miércoles, 26 de agosto de 2015

COCA DE CALABACÍN Y CEBOLLA



Me gusta el verano, por poder despertarme con un sol radiante entrando por las rendijas de la persiana, por poder vestirme mucho más sencilla y fresca, por las largas siestas hasta que pase el calor de la tarde, por los interminables paseos por la playa mientras empieza a caer la noche, y por terminarla tomando un helado en alguna terraza o dándote un largo baño en alguna playa solitaria.
A veces el exceso de calor nos nubla tanto la sesera que nos hace olvidar que esta época es digna de disfrutarla. Pequeños placeres que, sea por el motivo que sea, no podemos disfrutar a diario pero que, precisamente por eso, los aprovechamos al máximo cuando tenemos la oportunidad y nos ayudan a mantenernos en equilibrio.
Pero si hay algo que realmente me gusta del verano es que los huertos se llenan a verduras deliciosas a las que hay que buscarles salida. Si como yo tenéis la grandísima suerte de poder comprar verduras crecidas a un ritmo natural, al sol, sin ningún tipo de pesticida, de esas que da gloria verlas y todavía más gloria comerlas, sabréis de lo que hablo.
Ayer, mientras pensaba qué hacer para la cena, abrí la nevera para ver qué verduras tenía y como podía sacarles partido, porque habíamos comido algo pesado al mediodía y era lo que más nos pedía el cuerpo. Una cebolla empezada, un calabacín hermoso, y medio envase de queso rallado. Volviendo a la despensa, como suele ser normal en casa, harina, levadura, salvado de avena, aceite de oliva.. Así que ayer, después de mucho tiempo sin hacerlo, nos dimos un homenaje con esta sencilla pero deliciosa coca de calabacín, calabacín 100% natural, calabacín que en verano está en su mejor época y que es una de esas verduras imprescindibles en casa. Por supuesto, sobre una base de masa casera rica en fibra que preparo substituyendo la mitad de la harina por el salvado y que no tiene ningún misterio, pues en cuanto al amasado y al levado se prepara exactamente igual que la tradicional y el sabor y la textura son muy similares.
¿El resultado? Una coca muy ligera, esta vez con una masa fina y crujiente, y con un relleno mucho más rico de lo que esperábamos, pues el calabacín y el queso casan de maravilla.
Con media coca para cada uno y un buen bol de macedonia de fruta, cenamos la mar de bien.
Os dejo los ingredientes y la preparación, y os animo a probarla.




Ingredientes (para una coca grande):
Para la masa:
- 4 cucharadas soperas de harina
- 3 cucharadas soperas de salvado de avena
- Medio sobre de levadura de panadería
- 2 vasos de agua
- Sal y aceite de oliva suave, al gusto

Para el relleno:
- Media cebolla
- 1 calabacín mediano
- Orégano 
- Preparado de queso rallado para pizza (60 gramos aprox.)
- Sal y aceite de oliva suave, al gusto

- Empezamos preparando la masa: en un bol, añadimos la harina, la levadura, el salvado y la sal, y mezclamos en seco. Seguidamente, añadimos el agua y el aceite y mezclamos con las manos hasta obtener una masa homogénea que dejaremos reposar como mínimo una hora tapada en un lugar cálido.
- Una vez la masa haya doblado su tamaño, amasamos de nuevo durante unos 5 minutos y la estiramos sobre la bandeja del horno bien engrasada.
- Cortamos el calabacín en rodajas finas y lo vamos colocando sobre la base de coca, presionando un poco. Hacemos lo mismo con la cebolla. Espolvoreamos con orégano y sal para terminar.
- Pre calentamos el horno a 180º
- Dejamos la coca reposar durante unos 20 minutos e introducimos en el horno durante unos 20 minutos, para que las verduras se hagan y la masa leve un poco más.
- Pasado este tiempo, sacamos la coca del horno, aumentamos la temperatura del mismo a 200-210º, le añadimos el queso y la volvemos a introducir otros 10-12 minutos, o hasta que tenga el dorado deseado.
- Por último, sacamos la coca del horno, la dejamos templar un par de minutos, cortamos en porciones y servimos, espolvoreada con más orégano o incluso con un poco de aceite de oliva si nos gusta.




Notas:
- El salvado es un producto que absorbe mucha agua, de ahí la cantidad utilizada. Se puede preparar la masa perfectamente con harina normal, reduciendo la cantidad de agua a 1 y 1/2 vasos.
- En casa nunca retiramos la piel del calabacín ni de la berenjena, porque es rica en fibra y porque nos encanta que quede al dente y le aporte un toque crujiente. Eso va a gustos.
- No os excedáis con el tiempo del horno, porque en este caso es fácil que el calabacín y/o la masa, al ser muy finos, queden secos.
- Las cocas admiten multitud de rellenos, así que imaginación al poder.


