viernes, 29 de abril de 2016

NATA LISBOA, DESAYUNOS "MADE IN LISBOA" EN EL CENTRO DE BARCELONA

Fachada del local


Otra vez viernes...¡Por fin! Entre una cosa y otra, se me ha pasado la semana volando... Me encanta que el tiempo vuele y tener la sensación de haber estado ocupada y de haberlo aprovechado, pues es cuando más disfruto del descanso, por corto que sea. ¿Verdad que no soy la única a la que le pasa?
Bien, y como ya os he dicho más de una vez, el fin de semana es una excusa perfecta para darnos un capricho y salir a comer fuera, alegando que nos apetece muy poco cocinar y mucho menos hacerlo para varias personas e incluso correr el riesgo de que también nos toque fregar y recoger los cacharros... ¡De ninguna manera! O quizás simplemente lo hacemos por costumbre, para romper un poco con la rutina y descubrir sabores nuevos, e incluso para disfrutar de ese rato en buena compañía. Quien sabe, a lo mejor no todos nos convertimos en marmotas apenas llega el viernes por la tarde...
Por todas estas y más razones, me parece un buen momento para recuperar esa sección del blog que tanto me gusta y tan abandonada tengo, esa en la que voy incluyendo recomendaciones de aquellos restaurantes, tiendas, productos, etc., que merecen la pena y me gusta dar a conocer porque, obviamente, me ha gustado probar.
Os comentaba unas semanas atrás (¡Unas 10, nada más y nada menos!), a la vez que os daba mi opinión sobre el restaurante Amalia's Portuguese Flavours, que últimamente me estoy dedicando a fondo a descubrir la gastronomía de nuestro país vecino, Portugal, y la verdad es que lo estoy disfrutando mucho, pues se trata de una gastronomía muy auténtica, variada y deliciosa.
Después de mis repetidas y satisfactorias experiencias en Amalia's, mi "incansable" búsqueda me ha llevado a otro de los locales de comida portuguesa que, aunque hace poco que ha aterrizado en la ciudad condal, ya se ha hecho un hueco entre el resto. Os hablo del restaurante-cafetería Nata Lisboa.
Nata Lisboa aterrizó en Barcelona en 2013, en la zona del Eixample Derecho, concretamente en la calle Mallorca.
El local no es excesivamente grande pero ya llama la atención desde fuera, pues a través de sus enormes cristaleras se puede observar el ir y venir constante de la gente que acude, sobretodo, a disfrutar de un buen pastel de nata. De hecho, much@s afirman que en Nata sirven los mejores pasteles de nata de la ciudad (cosa que sorprende mucho al tratarse de una franquicia), y mucha de su clientela habitual es de origen portugués, lo que da a entender que todo lo que sirven es auténtico y de calidad. Quizás sea ese el secreto de su éxito, pues Nata Lisboa ya cuenta con varios locales alrededor del mundo: Madrid, Bilbao, Pamplona, Viena, París, Abu Dhabi, etc.


Interior del local


A parte de pasteles de nata, esta cadena portuguesa ofrece otros muchos platos típicos de la gastronomía portuguesa. En su carta, no excesivamente variada pero suficiente, no faltan las empanadas, el arroz de pato, el bacalhau à bras, las sardinas con pimientos asados o las delicias de bacalao, además de otros tantos dulces como la tarta o bolo de galletas, los pastelitos de zanahoria y naranja, los croissants, etc.  Para acompañar la comida ofrecen un buen surtido de bebidas, desde el habitual café o chocolate a la taza, hasta algo más fuerte como un Vino de Oporto, vino de Moscatel o Ginjinha, un  licor de frutas también típico de Portugal.
Nata Lisboa no es un local del todo económico, pues ya de entrada los pasteles de nata son más caros que en otros locales, pero los precios tampoco son abusivos y merece la pena darse el capricho de vez en cuando. Además, trabajan mucho con páginas de ofertas locales, así que siempre podéis investigar un poco y comprar algún tipo de bono o descuento por adelantado.
¡Ah! Y un detalle importante a tener en cuenta y que suele gustar bastante: En las mesas siempre hay dos tarros, uno de azúcar y otro de canela, para poder echarla sobre los pasteles de nata. Otro punto más a su favor.


Café con leche y pastel de nata


En cuanto al personal, es de los más atentos, amables y serviciales que me he encontrado. De hecho, cuando fuimos era casi mediodía y el local estaba bastante lleno, pero no tardaron más de 20 minutos en servirnos, a pesar de que lo que pedimos estaba a deshora y tuvieron que hacerlo al momento.
Nosotros nos decantamos por el menú de desayuno para dos, que ronda los 9 euros y es la mar de completo: pan y croissants tostados, jamón, queso, mantequilla y mermeladas, café y zumo a elección y, como no, dos pasteles de nata. Y la verdad es que nos encantó: pan tostado en su punto, mermeladas variadas y riquísimas, zumo de naranja natural y café más que decente. En cuanto a los pasteles de nata, la verdad es que entendimos desde el primer bocado por qué se trata de su producto estrella: crujientes de base, con un interior suave, cremoso y nada empalagoso, y en su justo punto de dulzor... En definitiva, deliciosos.


