miércoles, 28 de diciembre de 2016

COUS COUS INTEGRAL TRES (Y MÁS) DELICIAS



¡FELIZ NAVIDAD A TOD@S!
Sí, lo sé, llego un poco tarde y seguro que a estas alturas ya lo habréis oído mil y una veces, por no decir mil y dos... Pero yo, que soy muy de tirar de refranero (dios mío, cada vez me parezco más a la suegra de mi marido...), lo acompaño de un "nunca es tarde si la dicha es buena" y me quedo más ancha que pancha. Los buenos deseos siempre son bien recibidos, ¿verdad?
¿Qué tal se ha portado Papá Noel? Su paso por casa fue, como nos gusta decir por estos lares, breve pero intenso. Hemos debido de ser muy buenos este año, porque el simpático señor gordinflón vestido de rojo nos dejó, entre otras cosas, un móvil nuevo (y muy necesario, la verdad), una escapadita romántica y alguna que otra comilona en familia... 
¡Ay, las comilonas! Y eso que todavía no hemos superado el 2016... 
Cada año nos pasa lo mismo. Llegadas las fechas más señaladas (dice ser 25, 26, 31 de diciembre y 6 de enero), o bien uno o más miembros de nuestra familia tiene que trabajar, o bien no son muy amigos de este tipo de reuniones dadas sus creencias religiosas, o bien se le avisa tarde y ya tiene otros compromisos, o nos dormimos en los laureles y no encontramos mesa en ningún restaurante. Entre eso y que, desde que falleció mi yayo, dejamos de organizar cenas navideñas en su casa... ¿Qué nos queda? A familia complicada no nos gana nadie y somos de los que terminamos yendo a comer o cenar un día no festivo de Navidad, a las 3 de la tarde o a las 11 de la noche, casi siempre sin reserva previa y preguntando por el menú especial para estas fechas... Oye, si cuela, cuela.
Bromas aparte, a veces es difícil no empacharse. Empezamos saliendo de comilona con mi familia a mediados de mes y, desde entonces, han habido partidos de fútbol con amigos, hamburguesas y mucha, mucha cerveza, alguna que otra comida en una conocida franquicia de comida rápida (por pura necesidad, lo juro y perjuro), algún que otro concurso de facebook premiado con una cena en pareja (hacedme caso, no cenéis canelones y pastel de chocolate con asiduidad...) y, por último y por cortesía de mi "Papá Noel particular", cena romántica en un restaurante italiano la mar de cuqui pero donde lo más ligero que podías pedirte era una pìzza vegetal de 32 cm de diámetro... ¡Ahí es nada! Oficialmente, mi estómago empezó a odiarme hace 5 días, y ya véis que motivos no le faltan.
De toda la vida, siempre he sido yo la que más disfruto cocinando y compartiendo mesa con mis amigos y familiares en estas fechas, pero también la que más padece cuando come alimentos o platos que no suelen formar parte de mi dieta habitual o que sé de antemano que no me sientan bien, así que imaginaos si no me queda más remedio que hacerlo con frecuencia y en cantidad...
Cuando una cocina en casa siempre es más sencillo adaptar el menú y no excederse, pero saliendo a comer fuera la cosa cambia mucho: que si escudella de primero por aquí, que si pollo relleno o canalones de segundo por allá, y las sobremesas dulces con chupito incluido... Ah, y no te salgas de los especiales porque puede costarte un riñón y medio...
En fin, MENOS MAL (y lo pongo en mayúsculas porque es algo que me está ahorrando muchas visitas al digestólogo) que sigo pudiendo cocinar platos más sencillos, equilibrados y sobretodo, mucho más ligeros durante esos 3-4 días que pasan entre comilona y comilona, y no os podéis imaginar lo muchísimo que nos lo agradece el cuerpo.
Y menos mal también que lo ecológico y lo sano está cada vez más de moda y que, hará cosa de 2-3 años, los supermercados ecológicos se han multiplicado en muchas ciudades. Por supuesto, Barcelona no ha sido una excepción y cada vez es más sencillo encontrar alimentos "de verdad", de esos que saben a lo que son y que sientan de maravilla a nuestro cuerpo y a nuestro entorno.
De entre todos estos lugares, Veritas es, con diferencia,  mi cadena favorita de supermercados ecológicos. A día de hoy, no he dado con ningún producto Veritas que no me guste, la variedad es enorme (productos frescos, de alimentación general, para el cuidado del hogar, para bebés...) el personal me ha tratado siempre de maravilla y, por si fuera poco, cuentan con obrador de panadería propio donde elaboran panes, bollería y tartas de lo más ricas y variadas y eso, para una panarra empedernida como yo, es casi irresistible.
Como la mayoría de las supermercados ecológicos, Veritas no es barato, así que no suelo acudir a hacer toda mi compra semanal, pero sí para comprar algunas cosas "especiales" que no suelo encontrar en mi super habitual y que me apetece probar o repetir de vez en cuando. Es el caso, por ejemplo, de los turrones de elaboración propia que ponen a la venta para estas fechas (y que están de muerte lenta), los quesos y embutidos ecológicos que solía encontrar solamente en mercados ocasionales, o la gran variedad de harinas y cereales a granel.
Además, hará cosa de un año, Veritas inauguró el espacio Terra Veritas en su establecimiento situado en calle Diputació 239, donde periódicamente organizan talleres, cursos, charlas, clases de yoga y mucho más. Desde que lo descubrí, yo he podido asistir a una presentación de libro, un taller de yoga y ecobrunch y a una muestra de vinos ecológicos (os lo he ido contando a través de Facebook). Teniendo en cuenta lo bien que me lo pasé, lo mucho que aprendí, lo baratas que son la mayoría de actividades y que, a cambio, siempre te dan un vale de compra por valor de 5-10 euros, seguiré acudiendo sin duda alguna. 
Por supuesto, la receta de hoy está elaborada, en su mayoría, con productos que compré en Veritas, aprovechando uno de los vales de compra que os comentaba.
Cuando me apetece preparar algo ligero y que me siente bien, suelo descartar los platos a base de carne e intento que sea lo más rico en nutrientes y fibra posible. Ya os podéis imaginar, pues, que un plato a base de cous cous integral, verduras y huevos ecológicos es un regalo para mi sistema digestivo, además de para el paladar, porque para ser una versión muy muy particular del clásico arroz chino tres delicias, he de decir que queda igual o más rico.
Así que, si os apetece darle a vuestro cuerpo un respiro entre comilona y comilona navideña pero no os apetece pasaros más de media hora en la cocina, os recomiendo darle una oportunidad.
Os dejo los ingredientes y la preparación:





Ingredientes (para 2 personas):
- 150 gramos de cous cous integral
- 1 cebolleta no muy grande
- 1 zanahoria pequeña
- 4 palitos de surimi frescos
- Un puñado de pipas de girasol peladas o frutos secos al gusto
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra
- 1 vaso grande de agua (250 ml aprox.)
- Sal, pimienta y comino molido, al gusto
- Salsa de soja, opcional y al gusto

- Para empezar, ponemos el agua a calentar en una cazuela con un pellizco de sal. Cuando empiece a hervir, retiramos y añadimos el cous cous. Tapamos y dejamos cocer 15 minutos como mínimo.
- Aparte, limpiamos y picamos muy menudo las verduras y los palitos de surimi.
- En una sartén a fuego medio y con una cucharada de aceite, sofreímos la cebolla y la zanahoria unos 5-6 minutos. Añadimos entonces los pimientos y el surimi, damos un par de vueltas, salpimentamos y retiramos.
- Ponemos otra sartén al fuego con un poco más de aceite. Batimos ligeramente el huevo con un poco de sal y hacemos con él una tortilla lo más fina posible. Dejamos templar, troceamos y reservamos.
- Destapamos el recipiente donde tenemos el cous cous y lo removemos bien con la ayuda de un tenedor y un hilo fino de aceite de oliva.
- Por último, mezclamos el salteado de verduras y la tortilla con el cous cous justo en el momento de servir. Podemos terminar el plato añadiendo un puñadito de pipas peladas y/o un hilo de salsa de soja.