Seguid disfrutando del verano, de las verduras tan ricas que nos ofrece y de las recetas que podemos preparar con ellas, por supuesto.
Abrazos.

lunes, 24 de agosto de 2015

"REBUJO" DE PATATAS, HUEVO Y MORCILLA



"Que un plato te recuerde a tu infancia multiplica el placer que sientes al comerlo".
Esto es lo que sentenciaba hace ya un tiempo Mikel López Iturriaga en su conocidísimo y alabadísimo blog de El Comidista, del que aprovecho para declararme lectora y seguidora incondicional. Por supuesto, yo no podría estar más de acuerdo con dicha afirmación. Si pudiéramos comer de los recuerdos, evocar esos olores y sabores de nuestra infancia cada vez que nos volviéramos a meter en la cocina a preparar el plato en cuestión y, sobretodo, cada vez que volviéramos a disfrutarlo, el placer de comerlo se multiplicaría por dos, por tres, o por tantas veces como poder de evocación tengamos. Y es que, llamadme melancólica en exceso si queréis, sigo en mis trece de que la cocina tiene un componente emocional (y social, por supuesto) enorme y disfruto muchísimo cuando me "reencuentro" con alguna comida que, pasados los años, consigue trasladarme a momentos felices de mi pasado. Qué sencillo y qué bonito era todo, cuando mi madre o mi abuela cocinaban y yo sólo tenía que preguntarles las cantidades para apuntarlas en mi libreta de recetas, poner la mesa y sentarme a disfrutar de los olores y sabores más deliciosos que jamás he probado.
A mediados de la semana pasada fui a hacerle una visita a mi abuela y me la encontré preparando lo que en casa llamamos "rebujo". El "rebujo" no es más que un sencillísimo plato de patatas fritas revueltas con huevo y chorizo o morcilla, acompañado de un pimiento frito, si ya queremos darnos el homenaje completo. ¿Por qué será que, la mayoría de veces, los platos más fáciles y básicos son los que más nos gustan? Tratándose de cocina, todo es muy amplio y relativo, todo depende de cada paladar y hablo a criterio personal, pero.. ¿Verdad que no soy la única a la que le pasa?
Pues bien, cuando volví a casa y tuve que preparar la comida, ya os podéis imaginar qué comimos ese día. Fue algo casi inevitable, el antojo que se me había creado era demasiado grande como para dejarlo pasar. Además, tenia patatas, tenía huevos, tenía morcilla y también tenía el tiempo justo para cocinar, así que se puede decir que fue algo que me estaba destinado :P
Mientras lo preparaba, me vinieron a la mente muchísimos recuerdos de mi infancia, de lo largas que se me hacían las clases los días que en casa tocaba rebujo para comer, o de como deseaba que mi yaya se lo preparara a mi tío para que le diera una fiambrera a rebosar a mi madre, o de como incluso, cuando accedí a ponerme a dieta para mejorar mi salud, el rebujo se convirtió en mi "plato-homenaje", un homenaje que me daba los domingos si mis avances habían sido muy positivos, cosa que me ayudó a seguir la dieta con muchas más ganas.
Cómo os comentaba al principio, el rebujo es un plato que no tiene ningún misterio: patatas, huevo, morcilla o chorizo, aceite y sal. Sencillo pero delicioso, de esas comidas clásicas que no faltan en ningún hogar y que nos han sacado de un apuro en más de una ocasión.
La gracia de este tipo de platos reside en jugar con los añadidos y prepararlo a nuestro gusto: Unas rodajas de berenjena bien crujientes, un pimiento frito, unas rodajas de pan frito, unos tacos de jamón, o de bacon... en fin, cualquier cosa que tengamos a mano y que nos guste será bienvenida.
Plato único, por supuesto, y esta vez no puedo decir que sea ligero, por razones obvias. Pero, oye, preparado con mucho mimo y con una buena materia prima, y disfrutado de vez en cuando, no os podéis imaginar lo bien que sienta. Como veis, también me lo llevé en el tupper a trabajar e incluso frío me lo comí la mar de a gusto.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 2 patatas hermosas
- 3 huevos tamaño L
- Media morcilla negra (100 gramos)
- Aceite de girasol para freír
- 2 cabezas de ajo
- Sal, al gusto

- Para empezar, pelamos y lavamos las patatas, y las cortamos en cuadrados no demasiado pequeños. Las salamos ligeramente y reservamos.
- Ponemos a calentar una sartén a fuego medio-alto con el aceite y, una vez esté caliente, freímos las patatas hasta que estén a nuestro gusto. Escurrimos de aceite y reservamos.
- En un bol aparte, batimos los huevos y los salamos. Añadimos las patatas y dejamos que hidraten unos minutos.
- Troceamos muy menudo la morcilla y el ajo y, en la misma sartén y con un par de cucharadas de aceite de la fritura, doramos los ajos y la morcilla un par de minutos.
- Añadimos a la sartén la mezcla de patata y huevo y la cuajamos, sin parar de remover para que el huevo no se queme y quede bien revuelto.
- Servimos inmediatamente.




