Mostrando entradas con la etiqueta Dulces y Postres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dulces y Postres. Mostrar todas las entradas

martes, 6 de diciembre de 2016

TARTA DE MANZANA CLÁSICA

 


Si pudierais verme por un agujerito ahora mismo (suerte que no...), me faltaría comedor para correr a esconderme... Tirada en sofá, con pijama polar, doble calcetín, moño alto, manta a modo de capa, una manzanilla calentita, y escribe que te escribe... ¡Esto es vida señor@s! Y es que, cuando tu día a día te obliga a prescindir con frecuencia de estos momentos de "bicho bola" (así los llamamos en casa), poder dedicarte una tarde (casi) entera a ello es como... En fin, mi gozo en un pozo, supongo que me entendéis perfectamente.
Y sí, lo sé, soy un caso. Otro mes de ausencia que dan como resultado muchísimas cosas que contar, demasiadas para una, dos, tres y hasta diez entradas, así por redondear a lo bajo. Y es que no me canso de decirlo: a culo inquieto no me gana nadie. Levantarse por la mañana y tener algo que hacer, y si ya ese algo te hace sentir útil, satisfecho, realizado, feliz al fin y a cabo, es lo que le da sentido a nuestras vidas y hace que nos vayamos a la cama agotados pero que apenas necesitemos un poco de ganas para dejar la pereza entre las sábanas y enfrentarnos al día.
Noviembre ha sido, con sus altos y sus bajos, un mes de bastante jaleo en casa: sigo con mis nenes "bilingües" y sus travesuras a la vez que estudiando por mi cuenta y sacando tiempo para ir a alguna que otra quedada con amigos, hacer una escapada rápida con Marc y plantarme en todos aquellas presentaciones, talleres, cursillos y demás a los que se me presenta la oportunidad. Por suerte, la temporada de verano hace mucho que quedó atrás y vuelvo a tener a mi señor maridín en casa, al que ya he liado varias veces (siempre a cambio de un plato de lentejas para almorzar, tampoco es que pida demasiado el pobre) para que me acompañe o le dedique media hora de su día a una sesión de fotos de alguno de los platos que preparo en casa. Y el pobre siempre ahí, al pie del cañón... Tanto que ahora tengo un montón de entradas empezadas, con unas buenas fotos pero en las que, sea por falta de tiempo o por pereza, no he escrito nada todavía. No ya por el hecho de que se me esté acumulando en trabajo (que también), sino porque realmente me apetece seguir contandoos, enseñándoos y compartiendo mi cocina y mis andaduras con vosotros, voy a tener que hacer un análisis de moral profundo y ponerme seriamente a ello. Eso o clonarme, cosa que pinta imposible dada la situación actual de mi cuenta de ahorros... En fin, vamos a lo que vamos.
Parece que el frío ha llegado para quedarse: días más cortos, noches más frías y largas, tardes en las que sólo apetece taparse hasta la nariz y no moverse del sofá, y ensaladas, salteados y sopas templadas que empiezan a desaparecer para dar paso a sopas calentitas, guisos, estofados y horneados a tutiplén. En definitiva, cocina de temporada rica, calentita, de esa que reconforta y nutre el cuerpo y el alma. Y si ya se hace y se comparte con cariño, ni os cuento... Y en esta receta otra cosa no habrá, pero cariño lo hay a raudales. Venga, va, sí, os cuento un poco:
Una de las ventajas de trabajar en un colegio es que casi siempre puedo tomarme el día libre cuando los nenes también lo tienen. Eso se traduce en algún que otro sábado (si he podido preparar la siguiente clase por adelantado, claro) y muchos domingos... ¡Domingos! Se me hace hasta raro poder levantarme un poco más tarde, ir al mercado semanal e incluso visitar a mis padres o a mis tíos sin tener que pensar si habrán vuelto ya del trabajo.
Sin ir más lejos, el domingo pasado, después de haber aprovechado la mañana a más no poder y haber comido a las tantas por ello, el tiempo empezó a torcerse un poco y nuestros planes de salir a merendar fuera empezaron a darnos una pereza enorme, tanta que decidimos dejarlo para otro día.
¿Y qué íbamos a merendar entonces? Vale, todos tenemos en la despensa un paquete de galletas básicas, alguna que otra tableta y/o crema de chocolate e incluso algo de bollería industrial para estos casos, pero nosotros ya nos habíamos hecho a la idea de ir a merendar a alguna cafetería/pastelería de esas tan cuquis que tanto abundan hoy en día y en las que lo más ligero que puedes tomarte son unas galletas gigantes con extra de pepitas de chocolate. Por eso, no me costó mucho convencer a Marc para que me ayudara a preparar esta tarta, pues ya se la había hecho con anterioridad en varias ocasiones y sabía que le encantaba. De hecho, tuve que estar pendiente de que no le diera un pellizco antes de que se enfriara del todo para poder desmoldarla y pintarla, no os digo más.
La tarta o bizcocho de manzana es un clásico de la repostería que siempre se ha preparado en casa y que nunca me canso de repetir, ya sea para disfrutarla nosotros o para llevarla a alguna reunión familiar, con amigos, etc.
La receta que os doy hoy es una mezcla entre la de Eva Arguiñano y la de mi madre, es decir, mi versión particular de ambas.  Os aseguro que, respetando las cantidades, los tiempos y optando por ingredientes de calidad, siempre queda perfecta, con una textura consistente pero suave y cremosa a la vez, y un sabor a manzana tan rico que... Vaya, para comerse media tarta de una sentada.
Y, si tenéis la oportunidad, dejad que os ayuden a prepararla, ya sea vuestra pareja, vuestros nenes, vuestra madre, vuestro padre o el vecino de al lado, qué más da. Cocinar en compañía añade variedad y diversión a algo que muchos ya hemos cogido como rutina y nos permite, entre otras muchas cosas, pasar tiempo de calidad con nuestros seres queridos, aprender a trabajar en equipo, probar cosas nuevas juntos, divertirnos y, en definitiva, disfrutar mucho más de lo que se está comiendo por el simple hecho de haber pasado un buen rato preparándolo. Creedme, merece la pena.
Sin más,os dejo con los ingredientes y el paso a paso:




Ingredientes (para 4 personas):
- 1 manzana golden grande (250 gramos aprox.)
- 100 gramos de harina de trigo común
- 1 cucharadita de café de levadura química
- 1 huevo tamaño XL
- 50-60 gramos de azúcar blanquilla
- 75 ml de leche
- 1 cucharada sopera de aceite de girasol
- Canela en polvo, al gusto
- Mermelada de melocotón, para pintar la tarta

- Antes de empezar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un bol grande, batimos el huevo con el azúcar y el aceite hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces la leche y la canela y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina y la levadura por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Vertemos la mezcla sobre un molde de silicona o un molde convencional untado con mantequilla y harina.
- Aparte, limpiamos, pelamos y despepitamos la manzana. La cortamos en rodajas no muy finas y en forma de medialuna.
- Cubrimos la superficie de la tarta con las rodajas de manzana de la forma que más nos guste, hasta terminar con todas.
- Introducimos la tarta en el horno durante 25-30 minutos a 190ºC, o hasta que se dore la superficie y haya subido lo suficiente.
- Para terminar, dejamos enfriar, desmoldamos y pintamos la tarta con un poco de mermelada de melocotón ayudándonos de un pincel, antes de llevarla a la mesa.




Notas:
- La mejor variedad de manzana para preparar este tipo de tartas es, sin duda, la Golden Delicious, pues resulta muy tierna, dulce y suave, y queda deliciosa cuando se hornea. En su defecto, recomiendo utilizar la variedad Braeburn, que también resulta muy jugosa, dulce y poco ácida.
- El toque de canela es totalmente opcional y al gusto, pero yo siempre se lo añado porque, en mi opinión, realza bastante el sabor de la manzana y del bizcocho en si.
- La mermelada de melocotón se puede sustituir perfectamente por mermelada de albaricoque, de ciruela, de naranja, o incluso por un poco de mantequilla derretida que le dará todavía más brillo.