Notas:
- El cous cous, sobretodo el integral, es una sémola que crece muchísimo y llena bastante, así que con poco más de una taza de café por persona (en seco) suele ser suficiente.
- A la hora de servir el cous cous, tenemos dos opciones: mezclar previamente todos los ingredientes y repartirlo a partes iguales, o servir el cous cous por un lado y el salteado por otro para que cada comensal se sirva al gusto.
- Para que el cous cous quede todavía más sabroso, podemos sustituir el agua por algún tipo de caldo (de pollo, de verduras, de carne...) e incluso tostarlo un par de minutos antes de cocerlo. 
- Esta receta os puede ser muy útil para aprovechar los restos de carnes, pescados, verduras y demás que solemos acumular en la nevera y/o despensa, sobretodo en estas fechas. Así que, como siempre os digo, imaginación y gusto al poder.


Y con esto y un bizcocho... ¡Gracias por seguir ahí otro año más! Ha sido un 2016 agotador, pero durante el cual he aprendido, cocinado, compartido y disfrutado un montón, y vosotro@s tenéis gran "culpa" de ello :) De corazón, MILLONES DE GRACIAS.
Seguid disfrutando de las navidades, que para eso están.
¡Besos!
Fotos: Marc RT Studios

sábado, 10 de diciembre de 2016

ESTOFADO IBÉRICO PARA #DEPATANEGRATS



¡Queda oficialmente inaugurada la temporada de cuchareo! Y ya era hora, con lo bien que sienta un buen guisito cuando el frío aprieta y las ganas que teníamos en casa, madre mía...
Empezando por el postre, y como os prometía hace unos días, ha llegado el momento de participar en la que será la última iniciativa de La Cocina Typical Spanish de este 2016. Y, además, viene con sorpresa, para terminar el año con un buenísimo sabor de boca.
Nuestra última anfitriona del año ha sido nada más y nada menos que Rebeca, del blog La Cocina de Rebeca. Por si no la conocéis, Rebeca es una mujer todoterreno (periodista, blogger y mamá, ahí es na') que le pone cuerpo y alma a todas las recetas que publica en su blog, y eso se nota a leguas. Como ella misma dice, la intención es que los platos gusten y nos divirtamos en la cocina... ¡Y vaya que si lo hacemos! Desde aquí, gracias Rebeca, merece la pena no perderte la pista.
Pues bien, la propuesta de Rebeca ha ido muy en la línea de la época en la que estamos. Y es que, aunque no lo parezca, la Navidad está a la vuelta de la esquina y a la que nos despistemos estamos ya cantando villancicos, con los cuñad@s en casa y dos quilos de más por culpa del dichoso turroncito de la sobremesa...
Es habitual que en esta época no escatimemos (o, al menos, no demasiado) en la calidad de los alimentos que servimos en nuestras mesas. Por eso, y como no hay producto más típico de estas fechas en nuestro país que un buen ibérico, utilizar alguno de ellos ha sido nuestro reto de este mes.
 Y además, la propuesta viene con regalo, pues entre todos los blogs que participemos se sorteará un lote de productos ibéricos cortesía de Jamones y Embutidos Vázquez, que ha querido tener un detalle con nosotros. ¿Alguien da más?
A pesar de que podíamos elegir entre utilizar un producto ibérico curado o fresco, desde el minuto cero en el que conocí la propuesta tuve claro que quería preparar un buen estofado, pues recordaba haberlo preparado alguna que otra vez con cerdo ibérico y la verdad es que el gasto extra mereció la pena.
El estofado es uno de esos platos tradicionales que no falta en ningún recetario casero y que reconforta el cuerpo y el alma, sobretodo ahora que el frío parece que ha llegado para quedarse.
En mi casa, por ejemplo, solíamos comer estofado una vez por semana, y era mi madre quien se encargaba de dedicarse la tarde anterior a prepararlo para que, llegada la hora del almuerzo al día siguiente, lo disfrutaramos "asentao"... ¡Y vaya si lo disfrutábamos! La buena mano de mi madre y el reposo (que lo hacía más espesito y sabroso) le sentaban de maravilla al estofado, aunque ya os puedo asegurar que a nosotros nos sentaba muchísimo mejor. ¿Y qué me decís de dejar dos o tres tozos de patata para el final, y chafarlas para comerlas con las últimas sobras de salsita? Babeando me hallo...
Como ya os podéis imaginar, yo he ido a lo seguro y he preparado la versión de mi madre, aunque con alguna modificación (ella suele usar más carne de ternera que de cerdo, por ejemplo). De todo modos, la jugosidad y la melosidad de la carne de cerdo ibérico hicieron acto de presencia y quedó un plato delicioso.
Sin más, os dejo con la receta, a ver qué os parece:




Ingredientes (para 2 platos grandes):
- 300 gramos de carne de cerdo ibérico (lomosolomillo, cabezada...)
- 1 cebolla mediana
- 1 zanahoria grande
- 1 diente de ajo
- 2 patatas hermosas 
- 2 cucharadas soperas de tomate natural triturado
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- 1 vaso pequeño (150 ml aprox.) de vino tinto para cocinar
- 1 vaso (200 ml aprox.) de agua
- 1 hoja de laurel (opcional)
- Pimienta, perejil picado y sal, al gusto.

- Para empezar, limpiamos la carne de la grasa que pueda tener y la troceamos a tacos de tamaño bocado. Limpiamos, pelamos y picamos también la cebolla, el ajo, la zanahoria y las patatas.
- Añadimos el aceite en una cazuela grande y sofreímos los tacos de carne a fuego medio con un poco de sal, pimienta y perejil picado. Añadimos también la cebolla, el ajo y la hoja de laurel, y le damos unas vueltas (5 min aprox.)
- Seguidamente, añadimos el tomate triturado, las zanahorias y las patatas, y lo removemos todo bien un par de veces. Añadimos entonces el vino y el agua y esperamos a que empieze a hervir.
- Cuando empieze a hervir, removemos de nuevo, tapamos y dejamos cocer unos 35-40 minutos a fuego medio, o hasta que las patatas estén tiernas y/o hasta que el caldo haya reducido y espesado.
- Dejamos reposar unos 10 minutos antes de servir.




Notas:
- El estofado suele ser un plato bastante contundente, por eso recomiendo tomarlo como plato único y variar las verduras al gusto, pues así disfrutaréis de un estofado distinto e igual de rico cada vez que lo preparéis. Además, se trata de una forma estupenda de que los peques coman verdura.
- Los tiempos que os indico en la receta son para una olla/cazuela convencional. Si disponéis de una olla rápida o "express", en menos de 20 minutos tendréis el estofado listo.
- Como os he comentado antes, el reposo le va fenomenal a este tipo de guisos, pues los sabores se intensifican y queda más espeso. Si tenéis oportunidad, preparadlo la noche de antes para el almuerzo del día siguiente, merece mucho la pena.