Notas:
- Si queréis acompañar el revuelto con alguna verdura frita o pan frito, se deberán cocinar justo después de freír las patatas, en el mismo aceite ya caliente.
- El toque del pimentón le va de maravilla a este revuelto, así que si os gusta no dudéis en añadírselo, ya sea dulce o picante.
- Si cocináis las patatas en el horno y empleáis poco aceite a la hora de cuajar el revuelto, el valor calórico del plato desciende considerablemente.

Nada más por hoy, espero que os guste y que tengáis un magnífico inicio de semana.

jueves, 20 de agosto de 2015

PASTA GRATINADA CON PISTO



Cocineros/as, recetas y versiones de las mismas hay muchas, muchísimas, miles, millones diría yo, y seguro que me estoy quedando corta. Para que un plato vea la luz a través de nuestro blog, debe salir bien, debe estar catado previamente y nos ha debido de gustar, porque si no la entrada no tendría sentido alguno. Pero lo cierto es que no todo nos gusta por igual. Hay muchos platos que simplemente están bien y nos ayudan a salir del paso, otros que están bastante buenos y otros que están muy buenos. Esto es, en cierta manera, un poco relativo, porque quizás subamos cosas que, a criterio personal, no nos han llamado mucho la atención, pero al resto de los comensales que lo han probado les ha encantado, y al revés, por supuesto.
Yo, como la mayoría de personas que cocinamos con asiduidad, también tengo más o menos hecho ese "ránking" con todas las recetas que me parecen especialmente buenas, de esas que en casa todos estamos de acuerdo que son una acierto y que nunca nos cansamos de comer. Y si vienen invitados, por supuesto, tiras de "top five", "top ten" o del "top" que tengas, porque sabes que vas a quedar mejor que bien y que los comensales van a disfrutar de lo lindo.
No es de extrañar que mi cocina huela, como mínimo una vez por semana, a las lentejas de mi yaya, a los higaditos de pollo encebollados de mi madre, o a los rosquitos de anís que han cocinado desde siempre las mujeres de mi familia, o al pollo al horno de mi padre (que no me sale nunca igual, el condenado no me da la receta original ni a tiros, dice que es secreto de la familia Rosano...).
Ah, y por supuesto, huele a pasta con pisto. Cuando era pequeña y mi abuelo aun vivía, tenía un pequeño huerto a unos escasos tres kilómetros de casa al que siempre le sacaba el máximo provecho, pues no había estación en la que no plantara algo, aun a riesgo de que se le fuera a echar a perder. Deseando estaba que llegara cada día las 12 del mediodía, para salir a la puerta y ayudarle a descargar la cosecha del día: Qué pimientos, qué tomates, qué berenjenas, qué lechugas... qué todo señores, una auténtica gozada. Por muy ecológicas que me las quieran vender, y aunque estén buenas, jamás he vuelto a comer unas verduras con un sabor, un color y un aroma similar, ni de lejos, y que me disculpen el resto de payeses del mundo, pues quizás sea una opinión muy contundente y poco objetiva, pero es mi humilde opinión.
Una de las cosas que más le gustaba hacer a mi abuela con los excedentes de verdura eran conservas: de tomate natural, de tomate frito, de pisto, etc., para poder disfrutar de ellas también en invierno.
El trapicheo de botes de conserva desde casa de mis abuelos a la mía es un recuerdo que se ha quedado fijado en mi mente con mucho cariño. 
Mi madre usaba los sofritos de mi yaya para hacer la base de la salsa que acompañaría a la pasta y, dependiendo del día, le añadía atún o carne picada. Aunque como a mi más me gustaba era cuando la preparaba sola, con el único acompañamiento del sofrito de verduras, la cubría de queso y la ponía a gratinar en el último momento. A veces también le añadía un poco de bechamel, y entonces ya si que era una comida de fiesta. 
En fin, sin más preámbulos, os dejo con mi homenaje a esa pasta gratinada que tanto nos gustaba en casa y que ahora es un indispensable en la mía. Como veréis, es un plato sencillo en el que las verduras ganan protagonismo, pues si os animáis a hacer la salsa desde cero, con ingredientes 100% naturales, vais a notar muchísimo la diferencia. Esto, combinado con el sabor y el crujiente del queso recién gratinado, hacen que sea un perfecto, delicioso y equilibrado plato único.
Espero que os guste.





Ingredientes (para 2 platos muy hermosos):
- 150 gramos de pasta (macarrones, espaguetis, espirales...)
- 1 berenjena mediana
- 1 pimiento italiano pequeño
- Media cebolla
- 200 gramos de tomate natural triturado
- 1 pizca de azúcar
- Medio vaso de vino blanco
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- Ajo en polvo, pimienta, orégano y sal, al gusto
- 100 gramos de queso para gratinar (yo usé un preparado indicado para ello)

- Para empezar, cocemos la pasta según las instrucciones del fabricante, salamos y reservamos.
- Seguidamente, pelamos y limpiamos las verduras y las troceamos lo más menudas posibles.
- Ponemos una sartén a fuego medio con el aceite y cuando esté caliente añadimos la cebolla, le damos unas vueltas y añadimos también el pimiento y la berenjena.
- Salteamos las verduras unos 5-7 minutos, añadimos el vino y dejamos reducir un par de minutos más. Añadimos seguidamente el tomate, la pizca de azúcar, la sal y las especias y dejamos cocinar hasta que el líquido del tomate haya reducido casi por completo.
- Ahora, encendemos el horno a 200º en modo gratinador.
- Retiramos las verduras del fuego y las mezclamos bien con la pasta en la misma sartén. Dejamos unos 5 minutos que repose.
- En una fuente grande apta para horno, colocamos la pasta y la repartimos bien. Cubrimos con el queso e introducimos en el horno hasta que el queso se haya dorado.
- Por último, apagamos el horno, retiramos la pasta, la dejamos templar y la servimos, intentando no romper la capa crujiente de queso.