Menú de desayuno para 2 personas


Tenemos previsto volver en breve para disfrutar también del menú que sirven a la hora del almuerzo pues, como os podréis imaginar, nos quedamos con ganas de probar muchas más cosas y nuestra experiencia fue muy satisfactoria.
Así que, ya sabéis, si este fin de semana tenéis pensado perderos por las calles de Barcelona, o simplemente os apetece disfrutar de un buen pastel de nata en un ambiente muy agradable y acogedor, y ser atendidos a las mil maravillas, Nata Lisboa es vuestro lugar.




Nata Lisboa - Barcelona
Carrer Mallorca, 277 (Esquina con Pau Claris)
08037 Barcelona
Teléfono: 34 931 052 245
Para más información:
Web corporativa de Nata Lisboa
Nata Lisboa - España en Facebook
Nata Lisboa - Barcelona en TripAdvisor
Nata Lisboa - Barcelona en Yelp


¡Descansad mucho y disfrutad del fin de semana!

lunes, 25 de abril de 2016

POSTRE DE YOGUR GRIEGO CON MERMELADA DE POMELO Y LADYFINGERS PARA EL #RETOALFABETODULCE



Vuelve a ser 25 y, como cada mes, llega el momento de participar en el Reto Alfabeto Dulce.
Es día 24, son las tantas de la noche y aquí me tenéis de nuevo, intentando dejar la entrada lo más bonita posible y apurando hasta el último minuto para llegar a tiempo de participar. Aunque, si he de ser sincera, a punto he estado de no hacerlo en esta ocasión, y motivos no me han faltado...
Primero, este mes el reto se ha complicado por dos. Después de haber agotado todas las letras del abecedario eligiendo ingrediente mes a mes, la propuesta de Ana para la segunda temporada del reto ha sido la de preparar una receta dulce no con uno, sino con DOS ingredientes obligatorios... ¡DOS! Esto no sería algo demasiado fuera de lo común si no fuera porque los dos ingredientes en cuestión se eligen de igual manera que hasta ahora, es decir, sorteando las letras del abecedario entre todos los participantes y con la condición de que ambos ingredientes empiecen por la letra que haya salido sorteada. Por supuesto, esto puede implicar (e implica) que los ingredientes en cuestión no tengan nada que ver el uno con el otro y sean bastante difíciles de combinar. De hecho, al menos en mi opinión, es precisamente lo que ha pasado en este primer "mes del doble".
Mi querida Ari del blog All in one e Isabel, la gran repostera que hay detrás del blog Gotas de azúcar y vainilla, han sido las encargadas de elegir los dos ingredientes y finalmente se han decantado por el pomelo y los bizcochos de soletilla o Ladyfingers (dedos de dama). Vale, sí, ambos son ingredientes muy comunes y fáciles de encontrar, pero cuando se trata de combinarlos es otro asunto, os lo aseguro. Y, si a esto le sumamos que mi chico lleva una semana trabajando fuera de casa y me he tenido que apañar sola con las fotos (y vaya fotos... os pido disculpas de antemano), que me ha salido un poco más de trabajo, que he empezado a estudiar de nuevo y que he tenido un par de compromisos familiares de por medio... Pues la verdad, no me ha dado para más y prefiero quedarme con la sensación de haberlo hecho lo mejor que he podido, pues ya os comentaba hace unos días que pienso seguir haciendo esto hasta donde me sea posible, sin agobios y sin presiones, y disfrutándolo todo lo que pueda.
Y en cuanto a la receta... Bueno, pues al final me he decantado por un postre bastante sencillo, de esos postres del día a día, pero no por ello menos rico.
El pomelo es una fruta que apenas consumimos en casa, y la verdad es que no nos gusta demasiado. Pero dándole vueltas al tema, me vino a la cabeza una receta de mermelada de pomelo que preparé hará cosa de 3-4 meses para darles salida a unos pomelos ecológicos que me regalaron y que no sorprendió gratamente, pues quedó muy dulce y nada ácida.
Seguí a rajatabla la receta del blog de Ana, que siempre ha sido uno de mis referentes en este mundillo y a la que seguía incluso antes de tener el blog. Ana acertó de pleno combinando la mermelada con yogur y unas cuantas gominolas, y fue por eso que se me ocurrió hacerlo igualmente con yogur, pero añadiendo también los bizcochos de soletilla.
Lo de usar la cáscara del pomelo para servir el postre fue totalmente invención mía (sí, una también tiene un poco de imaginación, aunque sea poca y mala...), pues me pareció que quedaría bastante más vistoso y resultón. En cuanto a la cata, como ya he dicho, se trata de un postre bastante simple, de sabores bastante suaves y cotidianos, pero igualmente rico. Por todos es sabido que el yogur combina de maravilla con todo tipo de mermeladas y bizcochos, así que no podía ser menos con ambos ingredientes a la vez, ¿No os parece?
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 mitades de pomelo o 2 raciones):
Para la mermelada de pomelo:
- La pulpa de 1 pomelo de 300 gramos (unos 150 gramos aprox.)
- 50 gramos de azúcar blanquilla
- 1 chorrito de vino dulce
- 1 pizca de canela molida (opcional)