Y esto es todo, por ahora.
Espero que os haya gustado mi aportación de este mes.
Y por si os animáis a descubrir el resto de "ibericadas" de mis compis, aquí os dejo el enlace al recopilatorio con todas sus aportaciones. Como siempre, no tiene desperdicio alguno.
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz fin de semana!
Fotos: Marc RT Studios

martes, 6 de diciembre de 2016

TARTA DE MANZANA CLÁSICA

 


Si pudierais verme por un agujerito ahora mismo (suerte que no...), me faltaría comedor para correr a esconderme... Tirada en sofá, con pijama polar, doble calcetín, moño alto, manta a modo de capa, una manzanilla calentita, y escribe que te escribe... ¡Esto es vida señor@s! Y es que, cuando tu día a día te obliga a prescindir con frecuencia de estos momentos de "bicho bola" (así los llamamos en casa), poder dedicarte una tarde (casi) entera a ello es como... En fin, mi gozo en un pozo, supongo que me entendéis perfectamente.
Y sí, lo sé, soy un caso. Otro mes de ausencia que dan como resultado muchísimas cosas que contar, demasiadas para una, dos, tres y hasta diez entradas, así por redondear a lo bajo. Y es que no me canso de decirlo: a culo inquieto no me gana nadie. Levantarse por la mañana y tener algo que hacer, y si ya ese algo te hace sentir útil, satisfecho, realizado, feliz al fin y a cabo, es lo que le da sentido a nuestras vidas y hace que nos vayamos a la cama agotados pero que apenas necesitemos un poco de ganas para dejar la pereza entre las sábanas y enfrentarnos al día.
Noviembre ha sido, con sus altos y sus bajos, un mes de bastante jaleo en casa: sigo con mis nenes "bilingües" y sus travesuras a la vez que estudiando por mi cuenta y sacando tiempo para ir a alguna que otra quedada con amigos, hacer una escapada rápida con Marc y plantarme en todos aquellas presentaciones, talleres, cursillos y demás a los que se me presenta la oportunidad. Por suerte, la temporada de verano hace mucho que quedó atrás y vuelvo a tener a mi señor maridín en casa, al que ya he liado varias veces (siempre a cambio de un plato de lentejas para almorzar, tampoco es que pida demasiado el pobre) para que me acompañe o le dedique media hora de su día a una sesión de fotos de alguno de los platos que preparo en casa. Y el pobre siempre ahí, al pie del cañón... Tanto que ahora tengo un montón de entradas empezadas, con unas buenas fotos pero en las que, sea por falta de tiempo o por pereza, no he escrito nada todavía. No ya por el hecho de que se me esté acumulando en trabajo (que también), sino porque realmente me apetece seguir contandoos, enseñándoos y compartiendo mi cocina y mis andaduras con vosotros, voy a tener que hacer un análisis de moral profundo y ponerme seriamente a ello. Eso o clonarme, cosa que pinta imposible dada la situación actual de mi cuenta de ahorros... En fin, vamos a lo que vamos.
Parece que el frío ha llegado para quedarse: días más cortos, noches más frías y largas, tardes en las que sólo apetece taparse hasta la nariz y no moverse del sofá, y ensaladas, salteados y sopas templadas que empiezan a desaparecer para dar paso a sopas calentitas, guisos, estofados y horneados a tutiplén. En definitiva, cocina de temporada rica, calentita, de esa que reconforta y nutre el cuerpo y el alma. Y si ya se hace y se comparte con cariño, ni os cuento... Y en esta receta otra cosa no habrá, pero cariño lo hay a raudales. Venga, va, sí, os cuento un poco:
Una de las ventajas de trabajar en un colegio es que casi siempre puedo tomarme el día libre cuando los nenes también lo tienen. Eso se traduce en algún que otro sábado (si he podido preparar la siguiente clase por adelantado, claro) y muchos domingos... ¡Domingos! Se me hace hasta raro poder levantarme un poco más tarde, ir al mercado semanal e incluso visitar a mis padres o a mis tíos sin tener que pensar si habrán vuelto ya del trabajo.
Sin ir más lejos, el domingo pasado, después de haber aprovechado la mañana a más no poder y haber comido a las tantas por ello, el tiempo empezó a torcerse un poco y nuestros planes de salir a merendar fuera empezaron a darnos una pereza enorme, tanta que decidimos dejarlo para otro día.
¿Y qué íbamos a merendar entonces? Vale, todos tenemos en la despensa un paquete de galletas básicas, alguna que otra tableta y/o crema de chocolate e incluso algo de bollería industrial para estos casos, pero nosotros ya nos habíamos hecho a la idea de ir a merendar a alguna cafetería/pastelería de esas tan cuquis que tanto abundan hoy en día y en las que lo más ligero que puedes tomarte son unas galletas gigantes con extra de pepitas de chocolate. Por eso, no me costó mucho convencer a Marc para que me ayudara a preparar esta tarta, pues ya se la había hecho con anterioridad en varias ocasiones y sabía que le encantaba. De hecho, tuve que estar pendiente de que no le diera un pellizco antes de que se enfriara del todo para poder desmoldarla y pintarla, no os digo más.
La tarta o bizcocho de manzana es un clásico de la repostería que siempre se ha preparado en casa y que nunca me canso de repetir, ya sea para disfrutarla nosotros o para llevarla a alguna reunión familiar, con amigos, etc.
La receta que os doy hoy es una mezcla entre la de Eva Arguiñano y la de mi madre, es decir, mi versión particular de ambas.  Os aseguro que, respetando las cantidades, los tiempos y optando por ingredientes de calidad, siempre queda perfecta, con una textura consistente pero suave y cremosa a la vez, y un sabor a manzana tan rico que... Vaya, para comerse media tarta de una sentada.
Y, si tenéis la oportunidad, dejad que os ayuden a prepararla, ya sea vuestra pareja, vuestros nenes, vuestra madre, vuestro padre o el vecino de al lado, qué más da. Cocinar en compañía añade variedad y diversión a algo que muchos ya hemos cogido como rutina y nos permite, entre otras muchas cosas, pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos, aprender a trabajar en equipo, probar cosas nuevas juntos, divertirnos y, en definitiva, disfrutar mucho más de lo que se está comiendo por el simple hecho de haber pasado un buen rato preparándolo. Creedme, merece la pena.
Sin más,os dejo con los ingredientes y el paso a paso:




Ingredientes (para 4 personas):
- 1 manzana golden grande (250 gramos aprox.)
- 100 gramos de harina de trigo común
- 1 cucharadita de café de levadura química
- 1 huevo tamaño XL
- 50-60 gramos de azúcar blanquilla
- 75 ml de leche
- 1 cucharada sopera de aceite de girasol
- Canela en polvo, al gusto
- Mermelada de melocotón, para pintar la tarta

- Antes de empezar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un bol grande, batimos el huevo con el azúcar y el aceite hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces la leche y la canela y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina y la levadura por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Vertemos la mezcla sobre un molde de silicona o un molde convencional untado con mantequilla y harina.
- Aparte, limpiamos, pelamos y despepitamos la manzana. La cortamos en rodajas no muy finas y en forma de medialuna.
- Cubrimos la superficie de la tarta con las rodajas de manzana de la forma que más nos guste, hasta terminar con todas.
- Introducimos la tarta en el horno durante 25-30 minutos a 190ºC, o hasta que se dore la superficie y haya subido lo suficiente.
- Para terminar, dejamos enfriar, desmoldamos y pintamos la tarta con un poco de mermelada de melocotón ayudándonos de un pincel, antes de llevarla a la mesa.




Notas:
- La mejor variedad de manzana para preparar este tipo de tartas es, sin duda, la Golden Delicious, pues resulta muy tierna, dulce y suave, y queda deliciosa cuando se hornea. En su defecto, recomiendo utilizar la variedad Braeburn, que también resulta muy jugosa, dulce y poco ácida.
- El toque de canela es totalmente opcional y al gusto, pero yo siempre se lo añado porque, en mi opinión, realza bastante el sabor de la manzana y del bizcocho en si.
- La mermelada de melocotón se puede sustituir perfectamente por mermelada de albaricoque, de ciruela, de naranja, o incluso por un poco de mantequilla derretida que le dará todavía más brillo.