Notas:
- Para esta receta es muy recomendable cocer la pasta al dente, pues se terminará de hacer en el horno.
- Es importante que, en el momento de gratinar, el horno esté completamente caliente y que la pasta pasé en tiempo justo dentro del mismo, pues si no corre el riesgo de quedarse un poco seca.
- Como ya he comentado, con bechamel este plato gana mucho. Bastará con ponerla por encima de la pasta una vez la tengamos en la fuente, añadir el queso y gratinar del mismo modo.
- Cualquier añadido que se os ocurra y pueda combinar bien será bienvenido en este plato: carne picada, atún, tacos de pollo al horno, tacos de chorizo, tacos de jamón, salsa de queso en vez de bechamel... imaginación al poder.

Nada más por ahora, espero que os haya gustado.
¡Feliz fin de semana!

lunes, 17 de agosto de 2015

PASTELITOS SALADOS DE BERENJENA Y MOZZARELLA



Que me encantan los pasteles de verdura no es algo que vaya a pillar a nadie de nuevas. Disfruto comprando unas u otras verduras según si están o no en su mejor época, disfruto pensando qué combinaciones podrían funcionar y qué ingredientes puedo añadir para enriquecerlos mientras voy de camino a casa, disfruto cocinándolos y, por supuesto, disfruto comiéndolos y valorando qué podría mejorar para la próxima vez y convertirse así en firmes candidatos a ocupar un lugar en mi recetario del día a día. Otras veces, por no decir la mayoría, los pasteles/pudin/flanes de verdura que preparo lo hago en base de las verduras que me han sobrado de recetas anteriores, o para dar salida a un exceso de verduras a causa de una oferta irresistible con la que, cosas inevitables del destino, me he topado días antes en el mercado o en la frutería de confianza. Lo veo, me gusta, "Ay qué bien de precio está, lo compro... vale, a ver que hago ahora con tanta cosa". La historia de mi vida... Menos mal que la impulsividad a la hora de comprar sólo me gana con la comida, porque si no mi cuenta de ahorro estaría apañada.
Y me volvió a pasar lo mismo con las berenjenas. Cómo intentar resistirse a comprar dos quilos de berenjenas de payés por un eurillo de nada, y con lo que me gustan a mi, que siempre tengo, como mínimo, un par a mano... Pues nada, toca de nuevo darle vueltas a la sesera para ver qué podemos hacer con ellas.
La berenjena es una hortaliza que siempre ha estado presente en mi casa: Mi madre las prepara rellenas de carne o atún (un escándalo de ricas) y mi yaya prefiere hacerlas rebozadas a modo de guarnición. Por supuesto, y como siempre hago, primero me decanté por estas opciones, lo que siempre se ha comido en casa y que tanto nos gusta, y finalmente le llegó el turno al pastel salado, ¡Bien, a ver qué sale, sobre la marcha!. Además, ya que me había decidido a encender el horno en agosto (lo sé, un suicidio) para calmar el fuerte antojo de rosquitos de anís que venía arrastrando hacía más de una semana, me dispuse a aprovecharlo al máximo y que así los sudores se vieran todavía más recompensados :P.
Un par de huevos, un poco de pan rallado, un poco de queso mozzarella que me había sobrado de la pizza de la cena, aceite de oliva, ajo, perejil, sal y, por supuesto, una berenjena hermosa, y en poco más de media hora tenía mis bocaditos enfriándose en la encimera de la cocina.
El sabor a berenjena es tan intenso como delicioso, y el toque de queso mozzarella le va de maravilla, pues la combinación de queso y verdura es algo que difícilmente falla y a la que recurro con frecuencia. Fríos o templados, para acompañar un plato de carne o pescado, o solos con un poco de salsa de tomate casera, mayonesa o tal cual, os aseguro que estos pastelitos no os dejarán indiferentes.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 6 moldes):
-1 berenjena pequeña (150 gramos aprox.)
- Media cebolla
- 2 huevos tamaño L
- Medio vaso de leche entera
- 2 cucharadas de café de pan rallado
- Mozzarella rallada, al gusto
- 1 copita de vino blanco
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
- Ajo en polvo, pimienta, perejil y sal, al gusto

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 180º, con calor arriba y abajo.
- Ponemos una sartén a fuego medio con el aceite. Limpiamos y picamos lo más pequeño posible la berenjena y la cebolla y la rehogamos unos 5 minutos.
- Pasado ese tiempo, condimentamos al gusto, añadimos el vino blanco y dejamos reducir hasta que la berenjena esté blanda.
- En un bol aparte, batimos los huevos con la leche, el pan rallado, el queso y el perejil.
- Una vez tengamos lista la berenjena, la añadimos al huevo, mezclamos todo bien y rectificamos de sal si fuese necesario.
- Rellenamos los moldes con esta mezcla y los metemos en el horno durante unos 25 minutos a 180º.
- Apagamos el horno y dejamos dentro 2-3 minutos más.
- Sacamos nuestros pastelitos del horno, dejamos templar, desmoldamos y servimos como guarnición, picoteo, con alguna salsa, etc.




