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lunes, 24 de agosto de 2015

"REBUJO" DE PATATAS, HUEVO Y MORCILLA



"Que un plato te recuerde a tu infancia multiplica el placer que sientes al comerlo".
Esto es lo que sentenciaba hace ya un tiempo Mikel López Iturriaga en su conocidísimo y alabadísimo blog de El Comidista, del que aprovecho para declararme lectora y seguidora incondicional. Por supuesto, yo no podría estar más de acuerdo con dicha afirmación. Si pudiéramos comer de los recuerdos, evocar esos olores y sabores de nuestra infancia cada vez que nos volviéramos a meter en la cocina a preparar el plato en cuestión y, sobretodo, cada vez que volviéramos a disfrutarlo, el placer de comerlo se multiplicaría por dos, por tres, o por tantas veces como poder de evocación tengamos. Y es que, llamadme melancólica en exceso si queréis, sigo en mis trece de que la cocina tiene un componente emocional (y social, por supuesto) enorme y disfruto muchísimo cuando me "reencuentro" con alguna comida que, pasados los años, consigue trasladarme a momentos felices de mi pasado. Qué sencillo y qué bonito era todo, cuando mi madre o mi abuela cocinaban y yo sólo tenía que preguntarles las cantidades para apuntarlas en mi libreta de recetas, poner la mesa y sentarme a disfrutar de los olores y sabores más deliciosos que jamás he probado.
A mediados de la semana pasada fui a hacerle una visita a mi abuela y me la encontré preparando lo que en casa llamamos "rebujo". El "rebujo" no es más que un sencillísimo plato de patatas fritas revueltas con huevo y chorizo o morcilla, acompañado de un pimiento frito, si ya queremos darnos el homenaje completo. ¿Por qué será que, la mayoría de veces, los platos más fáciles y básicos son los que más nos gustan? Tratándose de cocina, todo es muy amplio y relativo, todo depende de cada paladar y hablo a criterio personal, pero.. ¿Verdad que no soy la única a la que le pasa?
Pues bien, cuando volví a casa y tuve que preparar la comida, ya os podéis imaginar qué comimos ese día. Fue algo casi inevitable, el antojo que se me había creado era demasiado grande como para dejarlo pasar. Además, tenia patatas, tenía huevos, tenía morcilla y también tenía el tiempo justo para cocinar, así que se puede decir que fue algo que me estaba destinado :P
Mientras lo preparaba, me vinieron a la mente muchísimos recuerdos de mi infancia, de lo largas que se me hacían las clases los días que en casa tocaba rebujo para comer, o de como deseaba que mi yaya se lo preparara a mi tío para que le diera una fiambrera a rebosar a mi madre, o de como incluso, cuando accedí a ponerme a dieta para mejorar mi salud, el rebujo se convirtió en mi "plato-homenaje", un homenaje que me daba los domingos si mis avances habían sido muy positivos, cosa que me ayudó a seguir la dieta con muchas más ganas.
Cómo os comentaba al principio, el rebujo es un plato que no tiene ningún misterio: patatas, huevo, morcilla o chorizo, aceite y sal. Sencillo pero delicioso, de esas comidas clásicas que no faltan en ningún hogar y que nos han sacado de un apuro en más de una ocasión.
La gracia de este tipo de platos reside en jugar con los añadidos y prepararlo a nuestro gusto: Unas rodajas de berenjena bien crujientes, un pimiento frito, unas rodajas de pan frito, unos tacos de jamón, o de bacon... en fin, cualquier cosa que tengamos a mano y que nos guste será bienvenida.
Plato único, por supuesto, y esta vez no puedo decir que sea ligero, por razones obvias. Pero, oye, preparado con mucho mimo y con una buena materia prima, y disfrutado de vez en cuando, no os podéis imaginar lo bien que sienta. Como veis, también me lo llevé en el tupper a trabajar e incluso frío me lo comí la mar de a gusto.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 2 patatas hermosas
- 3 huevos tamaño L
- Media morcilla negra (100 gramos)
- Aceite de girasol para freír
- 2 cabezas de ajo
- Sal, al gusto

- Para empezar, pelamos y lavamos las patatas, y las cortamos en cuadrados no demasiado pequeños. Las salamos ligeramente y reservamos.
- Ponemos a calentar una sartén a fuego medio-alto con el aceite y, una vez esté caliente, freímos las patatas hasta que estén a nuestro gusto. Escurrimos de aceite y reservamos.
- En un bol aparte, batimos los huevos y los salamos. Añadimos las patatas y dejamos que hidraten unos minutos.
- Troceamos muy menudo la morcilla y el ajo y, en la misma sartén y con un par de cucharadas de aceite de la fritura, doramos los ajos y la morcilla un par de minutos.
- Añadimos a la sartén la mezcla de patata y huevo y la cuajamos, sin parar de remover para que el huevo no se queme y quede bien revuelto.
- Servimos inmediatamente.