Y esto es todo, por ahora.
Esta vez la despedida no va a ser tan larga, pues este sábado es día 10 y, como casa mes, toca reto de la mano de La Cocina Typical Spanish. Como siempre, os aconsejo que no os lo perdáis, pues le hemos puesto mucho cariño y esfuerzo y pinta, como poco, delicioso.
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz megapuente!
Fotos: Marc RT Studios

lunes, 31 de octubre de 2016

ALBÓNDIGAS DE ATÚN ENCEBOLLADAS



... O las albóndigas de atún más accidentadas del mundo mundial. Os cuento:
Hace ya unos 3 meses que recibí un correo de Demos la vuelta al Día, una iniciativa impulsada por Grupo DIA en la que participo desde hace mucho porque, a parte de ser clienta habitual de Supermercados DIA, ofrecen la posibilidad de participar en campeonatos de cocina y en concursos de recetas, asistir a cursos, charlas, etc., y eso para mí, culo inquieto de nacimiento, es todo un gustazo. En dicho correo se me comunicaba que había sido premiada con un paquete regalo gracias a la receta que decidí presentar para su III Edición del Campeonato de Cocina, receta que ya os había enseñado antes y que no puede ser más "de mi casa": La Tarta de zanahoria y galletas (o "tarta Rosano", como nos gusta llamarla a nosotros). ¡Menuda alegría! Ni siquiera sabía en qué consistía el premio, ni cuándo ni dónde lo recibiría, ni nada de nada vaya, pero que una receta tuya guste, y más si es una receta a la que le tienes tantísimo cariño, siempre te da un buen subidón de "autoestima culinaria".
Ya os podéis imaginar que no tardé ni 5 minutos en responder al correo electrónico detallando los datos que me solicitaban para poder hacer efectiva la entrega del paquete, que finalmente sería en mi tienda DIA más cercana. 
Y a partir de aquí fue cuando la cosa empezó a complicarse un poco: Acudí a mi tienda habitual al primer aviso de recepción de mi paquete, y los chicos que la llevan no sabían nada de nada; Lo comunico directamente a los responsables, y al cabo de un par de días me llega un segundo aviso para recogerlo la semana próxima... ¡Y después de 10 días, seguía igual! Vale, sí, lo reconozco, la impaciencia es uno de mis mayores defectos, pero después de dos avisos ya tenía motivos para impacientarme un poco, ¿no os parece? Menos mal que, como bien dice el refrán, "A la tercera va la vencida" y, más de medio mes y tres avisos después, pude recoger mi premio.... ¡Y menudo premiazo! Una caja bien llenita de productos DIA Delicious de los que dimos (y seguimos dando) buenísima cuenta, os lo aseguro.
Y precisamente con el producto que más me gustó de la caja, tanto por la cantidad como por su riquísimo sabor, se me ocurrió preparar estas albóndigas. Se trata de la ventresca de atún en aceite de oliva que primero disfrutamos tal cual sobre un buen pan tostado y acompañada de unas tiras de pimiento asado pero que, pasados unos días, volví a comprar y me puse manos a la obra. 
Soy de esas personas que, cuando algo le gusta, va a lo seguro y repite, y experimenta, y vuelve a repetir si es necesario. En este caso, repetir no fue necesario, no al menos para mejorar el resultado (pero si para volver a disfrutar del plato, la verdad sea dicha...). Y me hubiera encantado repetir un par de veces más pero, si conseguir el paquete regalo ya fue toda una Odisea, la preparación no se quedó atrás: Que si me falta un ingrediente y los supermercados están apunto de cerrar (eran casi las 9 de la noche), que si en la frutería te han dado muy poco perejil, que si ya van dos cebollas que abres y están pochas, que si está lloviendo a mares y al encender el horno ha habido una subida de tensión y el pobre ya sólo sirve para guardar cacerolas (y sigo sin horno, así de majos son los peritos de mi seguro de hogar), que si... ¿Gafe, yo? Vaya tonterías me da por pensar a veces... (por supuesto, es ironía).
En fin, sea por el trabajito que me costó poner este dichoso plato de albóndigas en la mesa o sea porque realmente quedaron deliciosas, en casa triunfaron. 
Decidí acompañarlas de un encebollado suave, pues es como siempre se ha comido el atún en casa y como más me gusta, y la verdad es que fue todo un acierto, sobretodo a la hora de mojar pan.
Las albóndigas quedaron sabrosas a la par que suaves y muy muy jugosas, y el riquísimo sabor de la ventresca no pasó a un segundo plano, que era lo que realmente me preocupaba.
Con unas 6-7 albóndigas por barba, una cantidad generosa de patatas aliñadas con pimentón, perejil fresco y un buen hilo de aceite de oliva virgen extra, y mucho, mucho pan, disfrutamos de un almuerzo la mar de completo y muy rico. De hecho, no tuve ni que pedirle a Marc que me hiciera unas fotos decentes, pues fue él mismo el que, todavía masticando la albóndiga que le di a probar, fue directo al armario y volvió al salón en menos que canta un gallo, cámara en mano y dispuesto a que no os perdierais esta receta. 
Espero que os guste.





Ingredientes (para unas 15-18 albóndigas):
- 2 latas de ventresca de atún en aceite de oliva DIA Delicious (140 gramos peso escurrido)
- 1 huevo tamaño XL
- 3 cucharadas soperas de pan rallado a la provenzal
- 2 cucharadas soperas de leche de soja
- Perejil fresco y cebolla rallada, al gusto
- Sal y pimienta, al gusto

Para el encebollado:
- 1 cebolla mediana
- 1 diente de ajo
- 2 cucharadas de aceite de oliva suave
- 75 ml de vino + 50 ml de caldo de pescado
- Sal, pimienta y perejil picado, al gusto.

Para las patatas:
- 2 patatas medianas (350 gramos aprox.)
- Sal, pimentón dulce, perejil picado y aceite de oliva virgen extra DIA Delicious, al gusto

- Empezaremos preparando las albóndigas: Escurrimos y desmenuzamos bien la ventresca de atún, y la colocamos en un bol grande. Añadimos también el huevo ligeramente batido, el pan rallado y la leche o bebida de soja. 
- Aparte, picamos bien la cebolla y el perejil, y lo añadimos a la mezcla anterior. Salpimentamos al gusto y mezclamos bien con las manos hasta obtener una masa consistente y y que se pueda manipular. Tapamos el bol con un papel film y lo dejamos enfriar en la nevera 1 hora más o menos.
- En una cazuela con suficiente agua, ponemos a cocer las patatas. Cuando estén listas, las dejamos enfriar y las troceamos y aliñamos al gusto. Reservamos.
- Antes de continuar, ponemos el horno a precalentar a 180ºC, calor arriba y abajo.
- Sacamos la masa de albóndigas de la nevera, vamos tomando porciones no muy grandes con las manos o con la ayuda de una cuchara y les damos forma redonda. Repetimos hasta terminar con toda la masa.
- En una bandeja de horno cubierta con papel vegetal, vamos colocando las albóndigas y las horneamos a 180ºC durante unos 15 minutos aproximadamente. Sacamos y reservamos.
- Mientras se hacen las albóndigas prepararemos el encebollado: Limpiamos y picamos muy menudo la cebolla y el ajo y lo dejamos hacer durante unos 10 minutos aproximadamente en una sartén con el aceite y a fuego medio. 
- Pasado este tiempo, añadimos la mitad del vino y del caldo de pescado y dejamos reducir. Incorporamos entonces las albóndigas templadas y el resto del vino y del caldo, y dejamos reducir hasta que la salsa coja un poco de más consistencia (unos 5 minutos aprox.), removiendo de vez en cuando.
- Para terminar, servimos nuestras albóndigas todavía calientes, bañadas en una buena cantidad de encebollado y acompañadas de las patatas aliñadas.




Notas:
- Para reducir el aporte calórico de las albóndigas (y de otras preparaciones como croquetas, carnes rebozadas, etc), casi siempre suelo recurrir al horno, pues quedan también muy ricas y, yendo con cuidado de no sobrepasar el tiempo recomendado de cocción, no pierden jugosidad. Se trata de conocer bien nuestro horno.
- En un principio, os puede parecer que el encebollado queda muy líquido y poco consistente, pero al añadir las albóndigas gana bastante cuerpo. Si no es así, siempre podéis añadirle un pelín de harina de maíz disuelta en agua.
- Como siempre os digo, para gustos colores, y precisamente las albóndigas son de esas preparaciones que dan mucho juego: Que si más grandes, que si en versión mini, que si de pescado, que si de carne, que si con una buena salsa de tomate casera, o incluso de curry... ¡Imaginación al poder!