Para el resto del postre:
- 200 gramos de yogur griego azucarado (casero en este caso)
- 4 bizcochos tipo Ladyfingers
- 2 mitades de cáscara de pomelo

- Un día antes, prepararemos la mermelada de pomelo: Abrimos el pomelo por la mitad y lo vaciamos bien con la ayuda de una cuchara y/o un  cuchillo, con cuidado de no romper la cáscara. Ponemos la pulpa de pomelo en una cazuela.
- Llevamos la pulpa a fuego medio sin dejar de remover hasta que haya espesado un poco. Agregamos entonces el azúcar, el vino y la canela.
- Seguimos cocinando, sin dejar de remover, hasta que tenga una consistencia más espesa (unos 10 minutos más).
- Colocamos la mermelada en un tarro esterilizado, lo tapamos y lo ponemos boca abajo para hacer el vacío. Lo dejamos así 12 horas como mínimo y ya la podremos usar.
- Lavamos bien las cáscaras de pomelo y procedemos a montar el postre: Colocamos un bizcocho hecho trozos en el fondo de cada cáscara, las llenamos con el yogur bien batido, y terminamos con un par de cucharadas de mermelada en el centro y un bizcocho partido en dos en uno de los lados. Servimos inmediatamente.




Notas:
- Desde que mi chico me regaló una yogurtera para mi cumpleaños, pocos yogures hemos comido que no fueran caseros. Es por ello que he decidido usar yogur casero para preparar este postre y os animo a hacerlo si tenéis oportunidad, pues el resultado lo merece.
- Con el poco pomelo que he usado, sale la mermelada justa para preparar las dos mitades de pomelo. Si queréis preparar más mermelada para usarla en otras elaboraciones, os recomiendo seguir la receta de Ana.
- Por supuesto, se trata de un postre que se debe consumir al momento pues, de lo contrario, la mermelada se mezclaría demasiado con el yogur y los bizcochos quedarían blandos.




Nada más por ahora.
Espero que os haya gustado mi propuesta y ya sabéis, contadme qué os ha parecido si os animáis a prepararla en casa.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!

viernes, 22 de abril de 2016

GRATÉN DE PATATAS, VERDURAS Y SALCHICHAS



Bueno, pues con mi señor "fotógrafo oficial" trabajando unos días fuera y, en consecuencia, a falta de fotos del viaje (buenas fotos, que con el móvil nos apañamos todos...), buena es una receta pos vacacional y de aprovechamiento, ¿No os parece?
Tal y como os contaba hace unos días, mi pareja y yo hicimos una escapada de 3 días a Valencia que nos dio mucho de si. Menos de medio día nos bastó para decidir de mutuo acuerdo que queríamos descubrir la ciudad a pie, a nuestro aire,  sin horarios, sin agobios, y yendo en todo momento donde nos apetecía, aunque tardáramos un poco más. Nos alojamos en un apartamento que estaba a dos pasos de Catedral de Valencia (más de la mitad del tiempo que estuvimos en el apartamento me lo pasé asomada al balcón contemplándola, porque es una auténtica belleza), así que la tomamos como punto de referencia y partida de todos nuestros recorridos: Que si primero nos vemos todo el Centro Histórico, que si ahora nos vamos a comer por la zona del Mercado Central y de paso vemos La Lonja, que si ahora vamos a merendar una buena horchata con fartons al Mercado de Colón y volvemos paseando tranquilamente por el Jardín del Túria... Vaya, que andamos todo lo que no hemos andado en nuestra vida junto y caíamos agotados en la cama por las noches... Eso sí, agotados pero satisfechos por haber visto y hecho todo lo que teníamos planeado.
Y tan cansados terminamos que el viaje de vuelta nos pareció el doble de largo que el de ida. Vale, lo sé, es algo que nos pasa a todos, pero esta vez se nos hizo mucho más tedioso de lo normal. Quizás fue por el calor, o por la cantidad de gente que iba en el autobús, o porque eran las 2 de la tarde, o porque estábamos todavía un poco cansados, o quizás por de todo un poco, que llegamos a Barcelona y salimos zumbando del autobús, sin darle las gracias al conductor ni nada (pobre hombre, con lo majo que era...), para meternos en el tren y plantarnos en casa lo antes posible.
Mi señor novio se fue directo al sofá y en menos de 15 minutos ya lo estaba oyendo roncar, a pesar de haberse ofrecido en un principio a ayudarme con las maletas.... En fin, y yo, más que tumbarme y no hacer nada, necesitaba relajarme y descansar. Si a esto le sumamos que lo que más me relaja y me gusta del mundo mundial es cocinar, que la hora de la cena estaba cada vez más cerca y que había dejado la nevera medio vacía para no encontrarme con nada "mutante" a la vuelta del viaje, me metí en la cocina y esto fue lo que terminé improvisando: un gratén de patatas con verduras y salchichas.
Un par de patatas hermosas, unas verduras que estaban ya un poco arrugaditas, una buena salsa de tomate, unas salchichas de pavo a punto de caducar y una cantidad generosa de queso emmental, fue todo lo que utilicé para preparar este plato que no me dio apenas trabajo y que quedó muy rico.
Normalmente suelo preparar este tipo de platos (los gratineslas lasañas y los pasteles de verdura) con algo de bechamel y es por eso que, en un principio, no tenía mucha confianza en el resultado. Pero todas mis dudas se disiparon al probarlo, pues no resulta ni seco ni soso en absoluto.
Finalmente resultó un plato único bastante completo y sabroso que nos solucionó la cena la mar de bien, y todo "tirando" de despensa :)
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 raciones hermosas):
- 2 patatas mona lisa grandes (unos 350-400 gramos)
- 1/2 zanahoria
- 1/2 cebolla
- 1/2 pimiento verde italiano
- 2 salchichas de pavo grandes tipo frankfurt
- 4 cucharadas soperas de salsa de tomate (casero o de buena calidad)
- 50 ml de vino blanco de cocina
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- 4 cucharadas soperas de queso rallado para gratinar
- Sal, orégano, pimienta negra y ajo en polvo, al gusto