Y esto es todo, por ahora.
Esta vez la despedida no va a ser tan larga, pues este sábado es día 10 y, como casa mes, toca reto de la mano de La Cocina Typical Spanish. Como siempre, os aconsejo que no os lo perdáis, pues le hemos puesto mucho cariño y esfuerzo y pinta, como poco, delicioso.
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz megapuente!
Fotos: Marc RT Studios

martes, 18 de octubre de 2016

MIS RECETAS EN COOKPAD (II)



Bueno, bueno, bueno, dos entradas nuevas en el blog con apenas una semana de diferencia entre la una y la otra, esto si que es algo insólito... ¡Pedid un deseo, rápido! Yo acabo de decidir así, a lo loco, que mañana a primerísima hora me planto en la Administración de Loterías que tengo al lado de casa para hacer unas cuantas apuestas a La Primitiva del jueves, vaya a ser que suene la campana...
Vale, bromas aparte y después de la parrafada que os solté como acompañante de las tortas de aceite y anís para intentar medio justificarme, me acabo de dar cuenta de que me olvidé mencionaros otro de los motivos (y de los más importantes, vaya) por el que no puedo publicar tantas recetas ni participar en todos los eventos, retos, iniciativas, etc., en los que me gustaría: Mi chico (todavía no me acostumbro a llamarle "marido", dadme tiempo...) también está hasta arriba de trabajo últimamente, y las pocas veces que coincidimos un día entero los dos en casa, o a él no le apetece pasarse una hora cámara en mano haciéndole fotos a unas croquetas, o yo ya he preparado los tápers para el día siguiente y los tengo bien guardaditos en su bolsa térmica o, simplemente, nos apetece disfrutar de nuestra compañía mutua y pasarnos la tarde tirados en el sofá, viendo una peli y poniéndonos finos a palomitas... Vaya, a lo que se le llama descansar un poco y, ya que nos ponemos, hacer algo de vida en pareja, que nunca está de más.
Como ya os he comentado en multitud de ocasiones, mi chico es fotógrafo y, aunque se le dan mejor los exteriores, no ha parado de sorprenderme con sus fotos de mis recetas desde que empecé con el blog. Yo, en cambio, no me llevo tan bien con la cámara como me gustaría e intento hacer uso de ella lo menos posible y sólo cuando no tengo más remedio (o por pura cabezonería, la verdad sea dicha).
Y aquí estoy, sin fotógrafo "oficial" hasta nuevo aviso, liada con mis 14 monstruitos "bilingües", intentando seguir con el ritmo de estudios y, para rematar, arrastrando un pedazo de constipado desde hace una semana. Eso sí, la "mala costumbre" de comer no nos la quita nadie y cocinar he tenido que cocinar igual... Por lo menos ha habido testigos de ello y, por supuesto, por estos lares no ibais a ser menos.
Hacía mediados de mayo os comentaba que empecé a participar en Cookpad España hará ahora 1 año y medio más o menos y que, lo que realmente hace que quiera seguir formando parte activa de esta comunidad, es el hecho de que se trata de una plataforma donde la gente realmente disfruta cocinando, compartiendo y aprendiendo, y eso se nota. Lo mismo puedes encontrarte con recetas muy elaboradas con unas fotografías espectaculares, como con otras mucho más humildes y sencillas, cocinadas, fotografiadas y editadas casi al momento, como ha sido el caso de la mayoría que servidora ha ido publicando últimamente y que me dispongo a enseñaros hoy.
Sin más, aquí tenéis algunas de ellas que espero os ayuden a diseñar un menú adaptado a vuestros gustos y/o necesidades, pues hay un poco de todo (guarniciones, platos de carne, platos de pasta, cenas ligeras...):


- Este arroz salteado con verduras y frutos secos constituye una guarnición mucho más ligera que las clásicas patatas fritas y resulta ideal para acompañar y completar nuestros platos de carne y/o pescado, aunque también lo podemos disfrutar tal cual a modo de entrante o cena ligera. En cualquier caso se trata de una receta muy sencilla, aromática y nutritiva.



- La escalivada es uno de los platos vegetales más básicos del recetario catalán y resulta ideal para preparar esta receta de torradas "a la catalana", una cena muy sencilla y muy rica. La palabra "escalivada" viene del verbo "escalivar", que en catalán significa “asar al rescoldo”, y suelen emplearse verduras como el pimiento rojo, la berenjena, la cebolla, etc.



- Y de la verdura pasamos directamente a la carne, y lo hacemos con estas albóndigas ligeras de pollo con verduras. Las albóndigas son de esos platos que no faltan en ninguna casa y que, acompañadas de una buena salsa a base de verduras y un poco de arroz cocido, patatas, pasta, etc., se convierten en un plato completo y delicioso, pero también bastante calórico. Por eso, con esta receta os enseño como las preparo yo en casa para que resulte un plato más ligero pero no por ello menos rico.



- Y ahora le llega el turno a la pasta con estos macarrones con salsa de tomate y queso crema, una receta que sorprende por su sencillez y sabor y perfecta para el táper a modo de plato único.



- Aunque estemos ya con el estómago lleno, nadie le dice que no a un dulce final, ¿Verdad?
Para ello, os propongo este pudin de pan y chocolate que, aparte de ser delicioso, nos permite dar salida a los restos de pan/bollería que se nos hayan quedado duros.



Y bien, esto es todo por ahora. Como podéis comprobar, ni son recetas excesivamente elaboradas y las fotos distan mucho de estar a la altura de las que suelo enseñaros aquí, pero todo ello es el reflejo de la cocina de mi casa, una cocina "de batalla", a la que no dejo de dedicarle muchos ratos y a la que siempre le pongo mucho cariño.
Antes de despedirme hasta la próxima (y, muy a mi pesar, nunca sé cuándo caerá exactamente...), aprovecho para volver a recomendaros Cookpad, pues entre retos, días temáticos, tardes de cocina en directo y demás, tendréis la oportunidad de aprender mucho, de conocer a gente muy maja y con muy buena mano en la cocina y, sobretodo y más importante, de pasarlo muy muy bien. Tened por seguro que el equipo de Cookpad España (en mi caso fueron Irene y María, dos chicas que son un amor) os recibirá con los brazos abiertos.

¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz semana!