Y nada más, por ahora. Espero que hayáis tenido un mes estupendo y que el inicio del próximo sea todavía mejor, sobretodo lejos de empachos de boniatos, castañas, panellets y demás... Bueno, vale, una vez al año no hace daño, así que... ¡Que lo disfrutéis!
Aprovecho antes de despedirme para agradecerle al equipo de  Demos la vuelta al día la atención recibida y lo mucho que me ayudaron (más bien, soportaron) a agilizar la entrega de mi paquete y a hacer que todo quedara en una desastrosa anécdota.
¡Mil gracias! Desde luego, seguiré formando parte activa de la comunidad hasta que el cuerpo aguante :)
¡Feliz semana!
Fotos: Marc RT Studios

martes, 18 de octubre de 2016

MIS RECETAS EN COOKPAD (II)



Bueno, bueno, bueno, dos entradas nuevas en el blog con apenas una semana de diferencia entre la una y la otra, esto si que es algo insólito... ¡Pedid un deseo, rápido! Yo acabo de decidir así, a lo loco, que mañana a primerísima hora me planto en la Administración de Loterías que tengo al lado de casa para hacer unas cuantas apuestas a La Primitiva del jueves, vaya a ser que suene la campana...
Vale, bromas aparte y después de la parrafada que os solté como acompañante de las tortas de aceite y anís para intentar medio justificarme, me acabo de dar cuenta de que me olvidé mencionaros otro de los motivos (y de los más importantes, vaya) por el que no puedo publicar tantas recetas ni participar en todos los eventos, retos, iniciativas, etc., en los que me gustaría: Mi chico (todavía no me acostumbro a llamarle "marido", dadme tiempo...) también está hasta arriba de trabajo últimamente, y las pocas veces que coincidimos un día entero los dos en casa, o a él no le apetece pasarse una hora cámara en mano haciéndole fotos a unas croquetas, o yo ya he preparado los tápers para el día siguiente y los tengo bien guardaditos en su bolsa térmica o, simplemente, nos apetece disfrutar de nuestra compañía mutua y pasarnos la tarde tirados en el sofá, viendo una peli y poniéndonos finos a palomitas... Vaya, a lo que se le llama descansar un poco y, ya que nos ponemos, hacer algo de vida en pareja, que nunca está de más.
Como ya os he comentado en multitud de ocasiones, mi chico es fotógrafo y, aunque se le dan mejor los exteriores, no ha parado de sorprenderme con sus fotos de mis recetas desde que empecé con el blog. Yo, en cambio, no me llevo tan bien con la cámara como me gustaría e intento hacer uso de ella lo menos posible y sólo cuando no tengo más remedio (o por pura cabezonería, la verdad sea dicha).
Y aquí estoy, sin fotógrafo "oficial" hasta nuevo aviso, liada con mis 14 monstruitos "bilingües", intentando seguir con el ritmo de estudios y, para rematar, arrastrando un pedazo de constipado desde hace una semana. Eso sí, la "mala costumbre" de comer no nos la quita nadie y cocinar he tenido que cocinar igual... Por lo menos ha habido testigos de ello y, por supuesto, por estos lares no ibais a ser menos.
Hacía mediados de mayo os comentaba que empecé a participar en Cookpad España hará ahora 1 año y medio más o menos y que, lo que realmente hace que quiera seguir formando parte activa de esta comunidad, es el hecho de que se trata de una plataforma donde la gente realmente disfruta cocinando, compartiendo y aprendiendo, y eso se nota. Lo mismo puedes encontrarte con recetas muy elaboradas con unas fotografías espectaculares, como con otras mucho más humildes y sencillas, cocinadas, fotografiadas y editadas casi al momento, como ha sido el caso de la mayoría que servidora ha ido publicando últimamente y que me dispongo a enseñaros hoy.
Sin más, aquí tenéis algunas de ellas que espero os ayuden a diseñar un menú adaptado a vuestros gustos y/o necesidades, pues hay un poco de todo (guarniciones, platos de carne, platos de pasta, cenas ligeras...):


- Este arroz salteado con verduras y frutos secos constituye una guarnición mucho más ligera que las clásicas patatas fritas y resulta ideal para acompañar y completar nuestros platos de carne y/o pescado, aunque también lo podemos disfrutar tal cual a modo de entrante o cena ligera. En cualquier caso se trata de una receta muy sencilla, aromática y nutritiva.



- La escalivada es uno de los platos vegetales más básicos del recetario catalán y resulta ideal para preparar esta receta de torradas "a la catalana", una cena muy sencilla y muy rica. La palabra "escalivada" viene del verbo "escalivar", que en catalán significa “asar al rescoldo”, y suelen emplearse verduras como el pimiento rojo, la berenjena, la cebolla, etc.



- Y de la verdura pasamos directamente a la carne, y lo hacemos con estas albóndigas ligeras de pollo con verduras. Las albóndigas son de esos platos que no faltan en ninguna casa y que, acompañadas de una buena salsa a base de verduras y un poco de arroz cocido, patatas, pasta, etc., se convierten en un plato completo y delicioso, pero también bastante calórico. Por eso, con esta receta os enseño como las preparo yo en casa para que resulte un plato más ligero pero no por ello menos rico.



- Y ahora le llega el turno a la pasta con estos macarrones con salsa de tomate y queso crema, una receta que sorprende por su sencillez y sabor y perfecta para el táper a modo de plato único.



- Aunque estemos ya con el estómago lleno, nadie le dice que no a un dulce final, ¿Verdad?
Para ello, os propongo este pudin de pan y chocolate que, aparte de ser delicioso, nos permite dar salida a los restos de pan/bollería que se nos hayan quedado duros.



Y bien, esto es todo por ahora. Como podéis comprobar, ni son recetas excesivamente elaboradas y las fotos distan mucho de estar a la altura de las que suelo enseñaros aquí, pero todo ello es el reflejo de la cocina de mi casa, una cocina "de batalla", a la que no dejo de dedicarle muchos ratos y a la que siempre le pongo mucho cariño.
Antes de despedirme hasta la próxima (y, muy a mi pesar, nunca sé cuándo caerá exactamente...), aprovecho para volver a recomendaros Cookpad, pues entre retos, días temáticos, tardes de cocina en directo y demás, tendréis la oportunidad de aprender mucho, de conocer a gente muy maja y con muy buena mano en la cocina y, sobretodo y más importante, de pasarlo muy muy bien. Tened por seguro que el equipo de Cookpad España (en mi caso fueron Irene y María, dos chicas que son un amor) os recibirá con los brazos abiertos.

¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz semana!