- Antes de empezar, cocemos las patatas en abundante agua hasta que estén tiernas y las dejamos templar para poderlas manipular.
- Pelamos y laminamos las patatas no demasiado finas, y limpiamos y troceamos la verdura en trozos pequeños. Troceamos también las salchichas y reservamos.
- En una sartén a fuego medio con el aceite, salteamos las verduras hasta que empiecen a tomar un poco de color (unos 5 minutos aprox.), y añadimos el vino blanco para que se evapore.
- Cuando el vino se haya evaporado del todo, añadimos las salchichas, salteamos 2-3 minutos más y añadimos también la salsa de tomate, mezclandola bien. Añadimos entonces las especias, rectificamos de sal si fuese necesario y lo retiramos del fuego.
- Encendemos el horno y lo precalentamos a 220ºC en función gratinador.
- En una fuente apta para horno, procedemos a montar el gratén: empezamos por una capa de patatas y repartimos por encima la mitad del sofrito de verduras y salchichas. Cubrimos con otra capa de patatas, seguida del resto del sofrito, y terminamos con otra capa de patatas y una cantidad generosa de queso rallado (debe cubrir todas las patatas).
- A continuación, introducimos la fuente en el horno precalentado durante unos 10-12 minutos, o hasta que el queso se haya dorado lo suficiente.
- Para terminar, apagamos el horno, sacamos el gratén, lo dejamos templar un poco y lo servimos en porciones de tamaño ración.




Notas:
- Obviamente, si preparamos este plato con patatas fritas queda mucho más rico, pero también resulta más calórico. Si no tenéis problemas con el peso y/o con la salud adelante, os lo recomiendo.
- No es necesario añadirle sal a las patatas, pues el queso y el sofrito de verduras y salchichas ya tiene potencia suficiente.
- Este gratén también queda de maravilla preparando el sofrito con restos de pollo asado, tacos de bacon, de jamón, de chorizo, con atún, sólo con verduras, etc. Para gustos, colores.


Nada más por ahora, espero que os haya gustado la receta.
¡Gracias por seguir ahí, y felicísimo fin de semana!
Fotos: Marc RT Studios

domingo, 17 de abril de 2016

BUDÍN DE CHOCOLATE Y HORCHATA (DE LA AUTÉNTICA)