lunes, 10 de octubre de 2016

TORTAS DE ACEITE Y ANÍS PARA #ELHÁBITOSÍHACEALMONJETS



Bien, llegados a este punto y viendo mi ritmo de publicaciones actual, he pasado de sentirme como una niña friki de la cocina que intenta llevar un blog de la manera más decente posible, a sentirme como San Andrés, "ese que viene una vez al mes" (chicas, ya sabéis a lo que me refiero)... 
No os engañéis, no hay ni habrá ninguna otra ley más científica y más cierta en este mundo que la Ley de Murphy. Porque si el señor Murphy pudo demostrar en su momento que la tostada se te va a caer siempre del lado de la mantequilla, ¿Que pasa cuando Miss Debora se pone a preparar alguna publicación para subirla al blog? Pues exactamente lo mismo, que acaba pringando todo el suelo de la cocina de mantequilla (qué metafórico me ha quedado eso...).
¿El último lío en el que me he metido? Ni más ni menos que en el maravilloso mundo de las clases extraescolares. Ya os podéis imaginar la situación: 5 de la tarde, un aula, una pizarra, un libro de inglés y 14 niños de entre 8 y 11 años agotados después de haber estado todo el día de clase en clase, parando sólo para almorzar... Casi nada. 
Pero bueno, confieso que después del "sustillo" del primer día (parece que no, pero tener a tantos ojos a la vez mirándote, preguntándote y esperando a que les des algo para hacer impone, y mucho), poco a poco me va motivando más el hecho de tener que hacer "mis deberes" y prepararles actividades pensando en cómo motivarles y en cómo hacer que aprendan y se lo pasen bien a la vez. De momento parece que vamos por buen camino, a ver si sigue igual hasta final de curso y me gano la etiqueta de profe molona :P En fin, soñar es gratis, y vamos a lo que vamos, que siempre me lío...
Como os contaba, por una cosa o por otra siempre termino yendo muy justa de tiempo. Por lo menos ya he aprendido la lección, y cuando quiero y veo que puedo aportar mi granito de arena en alguna colaboración, reto, iniciativa, etc., intento planificarme con un par de días de margen y casi siempre agradezco haberlo hecho.
Como cada mes, llegados el día 10, un grupo de bloggers la mar de majetes nos damos cita virtual para participar en la iniciativa de La Cocina Typical Spanish publicando una receta tradicional de nuestro país. 
Klerit, autora del blog Código Secreto 208 ha sido nuestra anfitriona de este mes y nos ha querido transportar virtualmente a las cocinas de los conventos y los monasterios de nuestro país y descubrir así las delicias que se preparaban y se preparan en esos benditos lugares... ¡Y tan benditos!
Confieso que este mes he disfrutado de lo lindo con un reto tan "divino", y es que me matado unos cuantos pájaros de un tiro: Por  fin he ido a Caelum, una pastelería-cafetería de Barcelona dedicada única y exclusivamente a los dulces de convento a la que me moría de ganas de ir desde hacía mucho tiempo; He aprendido un montón de cosas gracias a todo el contenido que hemos ido compartiendo entre todos los participantes a lo largo del mes; He preparado una receta que tenía pendiente también desde hacía mucho y, para rematar, ha sido un éxito rotundo en casa. Por mi, reto más que superado :)
Sé que las tortas de aceite y anís son un dulce muy conocido y que quizás no se considere una receta de convento como tal, pero aparecen en los recetarios de muchos y yo, que he tenido oportunidad en más de una ocasión de probar las tortas de aceite hechas por monjas, os puedo asegurar que no tienen nada que ver con las que compramos en el supermercado... ¡Espectaculares, deliciosas, puro vicio! Tan crujientes, tan dulces y tan aromáticas que cuesta comerse sólo una. Aunque bueno, se puede decir que es uno de esos "caprichos sanos", pues son 100% mediterráneas, con un buen aceite de oliva, sin huevos y sin lácteos. Por rizar un poco más el rizo y hacerlas un pelín más beneficiosas para mi, las he preparado con harina integral, cosa que no ha alterado el resultado en absoluto. 
Por supuesto, no son 100% auténticas y no me han salido perfectas, pero le he puesto mucho cariño y a nosotros nos han sabido a gloria. 
Como no podía ser de otro modo, aprovecho para dedicárselas a mi yayo, que en paz descanse. Rara era la tarde en la que el hombre, ya bien almorzado y con el cansancio acumulado de haber estado toda la mañana trabajando en el huerto y de haberme cuidado, no se tomara su café con leche y su torta de aceite. Él con lo suyo y yo con mi pan migado en leche con cacao, eran las mejores meriendas del mundo mundial.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unas 12 tortas):
- 100 gr harina de trigo integral
- 50 ml agua templada
- 25 gr aceite de oliva virgen extra
- 1/2 cucharada de anís en grano
- 1/2 cucharada de ajonjolí (sésamo)
- 5 gr levadura seca de panadería
- 1 cucharada sopera grande de anís dulce
- 30 gr azúcar + un poco más para rebozar
- 1 piel de un limón y/o una naranja
- 1 pizca sal

- Para empezar, ponemos en un cazo a fuego más bien bajo el aceite con la piel del limón y/o la naranja (o ambos) y templamos hasta que humee un poco. Entonces retiramos del fuego, añadimos el anís en grano y dejamos infusionar hasta que enfríe por completo, momento en el que retiraremos la piel de la fruta. Reservamos.
- En un bol grande mezclamos bien la harina, la sal, el azúcar, el sésamo y la levadura. Añadimos entonces el agua, el aceite frío y la cucharada sopera de anís dulce y amasamos bien hasta formar una bola de masa que no se pegue a las manos. Dejamos reposar la masa dentro del bol tapada en un lugar cálido hasta que doble su tamaño (1 y 1/2 hora más o menos).
- Antes de continuar, encendemos y precalentamos el horno a 210 ºC, calor arriba y abajo.
- Pasado este tiempo, enharinamos un poco la superficie de trabajo y volvemos a amasar para desgasificar un poco la masa.
- A continuación, vamos cogiendo bolas de masa en función del tamaño en que queramos las tortas y las aplanamos todo lo que podamos. Podemos ayudarnos de un rodillo.
- Seguidamente, colocamos las tortas planas en una bandeja de horno cubierta con papel vegetal y las espolvoreamos con un poco de azúcar.
-  Horneamos las tortas a 210ºC durante 10-12 minutos, o hasta que estén doraditas al gusto.
- Retiramos el horno y dejamos enfriar por completo antes de consumir.




Notas:
- Al salir del horno puede parecer que estas tortas aún están un poco blandas, pero se terminan de endurecer al enfriarse y quedan muy, muy crujientes, sobretodo si conseguís que os queden finitas.
- El toque de la piel de los cítricos es algo que va muy a gustos: Hay quien le pone limón y naranja, o sólo limón, o sólo naranja, o le añade un poco de ralladura a la masa... Quedan unas tortas deliciosas de todos modos.
- En una caja de metal apta para guardar galletas o incluso en un táper, estas tortas se conservan crujientes 4-5 días. A partir de ahí empiezan a ponerse un poco blandas, pero mojadas en el café o en la leche están ricas igual.




Y esto es todo, por ahora.
Mantengo mi promesa de pasarme por vuestros blogs y disfrutar con todo lo rico que habéis estado cocinando estos días.
Antes de despedirme os dejo también el enlace al recopilatorio de este mes que, para variar, nos ha quedado divino, y nunca mejor dicho je je.
¡Millones de gracias por seguir ahí, y feliz semana!