Notas:
- Estos bocados están mucho más ricos fríos e incluso de un día para el otro, porque quedan mucho más compactos y los sabores más pronunciados. Eso si, si sois de los que disfrutáis con el queso fundido, comedlos templados y recién hechos.
- El queso mozzarella le da un toque muy rico, pero sin robarle protagonismo a la berenjena. Podéis prescindir de él o usar otro tipo de queso igual o más suave.
- El pan rallado hace que la mezcla tenga más consistencia y quede más densa. El resultado son unos bocaditos más compactos, pero si los preferís con textura tipo flan, se puede prescindir de él sin problema.

¡Espero que os guste, y feliz inicio de semana!

jueves, 13 de agosto de 2015

ENSALADA DE PASTA, LA REINA DEL TUPPER

 


La reina del tupper y del verano, por supuesto. Y es que la ensalada de pasta es una comida ideal para un día de campo o playa, cuando va llegando el calor y el cuerpo nos pide salir a disfrutar del buen tiempo, de nuestro entorno, y si es en buena compañía, mejor que mejor.
A mi, la ensalada de pasta me trae muy buenos recuerdos. Cuando era pequeña y nos juntábamos toda la familia para ir a pasar el día en la playa o en la piscina, mi madre se dedicaba la noche anterior a preparar comida para un regimiento: indispensables la tortilla de patatas, los filetes empanados, los pimientos fritos y, por supuesto, la ensalada de pasta. Para que os hagáis una idea, nos hartábamos de comer ese día, sobraba para la cena e incluso para la comida del día siguiente, y no sólo la nuestra, si no también la de mis abuelos y mis tíos. Se nota que mi madre es andaluza, vamos que si se nota... una exagerada para todo.
Para mi disgusto, ensalada de pasta no solía sobrar en cantidad, pues es un plato tan fresco y ligero que nos lo comíamos sin darnos cuenta y nos apetecía mucho más que un filete o cualquier otra fritura. Pero ahí estaba siempre yo, pendiente de que mi madre se pusiera a vaciar la nevera y fregar los cacharos y confiscarle el tupper de la ensalada de pasta para cenar esa misma noche o comer al día siguiente. Ais, qué buenos tiempos aquellos, con lo fácil que era juntarnos a todos y lo difícil que se ha vuelto...
Existen infinidad de recetas de ensalada de pasta, desde las más clásicas y sencillas con atún y huevo, o con tacos de pollo y un poco de queso, a algunas más elaboradas y gourmet con ahumados, algún tipo de marisco, frutos secos e incluso una salsa o aliño un poco más elaborado. En fin, infinitas posibilidades para todos los gustos, despensas y bolsillos.
La variante que yo más preparo en casa se puede considerar una receta clásica, pues es una ensalada donde los ingredientes estrella son, casi siempre, el huevo, el atún y la pasta, tal cual la preparaba mi madre y como más nos gusta. Lo único que me chifla añadirle de más es pimiento rojo crudo troceado, que le aporta un toque muy fresco y que os recomiendo encarecidamente, y lechuga picada muy menuda. A partir de ahí, como digo siempre, para gustos colores, e imaginación al poder. Con apenas unos pocos ingredientes que tengamos a mano nos puede salir una ensalada de pasta deliciosa, doy fe de ello.




Ingredientes (para dos raciones hermosas):
- 150 gramos de pasta (espirales, macarrones, lazos...)
- 1 tomate mediano
- Medio pimiento rojo de asar
- Lechuga picada, al gusto
- 1 envase de tacos de fiambre de pavo
- 1 huevo cocido tamaño M
- 4 palitos de surimi
- Queso fresco, olivas, maíz, zanahoria rallada, brotes de soja, etc., opcional y al gusto.

Para el aliño:
- 2 cucharadas soperas de aceite
- 1 cucharada sopera de salsa de soja
- Una pizca de vinagre

- Para empezar, cocemos la pasta según las instrucciones del fabricante, la dejamos enfriar, la salamos un poco y la colocamos en un bol grande.
- En otra cacerola y a la misma vez, coceremos un huevo y lo dejaremos enfriar completamente antes de pelarlo.
- A parte, troceamos el pimiento y la lechuga y se lo añadimos a la pasta. Hacemos lo mismo con los tomates, el queso fresco y el huevo.
- Añadimos también el atún muy escurrido y el resto de ingredientes a nuestra elección (olivas, maíz, zanahoria...).
- Para preparar el aliño mezclamos el aceite con la salsa de soja y el vinagre.
- Por último, aliñamos, mezclamos bien todos los ingredientes y la metemos en el frigorífico 1 hora como mínimo. Servimos fresquita.