Nada más y nada menos que una semana ha pasado desde la última receta que compartí con vosotros... ¡Y vaya semana!
Y claro, como siempre, llega el domingo por la tarde y una se pone a repasar mentalmente todo lo que ha hecho a lo largo de estos 7 días y se termina diciendo a si misma: "¡Pero como no vas a estar cansada, hija mía!"... Aunque bueno, esta vez es una de esas "sarnas con gusto que no pican" pues, a pocas horas de empezar la penúltima semana de abril, me siento mucho más relajada y contenta de lo que me he sentido en estos últimos dos meses, cosa que mi cuerpo ya me estaba pidiendo a grito pelado.
El fin de semana pasado lo dediqué casi por completo a ayudar a mi madre en todo lo que necesitase, a dejar mi casa limpia de arriba a abajo y a estudiar todo lo que tenía planificado estudiar a lo largo de la semana. Como os podréis imaginar, fueron casi 3 días de mucho trajín, de estar en todo momento haciendo algo y de caer rendida en el sofá después de cenar... Pero, como todo en esta vida, lo hice por un motivo: El martes pasado, a las claras de la mañana y con un sueño de mil demonios, mi pareja y yo cogimos un autobús rumbo a Valencia, donde hemos pasado 3 días de desconexión y relax que nos han sentado de maravilla. Tanto él como yo necesitábamos cambiar un poco de aires y recargar las pilas, pues se nos avecinan días de bastante ajetreo, y esta vez ha sido la capital de la Comunidad Valenciana la que nos ha ayudado a hacerlo.
Nuestro primer día en la ciudad decidimos investigar un poco la zona donde nos alojamos (el Barrio del Carmen, una zona muy auténtica) y enseguida nos dimos cuenta de que podíamos llegar perfectamente a pie a todos los lugares que queríamos visitar (acostumbrados a Barcelona, las distancias son bastante más cortas), así que, guía en mano y con un calzado cómodo, decidimos descubrir la ciudad por nuestra cuenta.
Y qué bonita es Valencia... Con razón la llaman "La ciudad de las flores, de la luz y del amor", y siendo primavera la hemos podido disfrutar mucho más de lo que esperábamos.
En la entrada siguiente tengo previsto profundizar un poco más acerca de nuestra escapada, pero en líneas generales, Valencia nos pareció una ciudad preciosa con muchísimas cosas que ofrecer a todo aquel que la visita: Artesanía en cada esquina, monumentos de gran valor histórico que conviven con edificios más modernos, zonas verdes y playas tan bonitas que invitan a recorrerlas de punta a punta, gente amable y acogedora, y una gastronomía marcadamente mediterránea caracterizada por elaboraciones tradicionales, sencillas y sanas que, a pesar de guardar muchas similitudes con la gastronomía de mi región (soy catalana), invita a descubrir esos matices que la hacen única y especial. Y yo, "guiri gastronómica" empedernida, he dedicado una buena parte del viaje a hacerlo.
Por recomendación de una conocida valenciana que tengo, decidí no irme de Valencia sin probar una Paella, una Agua de Valencia (yo no puedo beber alcohol, así que no la probé) unos Fartons y una Horchata de Chufa de los de verdad, de los que te venden, recomiendan y consumen los propios valencianos.
¿Y que mejor lugar para hacerlo, que el Mercado Central de la ciudad? ¡Qué sitio más espectacular! Volvería a Valencia sólo por pasar otra mañana más en el mercado, disfrutando de todos esos aromas, colores y sabores, haciéndole fotos a todo, degustando todo lo que los paradistas me dieran a probar, mezclándome con los lugareños y comprando en las paradas que ellos mismos te recomiendan.
Especias para paella, frutos secos, panes, fresas, naranjas... En fin, compré tantas cosas que, al volver, la maleta pesaba el doble que cuando llegamos, y ya es decir, porque también venía llena de comida para el apartamento...


En la entrada de Mercado Central


Por supuesto, uno de los "souvenirs" que me traje fueron un par de litros de horchata artesana, también comprada en el mercado, en La Horchatería Central. Lo que todavía me pregunto, 4 días después de nuestro viaje, es cómo llegó a Barcelona la mitad de una de las botellas, si no paramos de darle tragos en todo el viaje... Qué bebida más rica y más dulce, y qué sabor tan tan tan intenso y tan tan tan delicioso a chufa... Una de esas cosas que, cuando una prueba, se da cuenta de que lo que le venden en el supermercado, a no ser que sea de muy buena calidad, no es más que un "sucedáneo de" que dista mucho de saber como el producto original y que no debería ni llamarse así. Pero bueno, cosas de la globalización y del marketing, supongo...
Pues bien, al haber llegado a casa con todavía media botella de horchata, con sólo un par de yogures para postre en la nevera y media barra de pan que se me había olvidado en la panera la noche previa a nuestro viaje, decidí echar mano del recetario del blog y preparar una versión distinta del clásico budín de pan.
Si hay algo que me gusta de este tipo de budines es que nunca te queda uno igual al anterior, básicamente porque nunca te sobran las mismas cosas ni usas los mismos ingredientes básicos. El anterior llevaba leche, azúcar y canela, y esta vez horchata y chocolate, y tan ricamente. Esa es precisamente la esencia del aprovechamiento y creo que este postre lo refleja a las mil maravillas.
Si sois muy puristas, estaréis pensado que la mejor manera de disfrutar de la horchata es sola y bien fría, y os doy la razón. Pero, oye, durante los tres días que estuvimos en Valencia, vimos a más de un nene pedir horchata con Cola-Cao en las cafeterías, y algunos padres la pedían para acompañar el café, en lugar de hacerlo con leche. Es más, incluso vimos bizcochos y magdalenas elaborados con horchata en las vitrinas de muchas pastelerías, así que con eso me excuso :)
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 120 gramos de pan duro y/o restos de bollería (100 gramos de pan y 3 bizcochos de soletilla en este caso)
- 2 cucharadas soperas rasas de cacao puro en polvo
- 250 ml de horchata
- 2 huevos tamaño M
- Caramelo para el molde, al gusto

- Antes de empezar, dejamos precalentando el horno a 180º.
- En un bol, desmigamos el pan y la bollería y añadimos la horchata y el cacao en polvo, mezclándolo todo bien.
- En otro bol aparte, batimos ligeramente los huevos y los añadimos a la mezcla anterior hasta que queden completamente integrados.
- En el fondo del molde donde vayamos a hornear el budín, colocamos una buena cantidad de caramelo líquido.
- Vertemos la mezcla del pudin en el molde e introducimos en el horno a 180ºC durante 35-40 minutos aproximadamente, o hasta que la superficie empiece a dorarse y el budín esté cocido.
- Sacamos del horno y dejamos enfriar por completo antes de desmoldar y servir, cortado en porciones tamaño ración.