domingo, 3 de julio de 2016

PALITOS DE ANÍS, CANELA Y LIMÓN



Casi medio mes de ausencia es mucha ausencia, y eso que todavía estamos, como aquel que dice, empezando el verano, uff... Pinta muy muy intenso. Os cuento:
Como cualquier niña de mi edad, cuando era pequeña me daba mucho coraje darle la razón a mi madre cuando me advertía de que no hiciera algo, de que el resultado y/o las consecuencias no iban a gustarme, y en el 99,9% de los casos terminaba por ser así. Menudos berrinches me pillaba, unas pataletas de campeonato, de esas de llorar de rabia y tirarme de los pelos hasta terminar agotada. Y es que, a parte de ser una niña, he de reconocer que siempre he sido bastante orgullosa...
Hoy en día me pesa mucho menos y, de hecho, no me importa en absoluto y me enorgullece reconocer que mi madre (y todas las madres en general) es una maldita enciclopedia de sabiduría popular, una de esas mujeres que, frase hecha por aquí y refrán por acá, siempre tienen algo que aconsejarte para (casi) cualquier situación que se te presente en la vida.
Con "El que algo quiere, algo le cuesta" aprendí que no se puede tener todo en la vida; Con el "Gotita a gotita se llena la pica" aprendí a tener un poco más de paciencia para el ahorro; Y con "El que la sigue, la consigue" aprendí a darle valor a las cosas que deseaba y a trabajar para conseguirlas.
En los últimos dos meses me he vuelto a ver en una de esas situaciones en las que mi madre siempre tiene algo que decir: "Las mejores cosas de la vida llegan sin buscarlas y sin avisar".
Sin buscarlas, sin planificarlas, sin darte cuenta y sin nada de nada... Vaya, incluso cuestan de asimilar y parecen sinsentidos, y no las puedes apenas controlar, simplemente hay algo que fluye y tu te dejas llevar, punto.
Cansada de esforzarme, de buscar, de rebuscar y de insistir, más de una vez he tenido que dejar algunos de mis propósitos de lado y conformarme con lo que tenía, aunque no fuera precisamente santo de mi devoción.
A modo de ejemplo, Marc llegó a mi vida justo en el momento en el que decidí dejar de envidiar a esas parejas jóvenes que se colmaban de besos y arrumacos por la calle y dedicarme a disfrutar de mi soltería; 3 años después, encontramos el piso donde vivimos justamente cuando decidimos dejar de buscar, muy desilusionados y frustrados por no tener ni ingresos ni avales suficientes para alquilar cualquiera de los pisos que nos gustaban; Por último, y a modo más personal, hace poco que encontré el trabajo que estaba buscando hacía mucho, muchísimo tiempo... ¿Y sabéis qué? Pues sí, lo encontré justo en el momento en el que decidí desistir en mi búsqueda y conformarme con el trabajo que tenía (profesión que adoro, por cierto, pero de la que necesitaba tomarme un  gran respiro).
Y a día de hoy, como quien no quiere la cosa y sin apenas darme cuenta, soy una mujer casada que disfruta limpiando, cocinando, mirando ideas de decoración, cambiando los trastos de sitio o simplemente tumbada en el sofá de su casa, sobretodo después de un día agotador en un trabajo que le llena, y mucho.
Al principio me sentí eufórica, pero poco después la euforia dejó paso a la sensación de plenitud y, hoy por hoy, me siento llena y muy satisfecha. Por poner un pero (siempre hay un maldito pero), he de reconocer que tanto dejarme llevar me ha dejado agotada. Demasiados sucesos y demasiados cambios a los que todavía me estoy acostumbrando y que me consumen mucha energía mental, cosa que ha llegado a pasarme factura y a lo que he tenido que poner remedio urgente. Por eso, en los pocos ratos libres que tengo para mí últimamente, he decidido darme al paseo relajado, a la lectura fácil, a la música tranquila, a los baños relajados, a la cocina sencilla y poco más.
Y en esta misma línea va la receta que os traigo hoy. Se trata de otra versión de aquellos palitos de canela y anís que he hecho tropecientas veces y que nunca duran más de dos días en casa.
Hará cosa de una semana tuvimos una tarde de lo más lluviosa y agobiante, y andaba yo muy perezosa y muy antojosa de dulce, así que me atreví a encender el horno, abrí todas las ventanas para no morir en el intento y me puse manos a la obra.
La ralladura de limón combina a las mil maravillas con la canela y el anís y le aporta un toque fresco y ácido riquísimo a estos palitos. Su sabor es muy parecido al de las rosquillas fritas de anís de toda la vida, pero el procedimiento es mucho más sencillo y resulta un dulce muchísimo más ligero, por lo que no nos va a pesar demasiado darnos el capricho aunque estemos en plena operación bikini :)
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para una bandeja de 25 piezas aproximadamente):
- 125 grs. de harina
- 1 yema de huevo
- 50 ml de aceite de oliva suave
- 30 grs. de azúcar + azúcar para el rebozado
- 1/2 cucharadita de canela molida
- La ralladura de 1/2 limón
- 1 cucharadita de anís en grano
- 1 copita (25 ml) de anís

- Antes de empezar pre calentamos el horno a 190º C.
- Colocamos toda la harina en un bol y añadimos la yema de huevo, el aceite, el anís y la copita de anís, la canela, la ralladura de limón y el azúcar.
- Ahora lo mezclamos todo bien hasta que la masa resultante no se pegue a las manos. La tapamos y la dejamos reposar unos 20 minutos en un lugar cálido.
- Pasados los 20 minutos, estiramos con las manos la masa y vamos formando tiras largas más o menos iguales.
- Pasamos las tiras por el azúcar y las vamos colocando en una bandeja de horno con un papel de horno o de aluminio ligeramente engrasado.
- Horneamos unos 15 minutos hasta que estén doradas y el azúcar forme una capa caramelizada.
- Dejamos enfriar y servimos.




Notas:
- Yo prefiero usar vino moscatel en vez de anís para hacer estos palitos, porque su sabor es mucho más suave y me gusta el punto de dulzor que le da.
- Estos palitos también quedan muy ricos si les "clavamos" unos frutos secos por encima antes de pasarlos por el azúcar y hornearlos.
- Os invito a variar la forma de los palitos, las posibilidades son infinitas y es mucho más divertido, sobretodo para los peques de la casa.
- Si se guardan en un táper o cualquier recipiente adecuado, estos palitos aguantan perfectamente una semana sin perder sabor ni textura.


Y nada más por ahora. Espero que os haya gustado la receta, hacia mucho tiempo que no preparaba ni publicaba nada dulce y ya iba siendo hora.
Las fotos vuelven a ser mías y, a decir verdad, esta vez estoy bastante contenta con el resultado, sobretodo si las comparo con las de la receta original. ¿Vosotros qué opináis?
¡Muchas gracias por seguir ahí, y feliz domingo!
Un abrazo.

lunes, 25 de abril de 2016

POSTRE DE YOGUR GRIEGO CON MERMELADA DE POMELO Y LADYFINGERS PARA EL #RETOALFABETODULCE



Vuelve a ser 25 y, como cada mes, llega el momento de participar en el Reto Alfabeto Dulce.
Es día 24, son las tantas de la noche y aquí me tenéis de nuevo, intentando dejar la entrada lo más bonita posible y apurando hasta el último minuto para llegar a tiempo de participar. Aunque, si he de ser sincera, a punto he estado de no hacerlo en esta ocasión, y motivos no me han faltado...
Primero, este mes el reto se ha complicado por dos. Después de haber agotado todas las letras del abecedario eligiendo ingrediente mes a mes, la propuesta de Ana para la segunda temporada del reto ha sido la de preparar una receta dulce no con uno, sino con DOS ingredientes obligatorios... ¡DOS! Esto no sería algo demasiado fuera de lo común si no fuera porque los dos ingredientes en cuestión se eligen de igual manera que hasta ahora, es decir, sorteando las letras del abecedario entre todos los participantes y con la condición de que ambos ingredientes empiecen por la letra que haya salido sorteada. Por supuesto, esto puede implicar (e implica) que los ingredientes en cuestión no tengan nada que ver el uno con el otro y sean bastante difíciles de combinar. De hecho, al menos en mi opinión, es precisamente lo que ha pasado en este primer "mes del doble".
Mi querida Ari del blog All in one e Isabel, la gran repostera que hay detrás del blog Gotas de azúcar y vainilla, han sido las encargadas de elegir los dos ingredientes y finalmente se han decantado por el pomelo y los bizcochos de soletilla o Ladyfingers (dedos de dama). Vale, sí, ambos son ingredientes muy comunes y fáciles de encontrar, pero cuando se trata de combinarlos es otro asunto, os lo aseguro. Y, si a esto le sumamos que mi chico lleva una semana trabajando fuera de casa y me he tenido que apañar sola con las fotos (y vaya fotos... os pido disculpas de antemano), que me ha salido un poco más de trabajo, que he empezado a estudiar de nuevo y que he tenido un par de compromisos familiares de por medio... Pues la verdad, no me ha dado para más y prefiero quedarme con la sensación de haberlo hecho lo mejor que he podido, pues ya os comentaba hace unos días que pienso seguir haciendo esto hasta donde me sea posible, sin agobios y sin presiones, y disfrutándolo todo lo que pueda.
Y en cuanto a la receta... Bueno, pues al final me he decantado por un postre bastante sencillo, de esos postres del día a día, pero no por ello menos rico.
El pomelo es una fruta que apenas consumimos en casa, y la verdad es que no nos gusta demasiado. Pero dándole vueltas al tema, me vino a la cabeza una receta de mermelada de pomelo que preparé hará cosa de 3-4 meses para darles salida a unos pomelos ecológicos que me regalaron y que no sorprendió gratamente, pues quedó muy dulce y nada ácida.
Seguí a rajatabla la receta del blog de Ana, que siempre ha sido uno de mis referentes en este mundillo y a la que seguía incluso antes de tener el blog. Ana acertó de pleno combinando la mermelada con yogur y unas cuantas gominolas, y fue por eso que se me ocurrió hacerlo igualmente con yogur, pero añadiendo también los bizcochos de soletilla.
Lo de usar la cáscara del pomelo para servir el postre fue totalmente invención mía (sí, una también tiene un poco de imaginación, aunque sea poca y mala...), pues me pareció que quedaría bastante más vistoso y resultón. En cuanto a la cata, como ya he dicho, se trata de un postre bastante simple, de sabores bastante suaves y cotidianos, pero igualmente rico. Por todos es sabido que el yogur combina de maravilla con todo tipo de mermeladas y bizcochos, así que no podía ser menos con ambos ingredientes a la vez, ¿No os parece?
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 mitades de pomelo o 2 raciones):
Para la mermelada de pomelo:
- La pulpa de 1 pomelo de 300 gramos (unos 150 gramos aprox.)
- 50 gramos de azúcar blanquilla
- 1 chorrito de vino dulce
- 1 pizca de canela molida (opcional)

