preparado en una fuente ovalada especial para hornear, pero si tenéis a mano una fuente redonda desmontable es mucho mejor, a la hora de la presentación queda mucho más vistoso.
- Para gratinar, podéis optar por cualquier tipo de queso, pero os recomiendo alguno de sabor suave para que no le quite protagonismo al calabacín (Mozzarella, Emmental, un poco de Brie...).

Espero que os guste.
¡Gracias por seguir ahí!

lunes, 13 de julio de 2015

GALLETAS DE AVENA Y PLÁTANO, CON SÓLO DOS INGREDIENTES



La avena es un cereal que no falta nunca en mi despensa casi desde siempre, y eso que al principio no me terminaba de hacer mucha gracia... La avena es depurativa, rica en fibra y proteínas, anti cancerígena y una fuente de energía de calidad, pero, a pesar de todas las posibilidades para consumirla que existen, a veces cuesta incluirla en la dieta, sobretodo por su sabor tan neutro y su textura tan seca. Esto fue exactamente lo que me pasó a mi, quizás porque empecé añadiendo algunos copos a la leche, al yogur y poco más y esto, sumado a que era todavía muy niña, hizo que acabara aburriéndome de ella. Fue por la insistencia de mi médico de cabecera y mi nutricionista (no pararon hasta que se salieron con la suya, venga y venga insistir) que volví a rescatar el medio paquete que quedaba en el fondo de la despensa y a recopilar ideas de aquí y de allá para intentar "lavar" la imagen a este pobre cereal de cara a mi (y a mi paladar, claro está), básicamente con la idea de incluirlo de nuevo en mi dieta y poder beneficiarme de su consumo de una manera menos sosa y mucho más rica e igual de sana.
El salvado de avena me es muy útil especialmente a la hora de preparar pizzas y cocas, e incluso para bizcochos, porque su sabor es muy neutro, el resultado es igualmente bueno y no me veo obligada a cocinar la versión integral para mi y la normal para mi "catador", pues a él también le gusta.
Con los copos de avena ya es otra historia: Los añado ya cocidos a las ensaladas, a alguna sopa, quizás en algún zumo o en algún yogur, pero hasta día de hoy, jamás los había empleado como ingrediente principal en una receta, pese a haberme decidido por las archiconocidas galletas de avena. Y ahora que las hemos probado, me arrepiento de no haberlo hecho antes.
Las vi por primera vez en un bloc del que soy fiel seguidora desde mucho antes de tener el mío, Directo al Paladar, de la mano de Esther Clemente, pero a estas alturas ya existen mil y una versiones de estas deliciosas galletas que nos permiten darnos un capricho a cualquier hora del día sin remordimientos y que son ideales tanto para el desayuno, como para el tentempié de media mañana e incluso para la merienda, qué más da, son tan sanas y naturales que siempre sientan bien.
Con las cantidades que os indico se pueden obtener de 10 a 12 galletas, dependiendo del tamaño que elijáis, pero si queréis hacer más, bastará con aumentar las cantidades de cada ingrediente en la proporción adecuada. Yo os lo recomiendo, porque una vez empiezas es imposible comer sólo una. Como me iba diciendo mi "catador", con la boca llena y mientras hacía las fotos: "Oye, pues muy fotogénicas precisamente no son, pero buenas están un rato..".




Ingredientes (para 10-12 galletas):
- 100 gramos de copos de avena
- 2 plátanos muy maduros
- Opcional: nueces, pasas, arándanos secos...

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 190 grados y preparamos la bandeja del horno con papel de aluminio untado en mantequilla o con papel de horno.
- Seguidamente mezclamos en un bol los copos de avena con los plátanos y vamos machacándolos con un tenedor hasta formar una pasta. Podemos añadirle nueces, pasas, almendra picada, etc.
- Con la ayuda de una cuchara, vamos haciendo montoncitos más o menos del mismo tamaño y los colocamos en la bandeja del horno. Aplastamos un poquito, dejando suficiente espacio entre galleta y galleta.
- Horneamos durante unos 20-25 minutos, sacamos del horno y dejamos enfriar por completo antes de consumir.