lunes, 10 de octubre de 2016

TORTAS DE ACEITE Y ANÍS PARA #ELHÁBITOSÍHACEALMONJETS



Bien, llegados a este punto y viendo mi ritmo de publicaciones actual, he pasado de sentirme como una niña friki de la cocina que intenta llevar un blog de la manera más decente posible, a sentirme como San Andrés, "ese que viene una vez al mes" (chicas, ya sabéis a lo que me refiero)... 
No os engañéis, no hay ni habrá ninguna otra ley más científica y más cierta en este mundo que la Ley de Murphy. Porque si el señor Murphy pudo demostrar en su momento que la tostada se te va a caer siempre del lado de la mantequilla, ¿Que pasa cuando Miss Debora se pone a preparar alguna publicación para subirla al blog? Pues exactamente lo mismo, que acaba pringando todo el suelo de la cocina de mantequilla (qué metafórico me ha quedado eso...).
¿El último lío en el que me he metido? Ni más ni menos que en el maravilloso mundo de las clases extraescolares. Ya os podéis imaginar la situación: 5 de la tarde, un aula, una pizarra, un libro de inglés y 14 niños de entre 8 y 11 años agotados después de haber estado todo el día de clase en clase, parando sólo para almorzar... Casi nada. 
Pero bueno, confieso que después del "sustillo" del primer día (parece que no, pero tener a tantos ojos a la vez mirándote, preguntándote y esperando a que les des algo para hacer impone, y mucho), poco a poco me va motivando más el hecho de tener que hacer "mis deberes" y prepararles actividades pensando en cómo motivarles y en cómo hacer que aprendan y se lo pasen bien a la vez. De momento parece que vamos por buen camino, a ver si sigue igual hasta final de curso y me gano la etiqueta de profe molona :P En fin, soñar es gratis, y vamos a lo que vamos, que siempre me lío...
Como os contaba, por una cosa o por otra siempre termino yendo muy justa de tiempo. Por lo menos ya he aprendido la lección, y cuando quiero y veo que puedo aportar mi granito de arena en alguna colaboración, reto, iniciativa, etc., intento planificarme con un par de días de margen y casi siempre agradezco haberlo hecho.
Como cada mes, llegados el día 10, un grupo de bloggers la mar de majetes nos damos cita virtual para participar en la iniciativa de La Cocina Typical Spanish publicando una receta tradicional de nuestro país. 
Klerit, autora del blog Código Secreto 208 ha sido nuestra anfitriona de este mes y nos ha querido transportar virtualmente a las cocinas de los conventos y los monasterios de nuestro país y descubrir así las delicias que se preparaban y se preparan en esos benditos lugares... ¡Y tan benditos!
Confieso que este mes he disfrutado de lo lindo con un reto tan "divino", y es que me matado unos cuantos pájaros de un tiro: Por  fin he ido a Caelum, una pastelería-cafetería de Barcelona dedicada única y exclusivamente a los dulces de convento a la que me moría de ganas de ir desde hacía mucho tiempo; He aprendido un montón de cosas gracias a todo el contenido que hemos ido compartiendo entre todos los participantes a lo largo del mes; He preparado una receta que tenía pendiente también desde hacía mucho y, para rematar, ha sido un éxito rotundo en casa. Por mi, reto más que superado :)
Sé que las tortas de aceite y anís son un dulce muy conocido y que quizás no se considere una receta de convento como tal, pero aparecen en los recetarios de muchos y yo, que he tenido oportunidad en más de una ocasión de probar las tortas de aceite hechas por monjas, os puedo asegurar que no tienen nada que ver con las que compramos en el supermercado... ¡Espectaculares, deliciosas, puro vicio! Tan crujientes, tan dulces y tan aromáticas que cuesta comerse sólo una. Aunque bueno, se puede decir que es uno de esos "caprichos sanos", pues son 100% mediterráneas, con un buen aceite de oliva, sin huevos y sin lácteos. Por rizar un poco más el rizo y hacerlas un pelín más beneficiosas para mi, las he preparado con harina integral, cosa que no ha alterado el resultado en absoluto. 
Por supuesto, no son 100% auténticas y no me han salido perfectas, pero le he puesto mucho cariño y a nosotros nos han sabido a gloria. 
Como no podía ser de otro modo, aprovecho para dedicárselas a mi yayo, que en paz descanse. Rara era la tarde en la que el hombre, ya bien almorzado y con el cansancio acumulado de haber estado toda la mañana trabajando en el huerto y de haberme cuidado, no se tomara su café con leche y su torta de aceite. Él con lo suyo y yo con mi pan migado en leche con cacao, eran las mejores meriendas del mundo mundial.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unas 12 tortas):
- 100 gr harina de trigo integral
- 50 ml agua templada
- 25 gr aceite de oliva virgen extra
- 1/2 cucharada de anís en grano
- 1/2 cucharada de ajonjolí (sésamo)
- 5 gr levadura seca de panadería
- 1 cucharada sopera grande de anís dulce
- 30 gr azúcar + un poco más para rebozar
- 1 piel de un limón y/o una naranja
- 1 pizca sal

- Para empezar, ponemos en un cazo a fuego más bien bajo el aceite con la piel del limón y/o la naranja (o ambos) y templamos hasta que humee un poco. Entonces retiramos del fuego, añadimos el anís en grano y dejamos infusionar hasta que enfríe por completo, momento en el que retiraremos la piel de la fruta. Reservamos.
- En un bol grande mezclamos bien la harina, la sal, el azúcar, el sésamo y la levadura. Añadimos entonces el agua, el aceite frío y la cucharada sopera de anís dulce y amasamos bien hasta formar una bola de masa que no se pegue a las manos. Dejamos reposar la masa dentro del bol tapada en un lugar cálido hasta que doble su tamaño (1 y 1/2 hora más o menos).
- Antes de continuar, encendemos y precalentamos el horno a 210 ºC, calor arriba y abajo.
- Pasado este tiempo, enharinamos un poco la superficie de trabajo y volvemos a amasar para desgasificar un poco la masa.
- A continuación, vamos cogiendo bolas de masa en función del tamaño en que queramos las tortas y las aplanamos todo lo que podamos. Podemos ayudarnos de un rodillo.
- Seguidamente, colocamos las tortas planas en una bandeja de horno cubierta con papel vegetal y las espolvoreamos con un poco de azúcar.
-  Horneamos las tortas a 210ºC durante 10-12 minutos, o hasta que estén doraditas al gusto.
- Retiramos el horno y dejamos enfriar por completo antes de consumir.




Notas:
- Al salir del horno puede parecer que estas tortas aún están un poco blandas, pero se terminan de endurecer al enfriarse y quedan muy, muy crujientes, sobretodo si conseguís que os queden finitas.
- El toque de la piel de los cítricos es algo que va muy a gustos: Hay quien le pone limón y naranja, o sólo limón, o sólo naranja, o le añade un poco de ralladura a la masa... Quedan unas tortas deliciosas de todos modos.
- En una caja de metal apta para guardar galletas o incluso en un táper, estas tortas se conservan crujientes 4-5 días. A partir de ahí empiezan a ponerse un poco blandas, pero mojadas en el café o en la leche están ricas igual.




Y esto es todo, por ahora.
Mantengo mi promesa de pasarme por vuestros blogs y disfrutar con todo lo rico que habéis estado cocinando estos días.
Antes de despedirme os dejo también el enlace al recopilatorio de este mes que, para variar, nos ha quedado divino, y nunca mejor dicho je je.
¡Millones de gracias por seguir ahí, y feliz semana!