Para el resto del postre:
- 200 gramos de yogur griego azucarado (casero en este caso)
- 4 bizcochos tipo Ladyfingers
- 2 mitades de cáscara de pomelo

- Un día antes, prepararemos la mermelada de pomelo: Abrimos el pomelo por la mitad y lo vaciamos bien con la ayuda de una cuchara y/o un  cuchillo, con cuidado de no romper la cáscara. Ponemos la pulpa de pomelo en una cazuela.
- Llevamos la pulpa a fuego medio sin dejar de remover hasta que haya espesado un poco. Agregamos entonces el azúcar, el vino y la canela.
- Seguimos cocinando, sin dejar de remover, hasta que tenga una consistencia más espesa (unos 10 minutos más).
- Colocamos la mermelada en un tarro esterilizado, lo tapamos y lo ponemos boca abajo para hacer el vacío. Lo dejamos así 12 horas como mínimo y ya la podremos usar.
- Lavamos bien las cáscaras de pomelo y procedemos a montar el postre: Colocamos un bizcocho hecho trozos en el fondo de cada cáscara, las llenamos con el yogur bien batido, y terminamos con un par de cucharadas de mermelada en el centro y un bizcocho partido en dos en uno de los lados. Servimos inmediatamente.




Notas:
- Desde que mi chico me regaló una yogurtera para mi cumpleaños, pocos yogures hemos comido que no fueran caseros. Es por ello que he decidido usar yogur casero para preparar este postre y os animo a hacerlo si tenéis oportunidad, pues el resultado lo merece.
- Con el poco pomelo que he usado, sale la mermelada justa para preparar las dos mitades de pomelo. Si queréis preparar más mermelada para usarla en otras elaboraciones, os recomiendo seguir la receta de Ana.
- Por supuesto, se trata de un postre que se debe consumir al momento pues, de lo contrario, la mermelada se mezclaría demasiado con el yogur y los bizcochos quedarían blandos.




Nada más por ahora.
Espero que os haya gustado mi propuesta y ya sabéis, contadme qué os ha parecido si os animáis a prepararla en casa.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!

domingo, 17 de abril de 2016

BUDÍN DE CHOCOLATE Y HORCHATA (DE LA AUTÉNTICA)



Nada más y nada menos que una semana ha pasado desde la última receta que compartí con vosotros... ¡Y vaya semana!
Y claro, como siempre, llega el domingo por la tarde y una se pone a repasar mentalmente todo lo que ha hecho a lo largo de estos 7 días y se termina diciendo a si misma: "¡Pero como no vas a estar cansada, hija mía!"... Aunque bueno, esta vez es una de esas "sarnas con gusto que no pican" pues, a pocas horas de empezar la penúltima semana de abril, me siento mucho más relajada y contenta de lo que me he sentido en estos últimos dos meses, cosa que mi cuerpo ya me estaba pidiendo a grito pelado.
El fin de semana pasado lo dediqué casi por completo a ayudar a mi madre en todo lo que necesitase, a dejar mi casa limpia de arriba a abajo y a estudiar todo lo que tenía planificado estudiar a lo largo de la semana. Como os podréis imaginar, fueron casi 3 días de mucho trajín, de estar en todo momento haciendo algo y de caer rendida en el sofá después de cenar... Pero, como todo en esta vida, lo hice por un motivo: El martes pasado, a las claras de la mañana y con un sueño de mil demonios, mi pareja y yo cogimos un autobús rumbo a Valencia, donde hemos pasado 3 días de desconexión y relax que nos han sentado de maravilla. Tanto él como yo necesitábamos cambiar un poco de aires y recargar las pilas, pues se nos avecinan días de bastante ajetreo, y esta vez ha sido la capital de la Comunidad Valenciana la que nos ha ayudado a hacerlo.
Nuestro primer día en la ciudad decidimos investigar un poco la zona donde nos alojamos (el Barrio del Carmen, una zona muy auténtica) y enseguida nos dimos cuenta de que podíamos llegar perfectamente a pie a todos los lugares que queríamos visitar (acostumbrados a Barcelona, las distancias son bastante más cortas), así que, guía en mano y con un calzado cómodo, decidimos descubrir la ciudad por nuestra cuenta.
Y qué bonita es Valencia... Con razón la llaman "La ciudad de las flores, de la luz y del amor", y siendo primavera la hemos podido disfrutar mucho más de lo que esperábamos.
En la entrada siguiente tengo previsto profundizar un poco más acerca de nuestra escapada, pero en líneas generales, Valencia nos pareció una ciudad preciosa con muchísimas cosas que ofrecer a todo aquel que la visita: Artesanía en cada esquina, monumentos de gran valor histórico que conviven con edificios más modernos, zonas verdes y playas tan bonitas que invitan a recorrerlas de punta a punta, gente amable y acogedora, y una gastronomía marcadamente mediterránea caracterizada por elaboraciones tradicionales, sencillas y sanas que, a pesar de guardar muchas similitudes con la gastronomía de mi región (soy catalana), invita a descubrir esos matices que la hacen única y especial. Y yo, "guiri gastronómica" empedernida, he dedicado una buena parte del viaje a hacerlo.
Por recomendación de una conocida valenciana que tengo, decidí no irme de Valencia sin probar una Paella, una Agua de Valencia (yo no puedo beber alcohol, así que no la probé) unos Fartons y una Horchata de Chufa de los de verdad, de los que te venden, recomiendan y consumen los propios valencianos.
¿Y que mejor lugar para hacerlo, que el Mercado Central de la ciudad? ¡Qué sitio más espectacular! Volvería a Valencia sólo por pasar otra mañana más en el mercado, disfrutando de todos esos aromas, colores y sabores, haciéndole fotos a todo, degustando todo lo que los paradistas me dieran a probar, mezclándome con los lugareños y comprando en las paradas que ellos mismos te recomiendan.
Especias para paella, frutos secos, panes, fresas, naranjas... En fin, compré tantas cosas que, al volver, la maleta pesaba el doble que cuando llegamos, y ya es decir, porque también venía llena de comida para el apartamento...