Notas:
- Si queremos unas galletas más finas, podemos cubrirlas con un papel de horno y pasarles un rodillo por encima, sin apretar demasiado. Si no, nos saldrán unas galletas con más volumen.
- Estas galletas están más buenas de un día para otro, pues no son aquellas galletas crujientes y ligeras a las que estamos acostumbrados, pero se van endureciendo un poco y el sabor a plátano se intensifica.
- Os animo a que preparéis vuestra propia versión con pasas, chocolate nueces o almendras picadas, alguna baya, un poco de coco rallado... imaginación al poder.

Espero que os haya gustado.
¡Feliz inicio de semana!

viernes, 10 de julio de 2015

LAS LENTEJAS DE LA RECONCILIACIÓN



Si, con unas temperaturas que superan los 35 grados la mayoría de los días, sin separarnos de la botella de agua ni del ventilador, y durmiendo poco por las noches por culpa del bochorno, llega el fin de semana y... ¿Qué nos apetece comer? Si señor, un potaje de lentejas, a lo loco. El asunto tiene tela... Pero este no es, ni mucho menos, uno de esos guisos contundentes con chorizo, morcilla, costillas y un largo etcétera que nuestras madres y abuelas hacen tan ricos, porque lo son, pero para salir del paso nos suele apetecer algo más suave y ligero, sobretodo durante esta época del año.
Durante años me encantaron las lentejas, de hecho, era una de las pocas niñas que se las comía en el comedor del colegio, y ya es decir, porque éramos ciento y la madre. Y en casa, más de lo mismo: mi madre las hacía con costillas y chorizo, y mi abuela con muchas más verduras e incluso algo de arroz, ambas versiones exquisitas. Pero cuando me vi obligada a empezar la dieta para bajar de peso, acabé por tener que enfrentarme una vez en semana a un "guiso" (por llamarlo de alguna manera) de lentejas insípido, sin apenas nada más que unas cuantas zanahorias y un poco de tomate, y tan líquido que se podía tomar a sorbos en vez de con cuchara. Vaya, un auténtica pena de plato. Y, por supuesto, no es que los guisos más ligeros y humildes no estén ricos, es que mi madre se empeñó en aligerarlo tanto, todo por mi bien claro está, que se le fue de las manos. Esto me hizo llegar al punto de renegar de las lentejas en todas sus versiones, no a odiarlas, pero si a cogerles una especie de "manía", no sé si me explico, pero pasaron de encantarme a sentarme fatal. De la noche a la mañana dejé de comerlas y, aunque intentaba autoconvencerme de que debía hacerlo apelando a sus propiedades saludables y sus múltiples beneficios para el organismo, no me he visto con corazón (y estómago) de hacerlo hasta hace poco más de año y medio.
No es que mi manera de comer haya cambiado considerablemente a lo largo de los años, pero dependiendo la época, me apetece mucho más comer ciertas cosas que otras. En uno de esos períodos de antojo descontrolado, y de legumbres, me animé a darles otra oportunidad a las lentejas y, la verdad, menos mal que lo hice, porque les he vuelto a coger el gusto, mi cuerpo me lo agradece mucho y, sin ser mi alimento favorito, ha pasado a ocupar un lugar permanente en mi despensa. Lo sé, a la vejez viruela, he sido durante mucho tiempo una "niña" mayor que no come (comía) lentejas, hasta vergüenza me da. Bueno, nunca es tarde, o eso dicen. De ahí viene lo de "lentejas de la reconciliación"...
A mi pareja le encanta el guiso de lentejas, tanto que es él quien me lo pide cuando le apetece, sea la época del año que sea. A base de prepararlo una y otra vez, de añadirle unas cosas y quitarle otras que no nos gustan tanto, he conseguido fijar una receta base del guiso y, a partir de ahí, voy jugando y probando con lo que tenga en la despensa y en la nevera en ese momento: que si un día con patatas, que si un día con arroz, que si otro día solas con un poco de chorizo, que si otro con unos tacos de cerdo para guisar... En fin, intento aprovechar esta versatilidad para preparar guisos de lentejas muy nutritivos, equilibrados y, en la medida de lo que puedo, ligeros.
El que hoy os traigo lleva verduras, arroz y un solo trozo de morcilla, por lo que es muy ligero pero no por eso menos saciante, nutritivo, equilibrado y delicioso. Vaya, un plato ideal para aprovechar al máximo las propiedades beneficiosas de las lentejas (ricas en hierro, zinc, calcio, fibra, reguladoras del colesterol..) sin renunciar a la línea y al sabor.
Además, la preparación es muy sencilla y los ingredientes que he escogido suelen ser habituales en todas las cocinas.