Notas:
- Al llevar horchata, chocolate y caramelo, no le añadí más azúcar, pues ya queda un budín bastante dulce. Si sois muy dulceros o usáis solamente pan, con una cucharada sopera bastará.
- En casa nunca hemos tenido la costumbre de hacer el budín de pan al baño maría, pues nos gusta que quede un poco más seco. Si lo preferís más jugoso, no dudéis en hornearlo al baño maría.
- Este budín combina muy bien con un poco de nata montada, algún helado de sabor suave como el de nata o vainilla o, por supuesto, con un vaso de horchata bien fría.


Nada más por ahora. 
Espero que os haya gustado la receta y que os animéis a prepararla en casa, pues es rica y sencilla a más no poder.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!

domingo, 10 de abril de 2016

ARROZ CREMOSO CON ZANAHORIAS Y QUESO CURADO PARA EL RETO #ENTRELIBROSANDAELGUISOTS



¡Riiiiiing! ¡Suena en despertador! 10 de la mañana, del día 10 de abril... ¿Y eso qué significa? Pues que ya ha pasado otro mes (madre mía, el tiempo cada vez pasa más rápido...) y que toca participar en una nueva iniciativa para el reto de La Cocina Typical Spanish.
En esta ocasión, y adelantándonos a la celebración del Día del Libro del próximo día 23, las organizadoras del reto nos han animado a fusionar cocina y literatura preparando alguna receta que aparezca en algún libro que hayamos leído.
Uff, me confieso totalmente adicta a la cocina y a la (buena) literatura, son mis dos pasiones y la idea de fusionarlas me ha parecido la mejor iniciativa de todas las que he participado hasta la fecha... ¡Pero menudo trabajito me ha dado! Por un lado, sabía de sobras que no iba a tener tiempo de releer ninguna novela y que tendría que ir a lo seguro, a por alguna historia que me hubiera marcado y/o de la que me acordara al detalle; Por otro lado, casualidad o no, por más novelas que se me venían a la cabeza, menos cocina encontraba en ellas... ¿Pero qué diantres les pasa a algunos autores, con la dichosa manía de no "darles de comer" a sus protagonistas en toda la obra? Alguna cerveza, algún café y, a lo sumo, una porción de tarta en alguna cafetería de la zona, nada más... Vaya, vaya.
Como ya sabréis a estas alturas, de lo que se trata precisamente esta iniciativa es de disfrutar y difundir mes a mes la gastronomía popular de nuestro país, esas recetas tan ricas de nuestras madres y abuelas, y evitar así que caigan en el olvido. Bien, pues este ha sido precisamente otro de los grandes problemas con los que me he encontrado. Prometo no haberlo hecho aposta y soy una firme y fiel defensora de la literatura de nuestro país, porque está claro que hay mucha y muy buena, pero, sea por el motivo que sea, a lo largo de mi vida he leído muchas más novelas extranjeras que españolas.
Bueno, realmente es pura casualidad, pues nunca me he regido por un título o un género concreto. Aunque sí es verdad que siento especial predilección por la novela negra, basta que elija una obra al azar de un autor al azar (bueno, quien dice azar dice por recomendación de un/a amigo/a, un/a familiar, o del bibliotecario tan majo que tenemos en mi pueblo...), me guste y termine por devorar toda la vida y obra de ese autor en concreto. Hace 5 o 6 años me pasó con Carlos Ruíz Zafón, poco después con Stieg Larsson, seguido de Douglas Kennedy... Y el último ha sido (está siendo, de hecho) John Green.
Puede que por el nombre much@s no sepáis quién es John Green, pero si os doy el título de Bajo la misma estrella, la cosa cambia un poco, ¿Verdad? Si es que hoy en día, lo que no haga la literatura por si sola lo hace el cine poco después, sea para bien o para mal...
Pues bien, John Green es uno de los escritores y youtubers estadounidenses más populares en la actualidad. sobretodo a raíz de la publicación de su novela Bajo la misma estrella. Personalmente, lo que más me gusta de Green es que, a pesar de estar considerado un autor de literatura juvenil, siempre basa sus historias en hechos reales, cotidianos, muy duros incluso, pero reales, nada de fantasías con vampiritos, hombres lobo y demás como protagonistas. Para mi, esto lo convierte en un autor perfectamente leíble por todos.
En cuanto a Bajo la misma estrella, he de confesar que ha sido uno de los libros que más me han marcado hasta la fecha. Por desgracia, el cáncer ha sido y sigue siendo una enfermedad que me toca muy de cerca y obras como esta te ayudan a verla de un modo radicalmente distinto.
Lo que más me gustó de Bajo la misma estrella es que se trata de un libro sobre el cáncer sin ser un libro sobre cáncer. Es decir, no cae en los tópicos propios del género. Es una historia con la que se ríe más que se llora, que te hace reflexionar más sobre la vida que sobre la muerte, que no idealiza la enfermedad, que no ahonda en los malos momentos y a la vez resulta conmovedor.
John Green acierta de pleno con una narración muy ingeniosa, llena de sarcasmos y comentarios políticamente incorrectos. Green no "endulza" la realidad de los protagonistas para complacernos, y la franqueza con la que trata el cáncer es su mayor acierto. En definitiva, un claro ejemplo de que todavía existe buena literatura para jóvenes (y no tan jóvenes) y una historia que relees con mucho gusto.
En la adaptación cinematográfica, Shailene Woodley y Ansel Elgort se convierten en Hazel Grace Lancaster y Augustus Waters. Augustus es un payaso ("edad del pavo" lo llamamos aquí), y Hazel ha leído una y otra vez el mismo libro: An Imperial Affliction (Un Dolor Imperial). Ella logra interesar a Augustus en la novela en cuestión y esto los acaba por llevar a Ámsterdam para conocer al autor.
Aunque ninguno de los dos la tiene fácil, por una noche tienen derecho a una cita de ensueño: el autor en cuestión les reserva una mesa en el Oranjee, uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, donde piden la selección del chef: Risotto de zanahoria.
Y yo, busca que te busca y "typicaliza" que "typicaliza", he preparado mi versión de este risotto, a la que le de dado el nombre de Arroz cremoso con zanahorias y queso curado. Mucho más nuestro, dónde va a parar...
La verdad, no sé si mi arroz estaría tan bueno como para que Augustus, tal y como dijo acerca del risotto del Oranjee, "quisiera que se convirtiera en una persona para poder llevarlo a Las Vegas y casarse con él", pero a nosotros nos encantó. Quedó tan suave, tan cremoso y tan rico, que os puedo asegurar que es el mejor risotto que he preparado hasta la fecha.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 130 gramos de arroz bomba
- 1 zanahoria grande (uno 80-90 gramos)
- 1/2 cebolla (unos 50 gramos)
- 400 ml de caldo de pollo (2 vasos)
- 200 ml de vino blanco de cocina (1 vaso)
- 2 cucharadas de mantequilla
- 1 cucharada de aceite de oliva suave
- 3 cucharadas soperas de queso curado rallado Gran Capitán + un poco más para servir
- Sal, pimienta negra molida y perejil picado, al gusto