Notas:
- Si nos vamos a llevar la ensalada en un tupper, es mucho mejor aliñarla justo antes de comerla, pues así ayudaremos a que todos los ingredientes conserven su color, aroma y sabor original.
- En este caso yo usé espaguetis que me habían sobrado de una preparación anterior, pero para este plato recomiendo emplear pasta corta y, a poder ser, de colores, pues es mucho más fácil de comer y la presentación mejora mucho.
- En cualquier plato de pasta es importante cocinarla al dente, pero para este todavía lo es más. Si la pasta esta muy blanda quedará un engrudo difícil de comer.
- Si la preparamos bien siguiendo estos cuatro consejos básicos, podremos conservar nuestra ensalada en un tupper en la nevera hasta 3 días sin que se resienta demasiado.

Nada mas por ahora, espero que lo disfrutéis y que sigáis teniendo un buen verano.
¡Millones de gracias por seguir ahí!

lunes, 10 de agosto de 2015

ROSQUITOS INTEGRALES DE ANÍS, CANELA Y LIMÓN



Todos los que dedicamos una buena parte de nuestro tiempo a cocinar y disfrutamos con ello, tenemos alguna u otra receta con la que conseguimos reconciliarnos con nuestro pasado, esas recetas de nuestras madres, de nuestras abuelas, que nos han venido acompañando desde que tenemos uso de razón y que seguimos preparando una vez tras otra, porque nos garantizan no defraudar.
Como ya os comentaba en la entrada anterior (y en varias más, qué pesada..), en mi casa los dulces y postres nunca faltaban: Bizcocho, tortas, arroz con leche, natillas, yogures... Pero si hay alguna receta con la que disfrute especialmente, tanto mientras la preparo como mientras nos la comemos después, esa es la receta de rosquillas de anís de mi yaya Milagros. Un dulce que repito y repito hasta la saciedad y nunca me canso de hacerlo; Una receta a la que siempre acudo cuando me siento nostálgica y que nunca me falla; Una receta que me devuelve a la infancia, a aquellas maravillosas tardes de lluvia amasando y friendo u horneando rosquillas hasta las tantas y para un regimiento (y no es que seamos muchos, qué va, es que nos las comíamos de dos en dos...); En definitiva, una receta tradicional, familiar, de toda la vida, y con mucha, mucha carga emocional, pero de la buena.
Vaya, qué más os puedo decir al respecto... Versiones de las rosquillas caseras hay tantas como abuelas: fritas, al horno, con ralladura de limón, con ralladura de naranja, con canela, con anís... De una forma u otra, las rosquillas caseras son un bocado delicioso y sencillo que, muchas veces, no nos quitan más de 30 minutos de tiempo y que podemos preparar con ingredientes básicos de nuestra despensa.
Esta vez, y para poder darme un capricho sin tener luego que privarme de otras cosas, he añadido un par de cucharadas de salvado a la masa y, la verdad, el resultado ha sido casi idéntico a el que me ha dado las tropecientas mil veces que he hecho rosquillas anteriormente. Las hice ayer, rondando el medio día, y deben quedar 3 o 4, a los sumo, imaginaos. Y es que sentarse a media tarde con un café o un té e intentar comerte sólo un par es casi misión imposible, doy fe.
Así que, yaya, va por ti.
Os dejo los ingredientes y la preparación.




Ingredientes (para unas 20 rosquillas aproximadamente):
- 150 gramos de harina leudante
- 2 cucharadas de salvado de avena
- 1 huevo
- 40 gramos de azúcar moreno + un poco más para rebozar
- 50 ml de aceite de oliva suave
- 25ml de anís 
- 1 cucharadita de anís en grano
- Media cucharadita de canela.
- Ralladura de limón (opcional)

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 180º.
- Colocamos la harina en un bol grande y añadimos el huevo ligeramente batido, el aceite, el anís en grano, la copita de anís, la ralladura de limón, la canela y el azúcar.
- Mezclamos todo bien hasta que resulte una masa que no se pegue a las manos. Tapamos y dejamos reposar en un lugar cálido unos 30 minutos.
- Pasado este tiempo, estiramos la masa con las manos y vamos formando las rosquillas. 
- Vamos pasando las rosquillas por el azúcar (opcional) y las colocamos en una bandeja de horno cubierta con papel de hornear.
- Horneamos durante unos 20 minutos aproximadamente, o hasta que las rosquillas estén hechas. Lo sabremos porque el azúcar habrá caramelizado.
- Dejamos enfriar y servimos.