  

 
Ingredientes (para 3 personas):
- 200 gramos de lentejas pardinas
- Un trozo de morcilla de arroz para guisar
- 1 pimiento verde italiano
- 1 zanahoria grande
- 1 tomate mediano maduro
- 1 puñado de vainas de judías verdes
- 1 cebolla pequeña
- 2 puñados de arroz bomba
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- 1 litro de agua
- Sal, comino, ajo en polvo y pimentón dulce, al gusto

 - Empezamos lavando las lentejas, pero no es necesario tenerlas en remojo la noche anterior.
- Por otra parte, picamos en trozos menudos la cebolla, la zanahoria, el pimiento verde, las vainas y el tomate, y reservamos.
- En una olla a fuego medio ponemos tres cucharadas de aceite de oliva a calentar y añadimos las verduras, excepto el tomate, y las sofreímos ligeramente, salándolas un poco.
- Añadimos el tomate y las especias y dejamos cocer 2-3 minutos más.
- Seguidamente añadimos las lentejas, removemos bien durante 2 minutos y cubrimos con el agua, reservando unos 200ml. Salamos y dejamos cocer durante 40 minutos a fuego medio y con la olla tapada.
- Cuando hayan pasado los 40 minutos, añadimos el arroz y la morcilla y cubrimos con el agua restante. Dejamos cocer 10 minutos más con la olla tapada.
- Apagamos y retiramos del fuego, dejamos reposar 20-25 minutos, y servimos caliente.




Nota: No tengo mucho más que añadir esta vez, sólo animaros a rescatar y/o seguir preparando este plato tan tradicional y exquisito y adaptarlo a vuestros gustos. Se le puede añadir laurel, patatas, ajo en láminas, costillas de cerdo, trocitos de panceta, pescado, curry... Imaginación al poder.

¡Feliz fin de semana!