En la entrada de Mercado Central


Por supuesto, uno de los "souvenirs" que me traje fueron un par de litros de horchata artesana, también comprada en el mercado, en La Horchatería Central. Lo que todavía me pregunto, 4 días después de nuestro viaje, es cómo llegó a Barcelona la mitad de una de las botellas, si no paramos de darle tragos en todo el viaje... Qué bebida más rica y más dulce, y qué sabor tan tan tan intenso y tan tan tan delicioso a chufa... Una de esas cosas que, cuando una prueba, se da cuenta de que lo que le venden en el supermercado, a no ser que sea de muy buena calidad, no es más que un "sucedáneo de" que dista mucho de saber como el producto original y que no debería ni llamarse así. Pero bueno, cosas de la globalización y del marketing, supongo...
Pues bien, al haber llegado a casa con todavía media botella de horchata, con sólo un par de yogures para postre en la nevera y media barra de pan que se me había olvidado en la panera la noche previa a nuestro viaje, decidí echar mano del recetario del blog y preparar una versión distinta del clásico budín de pan.
Si hay algo que me gusta de este tipo de budines es que nunca te queda uno igual al anterior, básicamente porque nunca te sobran las mismas cosas ni usas los mismos ingredientes básicos. El anterior llevaba leche, azúcar y canela, y esta vez horchata y chocolate, y tan ricamente. Esa es precisamente la esencia del aprovechamiento y creo que este postre lo refleja a las mil maravillas.
Si sois muy puristas, estaréis pensado que la mejor manera de disfrutar de la horchata es sola y bien fría, y os doy la razón. Pero, oye, durante los tres días que estuvimos en Valencia, vimos a más de un nene pedir horchata con Cola-Cao en las cafeterías, y algunos padres la pedían para acompañar el café, en lugar de hacerlo con leche. Es más, incluso vimos bizcochos y magdalenas elaborados con horchata en las vitrinas de muchas pastelerías, así que con eso me excuso :)
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 120 gramos de pan duro y/o restos de bollería (100 gramos de pan y 3 bizcochos de soletilla en este caso)
- 2 cucharadas soperas rasas de cacao puro en polvo
- 250 ml de horchata
- 2 huevos tamaño M
- Caramelo para el molde, al gusto

- Antes de empezar, dejamos precalentando el horno a 180º.
- En un bol, desmigamos el pan y la bollería y añadimos la horchata y el cacao en polvo, mezclándolo todo bien.
- En otro bol aparte, batimos ligeramente los huevos y los añadimos a la mezcla anterior hasta que queden completamente integrados.
- En el fondo del molde donde vayamos a hornear el budín, colocamos una buena cantidad de caramelo líquido.
- Vertemos la mezcla del pudin en el molde e introducimos en el horno a 180ºC durante 35-40 minutos aproximadamente, o hasta que la superficie empiece a dorarse y el budín esté cocido.
- Sacamos del horno y dejamos enfriar por completo antes de desmoldar y servir, cortado en porciones tamaño ración.




Notas:
- Al llevar horchata, chocolate y caramelo, no le añadí más azúcar, pues ya queda un budín bastante dulce. Si sois muy dulceros o usáis solamente pan, con una cucharada sopera bastará.
- En casa nunca hemos tenido la costumbre de hacer el budín de pan al baño maría, pues nos gusta que quede un poco más seco. Si lo preferís más jugoso, no dudéis en hornearlo al baño maría.
- Este budín combina muy bien con un poco de nata montada, algún helado de sabor suave como el de nata o vainilla o, por supuesto, con un vaso de horchata bien fría.


Nada más por ahora. 
Espero que os haya gustado la receta y que os animéis a prepararla en casa, pues es rica y sencilla a más no poder.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!

viernes, 25 de marzo de 2016

BUDÍN O PUDÍN DE SOJA Y GALLETAS SPECULOOS PARA EL #RETOALFABETODULCE



Vuelve a ser 25 y, como cada mes, llega el momento de participar en el #RetoAlfabetoDulce.
Es 24 por la noche y aquí me tenéis de nuevo, dejándolo todo bonito y apurando el tiempo para llegar a participar, después de dos meses sin hacerlo, con algo medio decente. Ya que una lo hace, pues lo hace bien, o al menos yo soy de las personas que piensan así. Además, después de la pena que me dió no poder participar en el reto del mes pasado, siendo una chocolatera empedernida y sin haber faltado a una sola cita desde que me animé a participar, vuelvo con más ganas y muy contenta tanto con el ingrediente elegido como con el resultado de la receta que he elaborado con él.
¿Os suenan las galletas speculoos? Seguramente os habréis topado con ellas en multitud de cafeterías, pues suelen servirse para acompañar el café o incluso el té, o habréis pasado por delante de ellas en el supermercado miles de veces, pues las de la marca Lotus son muy conocidas y consumidas en nuestro país. Se trata de unas galletas típicas de países como Bélgica, Holanda y el norte de Alemania que no suelen faltar en las sobremesas navideñas. Lo que hace especiales a estas galletas y las diferencia del resto es la particular mezcla de especias que se usa para elaborarlas: Canela, clavo, nuez moscada, jengibre, cardamomo y pimienta blanca.
Su gran aroma y su sabor acaramelado hace que sean unas galletas deliciosas, de esas que te comes una y necesariamente necesitas otra, y otra, y otra más... ¡Pero como me gustan las galletas speculoos!
En fin, os cuento todo esto porque Bea, del blog Sweet Cookies by Bea ha sido la encargada de elegir el ingrediente con el que nos ha tocado cocinar este mes y no ha sido otro que las susodichas galletitas. La verdad es que sigo a Bea desde hace muy poquito, pero ya me he enamorado de su rinconcito dulce y no quisiera dejar pasar la oportunidad de darle las gracias por su elección, pues gracias a ella hemos podido disfrutar de uno de los postres más sencillos y más ricos que he preparado en mucho tiempo, y ya es decir, porque a nosotros nos encanta "darle al dulce"....
Digo que es un postre sencillo, porque no tardé más de 20 minutos en tenerlo preparado y en el horno. Y digo rico, porque si un pudín ya queda bien con restos de pan y/o bollería, con estas galletas os lo podéis imaginar... Una auténtica delicia.
Sabía de sobras, por un postre similar que preparé hace unos meses con turrón, que el resultado sería bicapa y que quedaría, por un lado, con una textura similar a la del flan y, por otro,  con una capa de galletas que harían de base y le aportarían mucho dulzor, sabor y, en este caso, mucho aroma.
Y ese ha sido exactamente el resultado, y así nos ha encantado.
Así que, aunque este pudín se puede preparar con cualquier tipo de galletas, os recomiendo hacerlo con speculoos, al menos para probarlo una vez. Veréis como termináis repitiendo.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 4 pudines como el de la foto):
- 2 huevos medianos
- 300 ml de leche de soja natural
- 1 rama de canela
- 7-8 galletas speculoos Lotus
-  2 cucharadas soperas de azúcar
- Caramelo para untar los moldes y/o para decorar

- Antes de empezar, precalentamos el horno a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un cazo a fuego medio, ponemos la leche de soja, la rama de canela y el azúcar, y lo llevamos a ebullición. Retiramos del fuego, sacamos la rama de canela y dejamos templar.
- En el vaso de la batidora, batimos los huevos con las galletas hasta que quede una especie de crema espesa. Añadimos entonces la leche templada y seguimos batiendo hasta que esté todo integrado.
- Seguidamente, untamos bien los moldes de caramelo y los rellenamos con la crema.
- Colocamos los moldes dentro de una fuente honda para horno, la rellenamos de agua hasta que cubra los recipientes a media altura, y horneamos a 190ºC durante 30-35 minutos, o hasta que los pudines hayan cuajado.
- Sacamos del horno, dejamos enfriar por completo, desmoldamos y servimos nuestros pudines acompañados de más caramelo y/o galletas de speculoos.