Notas:
- Si queréis acompañar el revuelto con alguna verdura frita o pan frito, se deberán cocinar justo después de freír las patatas, en el mismo aceite ya caliente.
- El toque del pimentón le va de maravilla a este revuelto, así que si os gusta no dudéis en añadírselo, ya sea dulce o picante.
- Si cocináis las patatas en el horno y empleáis poco aceite a la hora de cuajar el revuelto, el valor calórico del plato desciende considerablemente.

Nada más por hoy, espero que os guste y que tengáis un magnífico inicio de semana.

miércoles, 8 de abril de 2015

EMPANADILLAS DE CABELLO DE ÁNGEL CASERO





¡Qué me gusta a mi un mercadillo de pueblo, madre mía! No lo puedo evitar, es algo innato en mi, casi como un "hobbie".Todos los viernes, cojo a mi conejillo de Indias (novio en su defecto jeje) del brazo y ala, a "mercadear", haga frío o calor. Y si alguna semana no puedo ir, me da la sensación de haberme podido perder algo importante, que sé yo, unas manzanas recién llegadas de Lleida o unos huevos frescos de payés en oferta... No, ahora enserio. Desde que me toca a mi cocinar y controlar qué tenemos en la despensa, suelo ir al mercado con bastante asiduidad. Y es un autentico gustazo. Comemos más sano, mucho mucho mucho más rico, y además ahorramos unos eurillos, que nunca vienen mal. Ya le tengo echado el ojo a un par de tenderos del pueblo que se de buena mano que todo lo que venden es de cosecha propia, y siempre acabo cayendo en la tentación. Eso fue lo que me pasó la semana pasada. Llegué al mercado con la idea fija de comprar solamente unas manzanas y unos buenos tomates de ensalada. Paseando, paseando, pasamos por delante de un puesto llenito llenito de calabazas de cidra, ¡Y menudos calabazones! Casi, casi, unos 3 quilos cada una. Total, entre que el buen hombre supo venderse de maravilla y que a mi las calabazas ya me habían robado el corazón... si, manzanas y tomates me llevé, pero dos calabazas también. No tengo remedio, lo sé.
Aún no se que haré con la otra, tendré que investigar por ahí. Pero mi madre tuvo la genial idea de hacer cabello de ángel y convertir una de ellas en estas ultra fáciles y deliciosas empanadillas. 
Esta receta requiere tiempo para hacer el cabello de ángel, pero es sumamente sencilla. Y vale, sé que estamos ya todos empezando con la operación biquini y esas cosas, pero oye, un día es día (siempre se dice lo mismo...).

                           



Espero que os guste


Ingredientes (para 25 empanadillas aprox):
1 calabaza de cidra de unos 2,5 quilos
La mitad del peso de la pulpa de calabaza de azúcar
1 palo de canela
1 limón
Agua
25 obleas para empanadillas
Aceite para freír
Azúcar para rebozar (opcional)

- Antes de empezar, pre calentamos el horno a 150º
- Abrimos la calabaza en dos y la introducimos en el horno durante 10 minutos para que la carne se desprenda mejor de la corteza.
- Una vez tengamos la carne limpia, sin la cascara pero con las pipas, la colocamos en una cazuela con un poco de agua.
- Tapamos la cazuela y cocemos a fuego lento hasta que la pulpa este blanda (unos 40 minutos más o menos).
- Dejamos templar la pulpa, le quitamos las pipas y la vamos estrujando con las manos para desmigar cada trozo en hebras.
- Ahora pesamos la pulpa que hayamos obtenido (nosotros sacamos más de un quilo) y la ponemos en una cazuela con la mitad de su peso de azúcar, la canela, la piel del limón y su zumo.
- Ponemos la cazuela a fuego medio-bajo y vamos removiendo de vez en cuando, hasta que la cidra caramelice (unos 35-40 minutos).
- Dejamos enfriar completamente el cabello de ángel.
- Ahora sólo nos quedará rellenar las empanadillas, sellarlas bien con la ayuda de un tenedor, y freírlas en tandas de 4 a fuego más bien alto. Se pueden rebozar en azúcar o comer tal cual. 




Notas:
- Si nos sobra cabello de ángel o queremos hacer más cantidad, podemos preparar conservas en tarros si los esterilizamos en agua hirviendo durante 20 minutos. Es una buena manera de tener cabello de ángel casero siempre a mano.
- Estas empanadillas también se pueden hacer al horno y quedan igualmente deliciosas y más ligeras.
- Existen multitud de preparaciones con cabello de ángel y hojaldre (cestitas, cañas, milhojas...). Os recomiendo probarlas, son deliciosas.


¡A disfrutar del resto de semana!