Notas:
- En vez de hornear también podemos freír las rosquillas. En este caso, lo haremos en tandas de 5-6, a fuego medio para que se hagan bien por dentro y no se quemen por fuera, y con aceite de girasol nuevo.
- Dependiendo del día, en casa solemos rebozar las rosquillas con azúcar y canela o con miel, y siempre cuando aun están calientes. Eso va a gustos.
- La manera más tradicional de degustar estas rosquillas es con una copita de anís o vino moscatel, pero resultan ideales para acompañar el café, el té, etc.

¡Feliz lunes!

jueves, 6 de agosto de 2015

CUAJADAS CON CANELA Y GALLETAS INTEGRALES (SIN AZÚCAR)



Hacer postres en casa resulta, la mayoría de veces, mucho más sencillo de lo podamos imaginar.
Nos hemos acostumbrado a lo que se nos ha vendido como "fácil", a ir al supermercado y llenar nuestro carrito de natillas de "chocolate", yogures de "fresa, plátano, limón...", y flanes de "vainilla" al pasar por la sección de refrigerados. Y lo escribo y lo digo así, con cierto rin tintín, porque basta con echarle un ojo a las etiquetas de dichos productos para darnos cuenta de que, en la mayoría de casos, el "sabor a" se lo aportan aromas, conservantes y/o colorantes artificiales que guardan la misma relación con el ingrediente natural que el agua con el aceite, oseaser, ninguna.
Que a casi todo el mundo le (nos) gustan los postres y dulces industriales es una realidad indiscutible. Con moderación y en su justa medida, no está de más incluir este tipo de alimentos en la dieta, siendo una solución muy práctica (no requieren preparación, la variedad es muy extensa, se conservan durante más tiempo...) para salir del paso cuando no tenemos tiempo o ganas de cocinar. El problema está cuando los incluimos de manera habitual en nuestra dieta, pues podría verse muy desequilibrada y eso afectaría a nuestra salud.
Como ya os he comentado en más de una ocasión, en casa siempre hemos tenido la costumbre de preparar la mayoría de postres y dulces que comemos. Mi abuela le metió el gusanillo a mi madre y esta hizo lo mismo conmigo, tanto que ahora me niego a perder esta costumbre familiar tan rica y sana y intento predicar con el ejemplo todo lo que puedo: Gelatinas, galletas, natillas, magdalenas... y todo lo que se me ocurra para disfrutar de estos "placeres culpables" en casa, de una manera muchísimo más rica, sana y natural.
He de confesar que la cuajada es uno de los postres que menos he preparado hasta la fecha, quizás porque es uno de los que menos consumíamos en casa, pero cada vez me va gustando más, tanto por su sencillez como por su sabor neutro que combina de maravilla con multitud de ingredientes (miel, canela, azúcar, frutos secos, membrillo...).
La cuajada se puede preparar con los típicos "polvitos mágicos" que venden en la mayoría de supermercados o con cuajo y leche fresca. Eso si, debe ser leche fresca pasteurizada, de lo contrario, no cuajará. El cuajo animal se encuentra fácilmente en las farmacias.
La última vez que preparé cuajada lo hice con polvos y la acompañe con un coulis sencillo de fresa. Esta vez me he animado y lo he hecho a la vieja usanza, con leche fresca y cuajo, y el resultado nos ha gustado bastante más, un sabor mucho más intenso y una textura mucho más firme.
Aprovechando que tenía un paquete de galletas integrales que se estaban reblandeciendo, he añadido una por vasito y han funcionado de maravilla.
Os dejo los ingredientes y la preparación.




Ingredientes (para 4 moldes como los de la foto):
- Medio litro de leche fresca
- 1 rama de canela + canela en polvo, al gusto
- 3 gotas de cuajo por molde
- 1 galleta integral sin azúcar por molde
- Edulcorante acalórico, opcional.

- Ponemos un cazo al fuego con la leche, la rama de canela y el edulcorante (opcional), y la calentamos hasta que empiece a humear, pero sin dejar que hierva.
- Retiramos la leche del fuego, le quitamos el palo de canela, la removemos bien y la dejamos templar.
- Echamos las gotas de cuajo en cada molde, añadimos la leche templada y removemos un poco.
- Colocamos una galleta por cuajada.
- Tapamos los moldes con papel film y los dejamos reposar a temperatura ambiente hasta que cuaje la leche (2 horas como mínimo).
- Pasado este tiempo, metemos las cuajadas en la nevera hasta que las vayamos a consumir.
- Servimos nuestras cuajadas directamente de la nevera, espolvoreadas con un poco de canela.




Notas:
- También podemos tomar la cuajada sola, con azúcar, con miel, con dulce de membrillo, con frutos secos, etc. Eso si, se le deberá añadir en el momento de consumirla, nunca antes.
- Lo ideal para preparar cuajada es usar leche recién ordeñada y de oveja, pero resulta casi imposible, porque no se comercializa. La leche fresca refrigerada de vaca es el mejor substituto.
- La temperatura ideal de la leche en el momento de mezclarla con el cuajo son unos 37º. Si tenéis termómetro culinario perfecto, pero si no basta con introducir un dedo en la leche y comprobar que no quema.
 