Notas:
- Yo usé leche de soja porque es la que solemos beber en casa últimamente. La verdad es que se disimula bastante su sabor, pero podéis sustituirla por leche normal sin ningún problema. Eso si, a no ser que debáis controlar a rajatabla las calorías de vuestra dieta, os recomiendo que sea leche entera, pues hace que el pudin resulte más cremoso y consistente.
- Este tipo de pudines también se pueden preparar perfectamente en el microondas. Bastará con hacerlo en un molde suficientemente grande para que quepa toda la mezcla y que esté bien cubierto de caramelo, y cocerlo a 700-800 vatios durante 7-9 minutos, dependiendo del microondas.
- Si sois muy fanáticos del sabor a speculoos, podéis quitar una cucharada de azúcar de la receta, y añadirle otra de crema de speculoos para untar. Puestos a pecar, pecamos bien... :P


Nada más por ahora.
Espero que os haya gustado mi aportación de este mes.
Disfrutad de la Semana Santa, y muchas gracias por seguir ahí.
¡Abrazos!
Fotos: Marc RT Studios

sábado, 27 de febrero de 2016

MAGDALENAS DE COCO Y PIÑA



Bueno, pues aquí estamos, disfrutando de nuevo del fin de semana... ¡Y lo que se ha hecho de rogar, el muy puñetero!
Muy a mi disgusto y a mi pesar, no he podido dejarme caer por aquí ni un sólo día para publicar esa segunda receta semanal que tanto me gusta compartir con vosotros, y mucho menos para pasarme por vuestros blogs y disfrutar con todas las cosas ricas que habéis estado cocinando en mi ausencia pues, tal y como os explicaba el sábado pasado, he estado trabajando en la Feria MWC por segundo año consecutivo. De estos días, aparte de quedarme con unas ojeras y unas agujetas de mil demonios, me quedo con lo mucho que he aprendido, con los buenos ratos con mis compañeros y, en definitiva, con la buenísima experiencia y la satisfacción del trabajo bien hecho. Porque para mi, llegar a casa a las tantas y agotada no tiene demasiada importancia si me voy a dormir con una sonrisa de oreja a oreja por haber hecho las cosas bien y haber rendido en mi día de trabajo. Así de tonta soy, y a día de hoy todavía no he vivido ninguna situación que me haga cambiar mi forma de ser y de ver la vida.
De todos los días que duró la feria, el último fue quizás el más complicado de todos: Metros, trenes y autobuses de huelga parcial y llenos de gente con equipaje que volvían a sus casas ese mismo día, un frío que te dejaba las orejas y la nariz como el Reno Rudolf en apenas 10 minutos de paseo, muchos menos visitantes y expositores que hicieron que hubiera mucho menos trabajo, y todo el cansancio acumulado de la semana, consiguieron que no parase de mirar el reloj cada 10 minutos y que me pasara el día desesperada por lo lento que pasaba el tiempo. Ya se sabe, mientras estamos entretenidos parece que el tiempo pasa más rápido y nos cunde mucho más que si no lo estamos, cosa que a mi personalmente termina por desesperarme, y no sólo por no hacer nada, si no por lo poco útil que te sientes...
En fin, como nada es eterno y no todo iba a ser negativo, mi hora de plegar terminó llegando y gracias a ese día he podido preparar y enseñaros la receta de hoy.
A última hora de la tarde, aunque no fuera mi trabajo y por dejar de sentirme un rato como una planta, me puse a ayudar a mis compañeros del restaurante de al lado a limpiar las neveras donde habían estado vendiendo las ensaladas, los sándwiches, los zumos y demás. Ya lo sabía de otras ocasiones, pero no por ello ha dejado de enrabietarme: Toda esa comida envasada, aunque no esté ni caducada ni mucho menos en mal estado (por favor, que los zumos caducaban en abril...), termina en la basura, y así evento tras evento, feria tras feria. Será por Bancos de Alimentos y Asociaciones Benéficas en Barcelona donde donarlos, ¿Verdad?. En fin, sin comentarios... Me dio tanta pena que incluso le pedí una ensalada de fruta a mi compañera para el viaje de vuelta a casa (1 hora larga de viaje da mucha hambre, os lo aseguro) y ella, ni corta ni perezosa, terminó dándome 3 y hasta varios yogures y también se preparó otra bolsa para ella. Vale, así no evitamos ni de lejos el gran despilfarro de comida y dinero de siempre, pero nos quitamos un poco esa espinita de haber cumplido las órdenes de los jefes y haber sido partícipes de ello.
Y con uno de esos envases de fruta cortada y uno de esos yogures que había en la bolsa, y un par de cosillas más que tenía por casa, preparé estas magdalenas para el desayuno del fin de semana.
Como ya sabréis, la mayoría de bizcochos y magdalenas que comemos en casa los hago yo, y mientras pueda, así seguirá siendo.  Además, a mediados de semana, algunos de mis compañeros bloggers se volvieron a dar cita un mes más con motivo del Reto Alfabeto Dulce al que, ni de lejos y con todo el dolor de mi corazón, llegué a participar, pero que me dejó un antojo de dulce tremendismo. Así que tirando no sólo de despensa, si no también de recetario del blog, y apostando por una combinación de sabores de esas tan clásicas pero que tanto gustan (ya sabéis, como la de plátano y chocolate, o chocolate y naranja, o...), salieron estas magdalenas tan ricas. Mucho más jugosas y esponjosas que las magdalenas de toda la vida gracias a la humedad que le aporta la piña natural, y con un sabor a coco muy intenso y delicioso, tenía previsto que duraran hasta el desayuno de mañana y justo ahora me estoy merendando la última con una buena taza de té caliente, con eso os lo digo todo. Una de las mejores magdalenas que he hecho en mucho tiempo, os lo aseguro.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unas 12-14 magdalenas):
- 2 huevos tamaño M
- 4 cucharadas soperas de azúcar blanquilla
- 2 cucharadas soperas de aceite de girasol
- 1 yogur de coco grande (150 gramos)
- 6 cucharadas soperas rasas de harina leudante (harina con levadura)
- 2 cucharadas soperas de coco rallado
- 100 gramos de tacos de piña limpios

- Antes de empezar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar, el aceite y el coco rallado hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces el yogur y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina leudante por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Colocamos los moldes de las magdalenas en la bandeja del horno y las rellenamos de masa hasta la mitad, más o menos.
- Aparte, limpiamos y cortamos la piña a dados pequeños y ponemos 3-4 dados encima de cada magdalena.
- Introducimos las magdalenas en el horno durante 25-30 minutos a 190ºC, o hasta que las veamos doradas.
- Las sacamos del horno, las dejamos enfriar y ya las podremos degustar.




Notas:
- Recordad: En el momento de hornear las magdalenas, el horno debe estar bien caliente para que cojan aire y suban mejor y nunca debemos abrir la puerta antes de los primeros 15 minutos.
- La piña le aporta jugosidad y dulzor a las magdalenas, por eso también permite reducir un poco la cantidad de azúcar. Si sois muy dulceros, os recomiendo añadirle una cucharada más.
- Con unos dados de melocotón, manzana, plátano, pera, etc., seguro que también quedan unas magdalenas de rechupete.


Nada más por ahora.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz fin de semana!

sábado, 20 de febrero de 2016

GALLETAS CLÁSICAS DE AVENA Y PASAS



Se avecinan unos días intensos en la ciudad condal...
Con motivo de la feria MWC, Barcelona está empezando a llenarse de expositores, congresistas, curiosos, turistas y demás, y la previsión para la semana que viene es que esté todo a reventar. Eso significa que toca volver a las carreras para coger asiento y no tener que pasarme una hora de viaje en tren de pie, ir en el metro como sardinas en lata "disfrutando" del aroma a humanidad, hacer cola para comprarme un bocadillo en el bareto de toda la vida, llegar a casa a las tantas...  En fin, trabajar, sobretodo trabajar mucho. Menos mal que tan solo van a ser 5 días, que tengo la grandísima suerte de ejercer un trabajo que me gusta y que de todo se aprende. Vaya, que aquí el que no se consuela es porque no quiere...
Y las despedidas,(lo sé, nada de dramas, que es muy poco tiempo), dejan mucho mejor sabor de boca si se hacen con algo dulce, ¿No?
Como ya os he comentado en más de una ocasión, en casa siempre hemos tenido la costumbre de preparar la mayoría de postres y dulces que comemos. Mi abuela le metió el gusanillo a mi madre y esta hizo lo mismo conmigo, tanto que ahora me niego a perder esta costumbre familiar tan rica y sana y intento predicar con el ejemplo todo lo que puedo: Gelatinasnatillasmagdalenas... y todo lo que se me ocurra para disfrutar de estos "placeres culpables" en casa, de una manera muchísimo más rica, sana y natural.
Y otra vez le ha vuelto a tocar el turno a las galletas. Hace relativamente poco tiempo que preparo galletas en casa y es algo que cada vez me tiene más enganchada. Y es que hornear tus propias galletas es una actividad tan relajante, tan reconfortante y tan gratificante que es imposible no dejarse llevar y experimentar con diferentes recetas, ingredientes, tipos, formatos, etc., una vez que has empezado. Y ese olor tan delicioso que se extiende por toda la casa mientras se hornean, y qué difícil es dejarlas enfriar por completo antes de zamparnos un par... Un auténtico placer.
Estas galletas de avena y pasas son de las más sencillas y ricas que he preparado hasta la fecha. Cada vez que las hago (y ya van 9 o 10, por lo menos) duran un suspiro y me sorprendo más de lo bien que quedan con apenas unos pocos ingredientes básicos y en un tiempo récord. Se trata, sin duda alguna, de una de esas recetas sencillas pero de resultado sublime que la hacen digna de incluir en cualquier recetario casero.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 10-12 galletas)
- 1 cucharada sopera de mantequilla 100%, a temperatura ambiente
- 2 cucharadas soperas de azúcar
- 2 cucharadas soperas de harina de trigo común
- 1 cucharada sopera de leche
- 3 cucharadas soperas de copos de avena
- Pasas picadas y canela en polvo, al gusto