- Antes de empezar, ponemos a calentar el caldo de pollo y lo conservamos al calor.
- Derretimos una de las cucharadas de mantequilla en una sartén a fuego medio y salteamos en ella el arroz para que absorba la mantequilla, pero sin que se dore.
- Seguidamente, agregamos el vino, removemos bien y, cuando suelte el hervor, le añadimos uno de los vasos de caldo de pollo. Tapamos la sartén y dejamos que se vaya cociendo.
- Limpiamos y picamos bien la cebolla y rallamos la zanahoria y el queso.
- En otra sartén a fuego medio con el aceite de oliva y el resto de la mantequilla, doramos las verduras con un poco de pimienta y perejil durante unos 4-5 minutos.
- Una vez tengamos doradas las verduras, las agregamos al arroz junto al resto de caldo de pollo. Lo dejamos cocinar a fuego bajo durante unos 10 minutos
 - Pasado este tiempo, agregamos el queso rallado, lo removemos todo bien para que funda y rectificamos de sal si fuese necesario.
 - Para terminar, retiramos del fuego y servimos muy caliente, espolvoreado con un poco de perejil picado y/o más queso rallado.




Notas:
- Sobra decir que se trata de un plato que se debe servir y comer justo después de prepararlo, pues a la misma vez que se va enfriando, va perdiendo cremosidad y queda más seco.
- La receta original propone utilizar 4 cucharadas de mantequilla y 2 de aceite, pero consideré que era una cantidad excesiva. Usando sólo las cantidades que os he indicado, queda también un arroz cremoso y muy sabroso.
- Al llevar queso curado y caldo de pollo entre sus ingredientes, os recomiendo no añadirle sal o probarlo antes de hacerlo, pues para mi gusto no la necesita.
- Por supuesto, y siendo fieles a la novela, este arroz marida a la perfección con champagne, aunque un vino blanco también le va de maravilla.


Espero que os haya gustado mi aportación de este mes.
Os dejo el enlace al recopilatorio para que también podáis disfrutar del resto de aportaciones de mis compañer@s.
Como novedad, este mes se sortearán 10 libros de cocina de diferentes temáticas entre tod@s l@s que participemos, así que deseadme suerte :)