¡Disfrutad de un postre sencillo, sano y delicioso!
¡Feliz jueves!
La leche fresca, es la leche esterilizada del día, no la pasteurizada que se compra habitualmente, esta última no cuaja.
Calentamos la leche en una cazuela, con una pizca de sal a fuego lento, sin dejar de remover durante 5 minutos, evitando que hierva.
Preparamos unos cuencos individuales poniéndolos en un lugar donde no vayamos a moverlos, y echamos en cada uno de ellos 3 gotas de cuajo. Vertemos sobre los cuencos la leche caliente con mucho cuidado y dejamos enfriar.
Una vez fríos los tapamos con papel film transparente para que no cojan olores dentro de la nevera.
Dejamos enfriar en la nevera hasta conseguir la cuajada.
En el momento de consumir, vertemos sobre la superficie de la cuajada miel templada con unos trocitos de nueces. - See more at: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/recetas/2008/10/17/180757.php#sthash.CceRq6yK.dpuf
La leche fresca, es la leche esterilizada del día, no la pasteurizada que se compra habitualmente, esta última no cuaja.
Calentamos la leche en una cazuela, con una pizca de sal a fuego lento, sin dejar de remover durante 5 minutos, evitando que hierva.
Preparamos unos cuencos individuales poniéndolos en un lugar donde no vayamos a moverlos, y echamos en cada uno de ellos 3 gotas de cuajo. Vertemos sobre los cuencos la leche caliente con mucho cuidado y dejamos enfriar.
Una vez fríos los tapamos con papel film transparente para que no cojan olores dentro de la nevera.
Dejamos enfriar en la nevera hasta conseguir la cuajada.
En el momento de consumir, vertemos sobre la superficie de la cuajada miel templada con unos trocitos de nueces. - See more at: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/recetas/2008/10/17/180757.php#sthash.CceRq6yK.dpuf

lunes, 3 de agosto de 2015

ENSALADA DE GARBANZOS CON FRUTAS Y PAVO



Qué poquit@s vamos quedando ya por estos mundos, y qué envidia nos dais a los que, por un motivo o por otro, seguimos aquí, al pie del cañón, porque eso significa que las vacaciones, de momento, tendrán que esperar un poco más... snif, snif.
En mi caso, sigo teniendo que dejar la comida preparada el día anterior, levantarme a las claras de la mañana para ir a trabajar y, como no, llevarme un tupper para comer.
Hace ya unas semanas, os enseñaba una receta de ensalada de garbanzos que suele ser mi comida fija por lo menos una vez a la semana, tanto por lo rica que está, como por lo completa, versátil y sencilla de preparar que resulta. Por si fuera poco, también se trata de un plato muy rico en fibra, rápido, sano, completo. ¿Alguien da más? :)
Yo recurro a las ensaladas de legumbres para dar salida a todos esos restos de carnes cocinadas, verduras, embutidos, etc., que van sobrando y que voy guardando en la nevera, pues si sois habituales de mi blog sabréis de sobras que detesto desperdiciar comida.
Mi consejo es que, dado lo fácil y rápido que resulta de preparar, le deis un toque mucho más personal a este plato preparando algún aliño a vuestro gusto, así lo disfrutaréis el doble.
En este caso, yo opté por una vinagreta clásica de mostaza, y el contraste de la mostaza con las frutas me encantó.
Os dejo la preparación y los ingredientes:




Ingredientes (para 2 personas):
- 400 gramos de garbanzos cocidos (1 bote)
- 1 tomate mediano
- 1 zanahoria mediana
- Piña y kiwi, a dados, al gusto
- Restos de pavo al horno, limpios y sin piel, al gusto
- Restos de frutos secos (pipas, cacahuetes, almendras...), al gusto

- Para el aliño: 1 cucharada de mostaza, 1/2 de cucharada de vinagre, 2 cucharadas de aceite de oliva, sal y pimienta al gusto.

- Cocemos los garbanzos como solemos hacerlo habitualmente y los dejamos enfriar por completo o, si vamos a usar garbanzos en bote, los lavamos y escurrimos bien.
- Troceamos el tomate, la fruta, el pavo, rallamos la zanahoria y lo ponemos todo en una fuente grande. Añadimos también los garbanzos y los frutos secos.
- Dejamos enfriar en la nevera un rato antes de consumir. 
- Para la vinagreta, batimos en un bol la mostaza, el vinagre, el aceite, la sal y la pimienta hasta que quede una mezcla homogénea.
- Servimos la ensalada y la aliñamos con la vinagreta.




Notas:
- La ensalada de garbanzos también combina muy bien con cebolleta, calabacín u otras verduras crudas, así como con atún, salmón ahumado, huevo cocido... imaginación al poder, sobretodo en el caso de los aliños.
- Si nos llevamos la ensalada en un tupper, no debemos aliñarla hasta el momento en que nos la vayamos a comer, así que os recomiendo llevar la vinagreta aparte. 
- Si os sobra ensalada, en un bol tapada con papel film y en la nevera, se conserva perfecta durante 3-4 días.

Espero que os guste mi propuesta.
¡Feliz inicio de semana y felices vacaciones!