sábado, 10 de septiembre de 2016

PIMIENTOS RELLENOS DE SALMÓN Y FRUTOS SECOS PARA #LAVUELTAALCOLETS



"... Y a ver si te bajas alguna tarde más y nos tomamos un café o algo, que parece mentira que seamos prácticamente vecinas y te haya visto 4 veces contadas en todo el verano, hija...".
Esta ha sido la frase con la que hoy, día 9 de septiembre, siendo casi las 3 de la tarde y con toda la intención de tocarme un poco la "patata", mi señora madre se ha despedido de mi después de haberle hecho una visita rápida. Y la verdad, siendo sincera conmigo misma y aunque me pese, razón no le falta... ¿Pero cómo es posible que ya haya terminado el verano? ¿Nos hemos plantado ya en septiembre, de verdad de la buena? 
Después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión que, al ritmo con el que a veces transcurren mis días, voy a tener que darme prisa, porque igual me despierto una mañana, es día 25 de diciembre y me pilla sin mantecados, polvorones, turrones ni nada de nada...
Vale, vale, ahora enserio... Vaya culo inquieto estoy hecha. Desde siempre, soy de ese tipo de personas que no saben estar sin hacer nada, para las que el tiempo parece que no pase cuando no se tiene apenas nada que hacer, y a las que les resulta un auténtico calvario plantearse estar unos días en casa "descansando". En cambio, y aunque sea irónico a rabiar, cuando nos levantamos por la mañana y visualizamos nuestro día, nuestra semana, nuestro mes o nuestra temporada llena de cosas que hacer (ya sea por trabajo, estudios, proyectos más personales o todo a la vez) y no nos queda otra que seguir una rutina e intentar llegar a todo, los días se van sucediendo mucho más rápido de lo que quisiéramos y al final todo termina mucho más rápido de lo que nos gustaría.
Cuántas y cuántas veces me habré dicho a mi misma "Madre mía Debora, menuda temporada te espera..." Y al final, el 99% de las veces (siempre me reservo un margen de error, que una no tiene una memoria tan exacta...) he sobrevivido, he aprendido un montón, lo he disfrutado como una cría e incluso lo he llegado a extrañar muchísimo después.
Así ha sido precisamente nuestro verano. Un verano que, tal y como os comentaba en mi última entrada, pintaba intenso desde el principio y que ha sido mucho más que eso. Empezando por nuestra boda y continuando con nuevas oportunidades laborales, alguna que otra escapada fugaz, visitas de amigos y familiares a los que llevábamos muchísimo tiempo sin ver y otros proyectos más personales que tengo previsto explicaros en unos días, junio, julio y agosto han sido unos meses de locura, de ir paso a paso, estableciendo prioridades e intentando llegar a todo lo que se ha podido. Qué os voy a contar, si todos hemos tenido, tenemos y tendremos épocas así, en las que nos toca renunciar a unas cosas y tirar para adelante con otras, ¿Verdad?
En mi caso no puedo quejarme, pues haciendo de nuevo alusión a mi señora madre, "sarna con gusto no pica" y he estado y sigo estando realmente contenta con el transcurso de mis días, así que voy a seguir disfrutándolo hasta que dure. De momento preveo seguir ocupada pero teniendo un poco más de tiempo para mi, por suerte.
Es por eso precisamente por lo que me hace tanta ilusión volver a publicar después de dos meses sin hacerlo. Y lo hago con el doble de ganas, pues pensaba que tampoco llegaría a tiempo de participar en la iniciativa de La Cocina Typical Spanish de este mes y al final, aunque apurando un poco, he podido preparar algo decente para la ocasión , ¡Toma ya!
Septiembre es para la mayoría "el mes de las vueltas". Las vacaciones llegan a su fin y toca volver a casa, al trabajo, a la universidad, al instituto... Pero los protagonistas indiscutibles de este mes son los peques de la casa y la famosa operación "Vuelta al cole", así que este reto va por ellos.
Recuerdo perfectamente la ilusión que me hacía a mi volver a empezar el curso, no sólo por el hecho de reencontrarme con mis compañeros y ponernos al día explicándonos nuestras "hazañas" veraniegas, sino por todo el trajín previo al primer día de clase: Preparar la mochila, cotillear los libros nuevos, ordenar el armario... Eso sí, y como ya os he comentado en más de una ocasión, en casa nunca nos ha faltado de nada pero tampoco íbamos sobrados de dinero precisamente. Por eso, igual que se hacía a la hora de cocinar, todo lo que se podía aprovechar y "reciclar" de un año para otro se aprovechaba y yo, como  me crié con esa mentalidad, iba al cole con el mismo estuche y la misma mochila que el año anterior, pero más feliz que una perdiz.
Septiembre también significaba para mi volver a los almuerzos en casa de mis yayos, pues mis padres casi siempre estaban trabajando llegado el mediodía. Y septiembre también significaba para mi yaya, aunque el calor todavía no nos hubiera dado tregua, volver a los platos contundentes y "de cuchara": Que si potaje de lentejas, que si potaje de judías, que si cocido... Si, como podéis suponer, mi trabajito me costaba comérmelos después de una mañana agotadora de clases y a unos 25ºC a la sombra, pero la mayoría de veces mi esfuerzo se veía recompensado… Os cuento: Mi abuela siempre ha tenido y tiene un don innato para aprovechar las sobras de cualquier plato, don que también ha heredado mi madre y que yo intento poner en práctica siempre que puedo.
Con los restos de carne del cocido, por ejemplo, preparaba una ropa vieja deliciosa o un relleno para pimientos que estaba más rico aún, si cabe.
Han sido precisamente los "pimientos de cocido" de mi yaya los que me han inspirado para preparar mi propuesta de este mes, unos pimientos rellenos de salmón y frutos secos que han sido sin duda alguna el descubrimiento culinario de la temporada y que pienso preparar muchas veces más.
En un principio mi intención era rellenarlos de atún, pero teniendo un par de lomos hermosos de salmón a la plancha en la nevera que me habían sobrado del almuerzo anterior, no dudé ni un segundo en usarlos para preparar el relleno y fue una decisión completamente acertada.
Para ir terminando (lo sé, me enrollo más que las persianas, no lo puedo evitar...) la mayoría sabréis que no tengo hijos ni nenes a mi cargo, pero lo que sí tengo es la sensación constante de vivir con un "nene grande" que, a pesar de tener ya 25 añazos largos, aún sigue sin ser demasiado amigo de las verduras. El pimiento, por ejemplo, es una de las que menos tolera pero, oye, desde que se los preparo rellenos se los come apenas sin rechistar... En algo hemos avanzado, ¿Verdad?
En fin, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 2 pimientos verdes italianos grandes (unos 75-100 gramos cada uno)
- 2 lomos de salmón a la plancha medianos (unos 100-120 gramos cada uno)
- 3 cucharadas soperas de tomate natural triturado
- 1/2 cebolla mediana
- 1 diente de ajo
- 15-20 pasas sultanas sin pepitas
- Una cucharadita de granillo de almendra o 4/5 almendras picadas
- 1 vasito (100 ml aprox.) de vino blanco de cocina
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
- Sal, perejil, pimentón dulce y pimienta, al gusto

- Para empezar, lavamos muy bien los pimientos, les cortamos el rabillo y los despepitamos con la ayuda de una cuchara sopera, intentando que no se rompan. Los lavamos bien también por dentro y reservamos.
- Cortamos la cebolla y el ajo en dados pequeños y reservamos.
- Desmenuzamos bien el salmón, eliminando toda la piel y las espinas que pueda tener, y también reservamos.
- Ponemos el aceite a calentar en una sartén a fuego medio y doramos bien la cebolla y el ajo (4-5 min). Añadimos entonces el tomate triturado, las pasas y las almendras, y rehogamos un par de minutos más. Seguidamente, añadimos el vino, el salmón desmenuzado, la sal y las especias al gusto y dejamos que se cocine hasta que el vino se haya evaporado (unos 5-7 min), removiendo de vez en cuando. Por último, retiramos del fuego y dejamos enfriar por completo.
- Antes de continuar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- Una vez el relleno esté frío, procederemos a rellenar los pimientos: Con la ayuda de una cuchara sopera, tomamos porciones de relleno y las introducimos con mucho cuidado en los pimientos, intentando que no se rompan y presionando hacia abajo para que queden bien rellenos.
- Una vez rellenos, colocamos los pimientos sobre papel de aluminio, los regamos con un poco de aceite de oliva y los envolvemos bien, asegurándonos de que la envoltura de aluminio queda bien sellada.
- Colocamos los pimientos sobre una bandeja o fuente de horno y los horneamos a 190ºC durante 1:15h - 1:30h aproximadamente (dependiendo de si los preferimos más "al dente" o más tiernos).
- Pasado este tiempo, sacamos los pimientos de horno y los dejamos templar unos 20 minutos antes de quitarles la envoltura.
- Para terminar, servimos los pimientos rellenos templados (1 por persona) con alguna guarnición y/o salsa a nuestra elección (puré de patatas, patatas al horno, patatas fritas, arroz salteado sencillo, un poco de mayonesa, etc.).




Notas:
- Si os gustan las verduras "al dente", con apenas 1h-1:15h de horneado tendréis los pimientos listos. Si, en cambio, preferís que queden más blanditas y cocidas, os recomiendo hornearlos unos 15 minutos más. 
- Os recomiendo no desenvolver los pimientos durante el horneado y comprobar su punto simplemente presionándolos un poco sobre el papel de aluminio pues, si lo hacemos, luego nos resultará muy complicado volverlos a sellar bien, perderán el calor y la humedad interior y quedarán más secos y menos asados.
- Si los pimientos tienen una piel muy gruesa puede resultar molesta a la hora de comer. Una vez asados y templados podemos quitársela sin problemas, pues se desprende fácilmente.
- Combinar pescado (especialmente azul) con algún tipo de fruto seco dulce es algo que siempre se ha hecho en casa y que personalmente me encanta, pero si no lo añadimos quedan unos pimientos ricos igual.
- Para mejorar la presentación final, podemos conservar el "rabillo" de los pimientos y colocarlo a modo de tapa una vez los tengamos en el plato. Esto también ayuda a evitar que el relleno se salga.
- Con restos de carne del cocido o de pollo asado, de atún, de bacalao, de carne a la boloñesa, añadiendo un poco de arroz o patatas a dados, etc. Las posibilidades de rellenos y de guarniciones son infinitas y van a gusto de cada un@, así que imaginación al poder.