martes, 7 de julio de 2015

GELATINA DE NARANJA Y GOMINOLAS



Definitivamente, nos hemos acabado pasado a los postres caseros. Sin exagerar, podría decir que el 90 por ciento de los postres y dulces que comemos en casa salen de mi despensa, y es que no hay color, están muchísimo más buenos y, la mayoría de veces, son mucho más sanos, más naturales y, por supuesto, más económicos.
Mi madre ya me inculcó esta práctica desde bien pequeñita, pues raro era la semana que no preparara roscos de limón para todo el edificio, o una olla a rebosar de arroz con leche, o unos simples pero deliciosos yogures en la yogurtera. Y que decir de su bizcocho... ais, qué rico por dios.
Creedme, merece mucho la pena dedicarle un poco de vuestro tiempo, un par de veces a la semana a lo sumo, a esta tarea, pues el resultado es estupendo. Yo no quiero perder una costumbre familiar tan estupenda e intento predicar con el ejemplo siempre que puedo.
Como he ido mostrando en el blog, nos gustan especialmente las natillas, tanto en su versión de vainilla como en la de chocolate, y la cuajada. Para todas ellas, siempre uso la receta base y voy jugando con los añadidos (galletas, coulis, restos de bollería..) para que, aun siendo siempre un mismo postre, resulte distinto, variado y rico.
Aunque la verdadera estrella de mi nevera en verano es, sin duda alguna, la gelatina. De todos los sabores, con trozos de fruta, con zumo natural, o de "polvitos mágicos"... Un postre la mar de agradecido y tan fácil de preparar que cuesta encontrar alguna excusa, más allá de la pereza, para no hacerlo. A mi pareja le vuelve loco, hasta tal punto que he tenido que empezar a prepararla en recipientes individuales, pues si lo hacía en un bol grande para que cada uno nos sirviéramos lo que quisiéramos, la gelatina no duraba ni 24 horas. En mi caso, agradezco muchísimo tenerla a mano para cuando llego de trabajar, casi a la hora de la merienda, especialmente cuando el calor aprieta. Fresquita, entra a las mil maravillas.
Por si fuera poco, la gelatina es rica en colágeno, que contribuye a la salud del cabello, la piel y los huesos, y es ideal para terminar una comida copiosa, ya que facilita la digestión y es muy suave y ligera, sin nada de grasa.
Las gominolas no es algo que suela comprar a menudo, de hecho, las he empleado esta vez porque llevaban ya mucho tiempo en una fiambrera y estaban bastante duras como para comerlas tal cual. Ya sabéis, soy partidaria de aprovechar todo lo que se pueda. El resultado ha sido, como menos, goloso.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 4 raciones):
- 1/2 litro de zumo de naranja (o unas 4 naranjas para zumo)
- 6 hojas de gelatina (depende de la marca)
- 2 cucharadas soperas de azúcar (o su equivalente en edulcorante)
- Un puñado de gominolas variadas

-Ponemos las hojas de gelatina en remojo, unos 10 minutos más o menos, para que se ablanden.
- Si vamos a emplear zumo natural, lo exprimimos y lo colamos. 
- Ponemos en zumo de naranja en un cazo a calentar, pero sin que llegue a hervir.
- Cuando el zumo esté caliente, escurrimos bien las hojas de gelatina y las añadimos al zumo, removiendo bien hasta que se hayan disuelto.
- En los moldes que vayamos a emplear, ponemos unas cuantas gominolas variadas (también pueden ser trozos de fruta) y los rellenamos con el preparado de gelatina, dejamos templar un poco y los ponemos en la nevera.
- Dejamos enfriar en la nevera unas 3 horas. Servimos la gelatina directamente de la nevera justo en el momento de comerla.


 

Notas:
- La gelatina da muchísimo juego y nos permite variar en función del zumo que tengamos en casa o que podamos preparar: naranja, melocotón, manzana, piña... en pocos minutos tendréis listo un postre de vuestro sabor preferido. En función de esto, también se le puede añadir trozos de fruta natural.
- Otra opción es emplear gelatina en polvo de sabores. Estos preparados los venden incluso para preparar en el microondas, por lo que no nos llevará más de 5 minutos tenerla lista.

¡Gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!

viernes, 3 de julio de 2015

PASTELITOS DE CHOCOLATE CON NARANJA Y MUCHO, MUCHO AMOR

  