¡Feliz domingo y feliz inicio de semana!
Fotos: Marc RT Studios

miércoles, 6 de abril de 2016

SALTEADO DE POLLO Y VERDURAS AL WOK CON PURÉ DE PATATAS



Si bien es verdad que en casa solemos comer más platos a base de legumbres, verduras, pescados y/o pastas (por los motivos que os explicaba hará cosa de un mes, y porque vivo con una auténtica máquina de devorar pasta y arroz), de vez en cuando también caemos en "las tentaciones de la carne" y nos gusta disfrutar de un buen plato a base de carne. Eso si, todo en su justa medida, (casi) siempre evitando las preparaciones copiosas y complicadas y optando por aquellas más sencillas, equilibradas y sabrosas. Os puede parecer una tontería, pero teniendo en cuenta que la carne necesita bastante más tiempo que otros alimentos para que nuestro cuerpo la procese, nuestro sistema digestivo nos lo agradecerá si le echamos una mano optando por aquellas carnes menos grasas, bien cocinadas y acompañadas de otros alimentos que conviertan el conjunto en un plato lo más sano y completo posible.
Por todas estas razones y, aunque en mi casa también eran y son muy habituales los platos tradicionales de más contundencia (como los guisos con lentejas, con alubias o con patatas, los arroces de domingo y los exquisitos dulces de sartén), en cuanto a carnes, el pollo ha sido y es el protagonista por excelencia.
En este hecho tuvo mucho que ver mi abuelo que, durante años, se dedicó a criar sus propios pollos y gallinas en un pequeño corral que él mismo se hizo y que se instaló en el huerto de donde también salían la mayoría de verduras, hortalizas y frutas que comíamos por aquel entonces. Como os podréis imaginar, el sabor de la carne de aquellos pollos, criados en libertad y alimentados de manera totalmente natural, sin antibióticos ni cosas raras, no tenía ni punto de comparación con la carne de pollo que solemos comprar en el supermercado e incluso en algunas carnicerías. Y si tenemos en cuenta el favor que le hacemos a nuestra salud al consumir una carne más rica en nutrientes y libre de hormonas, antibióticos y demás, motivos no nos faltan para ir en busca de un payés, una tiendecita de barrio, una cooperativa, una parada de mercadillo, lo que queráis, pero donde podáis comprar carne de pollo que sea sólo eso, pollo. 
Ideas para disfrutar de esta carne, teniendo en cuenta lo versátil, saludable, económica, sabrosa y fácil de encontrar que resulta, os he dado ya unas cuantas, y a cual más rica: Contramuslos de pollo al hornoalitas de pollo maceradas, los famosos higaditos de pollo en salsa de mi madre y hasta un sencillo solomillo de pollo a la plancha con especias, miel y limón
Y hoy toca salteado, pero no un salteado cualquiera, sino uno preparado en ese gran invento oriental que es el Wok y que, desde que me hice con él, se ha vuelto imprescindible para mi, pues me ahorra muchísimo tiempo en la cocina y me permite disfrutar de todo el sabor y las propiedades de los alimentos que cocino en él.
Una pechuga de pollo hermosa, unas verduras que tenía en la nevera y unas especias elegidas y combinadas a nuestro gusto, acompañado por un sencillo pero riquísimo puré de patatas (casero, eso sí), nos solucionaron la mar de bien el almuerzo de hace justo hoy una semana, pues nos dejó bien satisfechos como plato único.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:





Ingredientes (para 2 personas):
Para el pollo:
- 1 pechuga de pollo amarillo catalán (la mía pesaba 350 gramos)
- 1 pimiento italiano pequeño
- 1/2 cebolla
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
- 1 cucharadita de salsa de soja
- 1 cucharadita de vino blanco de cocina
- Sal, comino, pimienta molida y pimentón dulce, al gusto

Para el puré de patatas:
- 2 patatas hermosas (450 gramos aprox.)
- 40 ml de leche 
- Zanahoria rallada, perejil y ajo en polvo, sal, al gusto
- 30 gr de mantequilla y/o queso rallado (opcional)

- Antes de empezar con la carne, pondremos las patatas a cocer a fuego alto hasta que estén bien tiernas (unos 20-30 minutos, dependiendo del tamaño). Retiramos, escurrimos y dejamos enfriar.
- Limpiamos y troceamos muy menudo la cebolla y el pimiento. Hacemos lo mismo con la pechuga de pollo, troceándola en dados medianos.
- Ponemos el wok a fuego medio-alto, añadimos el aceite y salteamos las verduras unos 4-5 minutos. Pasado este tiempo, añadimos el pollo y lo salteamos unos 4-5  minutos más.
- Una vez el pollo empiece a dorarse, añadimos la salsa de soja, el vino, las especias y la sal, y salteamos durante 2-3 minutos más. Retiramos y reservamos.
- Para hacer el puré de patatas, pelamos y limpiamos bien las patatas cocidas y las colocamos en un plato hondo.
- Condimentamos las patatas al gusto (zanahoria rallada, especias, sal...), les añadimos la leche y las chafamos con la ayuda de un tenedor hasta que quede un puré uniforme, consistente y cremoso.
- Servimos el pollo salteado acompañado del puré de patatas, todo templado.




Notas:
- Siempre podemos recurrir a los preparados de purés de patata instantáneos que venden el el supermercado y personalizarlos con los ingredientes que más nos gusten (queso, mantequilla, especias...), pero el puré de patatas casero siempre resultará más sabroso.
- Con el wok, es importante cocinar en tiempos cortos y a fuego más bien alto para que las verduras queden "al dente" y las carnes no pierdan su jugo. Así podremos disfrutar de todas sus propiedades y su sabor.
- El puré de patatas puede substituirse perfectamente por un arroz sencillo, unas patatas al horno o fritas, un poco de cous-cous con verduras... En fin, por lo que más os guste.


Nada más por ahora. Espero que os haya gustado la receta de hoy.
Millones de gracias por seguir ahí, a pesar de mis ausencias temporales. A veces, una no da para más... ¡Un abrazo enorme!