Espero que os haya gustado mi aportación de este mes.
Todavía no hemos "vuelto al cole" oficialmente (aquí las clases empiezan el próximo día 12), pero yo ya me he auto-impuesto la tarea de visitar todos vuestros blogs y ver qué cosas ricas habéis estado cocinando este verano, así que esperad mi visita estos días :)
Os dejo el enlace al recopilatorio con el resto de aportaciones de mis compis. Como siempre, no tiene desperdicio y seguro que vuestros nenes os lo agradecerán mucho si os animáis a poner alguna de las recetas en práctica. O dos, o tres, o...
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz fin de semana!

domingo, 3 de julio de 2016

PALITOS DE ANÍS, CANELA Y LIMÓN



Casi medio mes de ausencia es mucha ausencia, y eso que todavía estamos, como aquel que dice, empezando el verano, uff... Pinta muy muy intenso. Os cuento:
Como cualquier niña de mi edad, cuando era pequeña me daba mucho coraje darle la razón a mi madre cuando me advertía de que no hiciera algo, de que el resultado y/o las consecuencias no iban a gustarme, y en el 99,9% de los casos terminaba por ser así. Menudos berrinches me pillaba, unas pataletas de campeonato, de esas de llorar de rabia y tirarme de los pelos hasta terminar agotada. Y es que, a parte de ser una niña, he de reconocer que siempre he sido bastante orgullosa...
Hoy en día me pesa mucho menos y, de hecho, no me importa en absoluto y me enorgullece reconocer que mi madre (y todas las madres en general) es una maldita enciclopedia de sabiduría popular, una de esas mujeres que, frase hecha por aquí y refrán por acá, siempre tienen algo que aconsejarte para (casi) cualquier situación que se te presente en la vida.
Con "El que algo quiere, algo le cuesta" aprendí que no se puede tener todo en la vida; Con el "Gotita a gotita se llena la pica" aprendí a tener un poco más de paciencia para el ahorro; Y con "El que la sigue, la consigue" aprendí a darle valor a las cosas que deseaba y a trabajar para conseguirlas.
En los últimos dos meses me he vuelto a ver en una de esas situaciones en las que mi madre siempre tiene algo que decir: "Las mejores cosas de la vida llegan sin buscarlas y sin avisar".
Sin buscarlas, sin planificarlas, sin darte cuenta y sin nada de nada... Vaya, incluso cuestan de asimilar y parecen sinsentidos, y no las puedes apenas controlar, simplemente hay algo que fluye y tu te dejas llevar, punto.
Cansada de esforzarme, de buscar, de rebuscar y de insistir, más de una vez he tenido que dejar algunos de mis propósitos de lado y conformarme con lo que tenía, aunque no fuera precisamente santo de mi devoción.
A modo de ejemplo, Marc llegó a mi vida justo en el momento en el que decidí dejar de envidiar a esas parejas jóvenes que se colmaban de besos y arrumacos por la calle y dedicarme a disfrutar de mi soltería; 3 años después, encontramos el piso donde vivimos justamente cuando decidimos dejar de buscar, muy desilusionados y frustrados por no tener ni ingresos ni avales suficientes para alquilar cualquiera de los pisos que nos gustaban; Por último, y a modo más personal, hace poco que encontré el trabajo que estaba buscando hacía mucho, muchísimo tiempo... ¿Y sabéis qué? Pues sí, lo encontré justo en el momento en el que decidí desistir en mi búsqueda y conformarme con el trabajo que tenía (profesión que adoro, por cierto, pero de la que necesitaba tomarme un  gran respiro).
Y a día de hoy, como quien no quiere la cosa y sin apenas darme cuenta, soy una mujer casada que disfruta limpiando, cocinando, mirando ideas de decoración, cambiando los trastos de sitio o simplemente tumbada en el sofá de su casa, sobretodo después de un día agotador en un trabajo que le llena, y mucho.
Al principio me sentí eufórica, pero poco después la euforia dejó paso a la sensación de plenitud y, hoy por hoy, me siento llena y muy satisfecha. Por poner un pero (siempre hay un maldito pero), he de reconocer que tanto dejarme llevar me ha dejado agotada. Demasiados sucesos y demasiados cambios a los que todavía me estoy acostumbrando y que me consumen mucha energía mental, cosa que ha llegado a pasarme factura y a lo que he tenido que poner remedio urgente. Por eso, en los pocos ratos libres que tengo para mí últimamente, he decidido darme al paseo relajado, a la lectura fácil, a la música tranquila, a los baños relajados, a la cocina sencilla y poco más.
Y en esta misma línea va la receta que os traigo hoy. Se trata de otra versión de aquellos palitos de canela y anís que he hecho tropecientas veces y que nunca duran más de dos días en casa.
Hará cosa de una semana tuvimos una tarde de lo más lluviosa y agobiante, y andaba yo muy perezosa y muy antojosa de dulce, así que me atreví a encender el horno, abrí todas las ventanas para no morir en el intento y me puse manos a la obra.
La ralladura de limón combina a las mil maravillas con la canela y el anís y le aporta un toque fresco y ácido riquísimo a estos palitos. Su sabor es muy parecido al de las rosquillas fritas de anís de toda la vida, pero el procedimiento es mucho más sencillo y resulta un dulce muchísimo más ligero, por lo que no nos va a pesar demasiado darnos el capricho aunque estemos en plena operación bikini :)
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para una bandeja de 25 piezas aproximadamente):
- 125 grs. de harina
- 1 yema de huevo
- 50 ml de aceite de oliva suave
- 30 grs. de azúcar + azúcar para el rebozado
- 1/2 cucharadita de canela molida
- La ralladura de 1/2 limón
- 1 cucharadita de anís en grano
- 1 copita (25 ml) de anís

- Antes de empezar pre calentamos el horno a 190º C.
- Colocamos toda la harina en un bol y añadimos la yema de huevo, el aceite, el anís y la copita de anís, la canela, la ralladura de limón y el azúcar.
- Ahora lo mezclamos todo bien hasta que la masa resultante no se pegue a las manos. La tapamos y la dejamos reposar unos 20 minutos en un lugar cálido.
- Pasados los 20 minutos, estiramos con las manos la masa y vamos formando tiras largas más o menos iguales.
- Pasamos las tiras por el azúcar y las vamos colocando en una bandeja de horno con un papel de horno o de aluminio ligeramente engrasado.
- Horneamos unos 15 minutos hasta que estén doradas y el azúcar forme una capa caramelizada.
- Dejamos enfriar y servimos.




Notas:
- Yo prefiero usar vino moscatel en vez de anís para hacer estos palitos, porque su sabor es mucho más suave y me gusta el punto de dulzor que le da.
- Estos palitos también quedan muy ricos si les "clavamos" unos frutos secos por encima antes de pasarlos por el azúcar y hornearlos.
- Os invito a variar la forma de los palitos, las posibilidades son infinitas y es mucho más divertido, sobretodo para los peques de la casa.
- Si se guardan en un táper o cualquier recipiente adecuado, estos palitos aguantan perfectamente una semana sin perder sabor ni textura.


Y nada más por ahora. Espero que os haya gustado la receta, hacia mucho tiempo que no preparaba ni publicaba nada dulce y ya iba siendo hora.
Las fotos vuelven a ser mías y, a decir verdad, esta vez estoy bastante contenta con el resultado, sobretodo si las comparo con las de la receta original. ¿Vosotros qué opináis?
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz domingo!
Un abrazo.