Muchas veces, damos por sentado que nuestra pareja sabe de sobras cuánto le queremos. Esto es, hasta cierto punto, bastante lógico, pues si no hubiera amor tampoco habría relación o sería, como menos, tormentosa. Nos autoafirmamos que " él/ella sabe que le quiero" y, craso error, nos olvidamos de que nunca, nunca, nunca viene mal valorar a nuestra pareja, hacerle saber el lugar tan importante que ocupa en nuestra vida e incluso el por qué queremos que siga formando parte de ella. Para eso, no es necesario desvivirnos hablándole de nuestro amor, pues no estamos tratando de convencerle sino de demostrarle y, por muy bonitas y tiernas que sean nuestras palabras, al fin y al cabo son sólo eso.
Desde que comparto mi vida con Marc he aprendido, entre muchas otras cosas, que, a veces, el amor no es tan evidente como creemos, y cualquier otro aspecto de nuestra vida (trabajo, amigos, familia...) puede hacer que lo descuidemos todavía más, sobretodo cuando no marcha precisamente a las mil maravillas.
Reconozco que, aún siendo consciente de ello, la mitad de las veces no lo aplico. Mal, muy mal por mi parte, lo sé... Siempre he sido de ese tipo de personas mucho más distantes, más frías, menos cariñosas quizás, a las que les cuesta sacar a la luz sus sentimientos, en especial los buenos. Por suerte, también existen personas que no escatiman en demostrar lo que sienten, que cuidan lo que aman y demuestran día a día que lo hacen y por qué. Y yo tengo la gran suerte de compartir mi vida con una de esas personas.
Marc no se rige por ninguna fecha "especial", ni espera a que yo esté con los ánimos por los suelos o a que me suceda algo que me haga necesitarle mucho más. Marc me demuestra lo que siente hacia mí cuándo quiere, cómo quiere y dónde quiere, y eso ha sido así desde el minuto cero que empezamos a compartir nuestras vidas. Despertarme y verle mirándome y sonriendo, encontrarme dedicatorias suyas al lado del desayuno, recogerme al salir del trabajo con unas cuantas flores, hacerme un masaje cuando todavía ni he dicho que me duele la espalda, o cortar una discusión absurda con un beso robado... Esos detalles que hacen que, aún odiando muchas otras cosas de él, lo ame con locura.
¿Su última sorpresa? Tenerme preparados estos pastelitos de chocolate y naranja para cuando volviera de trabajar. Fue a lo seguro, pues él sabe de sobras lo mucho que me gusta el chocolate, podríamos llamarlo incluso adicción... La merienda es el único rato que podemos pasar juntos entre semana y, como veis, a Marc le gusta aprovecharlo.
Así que hoy me toca a mi catar y no cocinar, y encantadísima. La verdad sea dicha, la cocina no es su fuerte, pero me sorprende lo rápido que ha ido aprendiendo y mejorando, y para muestra un botón.
Unos bocaditos tan lujuriosos como deliciosos, densos y con muuuuuucho chocolate, sin llegar a ser empalagosos ni dulces en exceso, y con un toque muy sutil de naranja que le va estupendamente. Un capricho que, de vez en cuando, merece la pena darse, sobretodo si sois tan fanáticos del chocolate como yo.
Marc me ha dicho que se basó en una receta de la gran Eva Arguiñano, pero he optado por preguntarle a él directamente cómo lo hizo y las cantidades que utilizó porque, a parte que no recuerda dónde vio la receta, así todo queda en casa :)

Cariño, gracias, de corazón.




Ingredientes (para 8 pastelitos):
- 150 gramos de chocolate negro para postres
- 50 gramos de mantequilla
- 3 huevos medianos
- 80 gramos de azúcar
- 1 cucharada de harina
- La ralladura de media naranja

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 200º C.
- Fundimos el chocolate con la mantequilla en el microondas, mezclamos bien y reservamos.
- En otro bol, montamos un poco los huevos con el azúcar hasta que doblen el volumen y agregamos la harina tamizada y la ralladura de naranja.
- Añadimos la mezcla de chocolate y mantequilla al bol y mezclamos bien, con movimientos envolventes, sin batir.
- Rellenamos los moldes hasta 1/3 parte y horneamos unos 10-12 minutos a media altura.
- Una vez templados, desmoldamos nuestros pastelitos y los servimos espolvoreados con azúcar glass.



Notas:
- Los moldes que tengo en casa son casi todos de silicona, pero si se emplean moldes normales, bastará con untarles un poco de mantequilla antes de rellenarlos.
- Estos pastelitos se comen mejor templados, pues el chocolate queda un poco semilíquido y es una auténtica delicia.
- Con mermelada de naranja, tanto amarga como dulce, resulta un bocado exquisito.

¡Feliz fin de semana a tod@s!