- Para empezar, colocamos la mantequilla y el azúcar en un bol, y batimos hasta que se integre bien.
- Seguidamente, añadimos la harina, la leche, los copos de avena y la canela, e integramos todo bien hasta formar una pasta mucho más compacta y manipulable.
. Añadimos entonces las pasas secas y las integramos a la masa, que dejaremos reposar en la nevera media hora.
- Antes de continuar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- Con la ayuda de una cuchara de postre, vamos tomando porciones de la masa, le damos forma de galleta y las colocamos sobre una bandeja de horno forrada con papel vegetal, suficientemente separadas entre ellas.
- Una vez tengamos todas las galletas en la bandeja, las horneamos a 190ºC unos 15 minutos más o menos, o hasta que veamos que se han dorado.
- Sacamos las galletas del horno, las dejamos enfriar y...¡A comer!




Notas:
- Estas galletas se mantienen crujientes hasta 3-4 días, siempre y cuando las guardemos en un recipiente adecuado, libre de humedad y calor.
- Podemos substituir el azúcar por miel y la leche por alguna bebida vegetal sin ningún problema, quedarán igualmente unas galletas deliciosas.
- Con pasas, con chips de chocolate, con coco, con dátiles, con orejones... Podemos ir variando los añadidos para disfrutar de unas galletas caseras distintas y muy ricas cada vez que las preparemos. Imaginación al poder.


Nada más por ahora. Espero que os haya gustado la receta, y muchísimas gracias por seguir ahí.
¡Nos vemos en unos días! :)
Fotos: Marc RT Studios

miércoles, 10 de febrero de 2016

LA CENA DE "A TRES METROS SOBRE EL CIELO" PARA EL RETO #COCINADECINETS



Como quien no quiere la cosa, se nos ha ido otro mes de las manos y ya estamos metidos de lleno en febrero, ni más ni menos... Recuerdo que, cuando era pequeña e incluso siendo ya adolescente, y venía del parque, del cole o del instituto habiendo aprendido un montón de cosas y/o habiendo pasado un rato divertido, mi madre siempre me decía: "Ay, cariño, aprovecha al máximo esta etapa, diviértete, haz amigos y, sobretodo, aprende mucho porque, a medida que vayas cumpliendo años y sumando cifras, especialmente delante, te parecerá que el tiempo vuela...". ¿Por qué será que las madres tienen siempre razón? En este caso me hubiera gustado especialmente que no fuera así pero, investigando un poco con la ayuda del señor Google, he descubierto que incluso hay teorías científicas que intentan explicar este fenómeno. Cuando somos niños, nuestro cerebro está constantemente aprendiendo y descubriendo cosas nuevas, y eso nos crea la sensación de que el tiempo pasa más lento. Pero a medida que nos hacemos mayores nos da la impresión de que los días vuelan, y eso se debe a que nada de lo que vivimos o aprendemos es "nuevo". Casa-familia-estudios-trabajo, fin de semana, y vuelta a empezar... Nuestro cerebro necesita aprender constantemente, y la mayoría de veces, nuestra rutina no nos ayuda a "enseñarle". Así que, no nos queda otra: Si empezamos a sentir que el tiempo pasa muy deprisa, deberíamos revisar nuestro modo de vida. No necesitamos cambiar de trabajo, de amistades o de residencia, simplemente necesitamos APRENDER, y eso lo podemos hacer dónde, cuándo, cómo y con quién queramos.
En fin, vamos a lo que vamos, que siempre acabo yéndome por los cerros de Úbeda, para variar...
Cuando recibí la propuesta de este mes para el reto de La Cocina Typical Spanish, he de reconocer que no terminó de convencerme del todo. Se trataba de elegir nuestra película favorita y cocinar algo que apareciera en ella. Hasta aquí todo bien. Ahora, las condiciones que terminaban de definir la propuesta han sido, por decirlo de alguna manera, mi talón de Aquiles: Película romántica o de amor, receta pensada para enamorar a esa persona especial, y adaptada, en la medida de lo posible, a la cocina típica de nuestro país.
¿¡Película romántica!? Madre mía, madre mía... Soy bastante cinéfila, y mucho más desde que comparto mi vida con una persona que está metida en el mundillo. Disfruto pasando tardes enteras en casa o en el cine viendo una buena película con mi pareja o mis amig@s y charlando luego sobre los aspectos técnicos, el argumento, el trabajo de los actores, etc., Pero las películas de amor no son lo mío precisamente. Disfruto mil millones de veces más con las películas de terror, sobretodo las de terror psicológico, y con los thrillers. Me encanta pasar miedo y hacer pasar miedo, o pasarme la película entera con el suspense metido en el cuerpo(sí, lo sé, soy un poco masoca y me encanta). Por el contrario, no me despierta demasiado interés ver una película y acabar "ñoña" perdida porque una historia de amor (casi) imposible ha terminado en boda, o porque ambos protagonistas han perdido la vida por amor... No, no es lo mío, qué le vamos a hacer... Para gustos, colores.
Aún así, y muy a mi pesar, yo también he sido una adolescente y he tenido muchos, pero que muchos, pajaritos en la cabeza. Yo también he vivido esas "tardes de chicas" con mis amigas, en las que quedábamos básicamente para hacer algunos deberes, hablar sobre chicos y, de vez en cuando, ver alguna peli romántica, por supuesto. La edad del pavo no perdona a nadie.
Una de esas películas que vimos fue "A tres metros sobre el cielo", en su versión española y protagonizada por Mario Casas y María Valverde. En pocas palabras, se trata de un dramazo romántico-adolescente que narra la historia de Hugo, un chico rebelde, impulsivo y aficionado al peligro, y de Babi, la típica niña rica educada en la inocencia y bajo un montón de normas, es decir, dos jóvenes que pertenecen a mundos opuestos y que terminan viviendo lo que, en un principio, parecía una historia de amor imposible (topicazos van, topicazos vienen). 
Por aquel entonces, Federico Moccia se había convertido en el escritor de moda gracias a esta y a sus otras dos novelas de la saga ("Tengo ganas de ti" y "Perdona si te llamo amor"), y Mario Casas... Bueno, Mario Casas nos traía locas a todas, y no precisamente por sus dotes interpretativas (que las tiene, ojo, no pretendo juzgar su trabajo).
En fin, por A o por B, quise ver la película (¡Tenía 17 años, madre mía! Definitivamente, el tiempo vuela) y he de reconocer, muy a mi pesar, que la maldita me llegó a la "patata". Pensándolo bien, ¿Qué chica de 17 años no ha fantaseado alguna vez con una historia de amor similar? Pues eso...
En un momento determinado de la película, Hugo le prepara a Babi una cenita romántica en su casa para pedirle disculpas por un lío en el que ambos se ven metidos días atrás, pero el asunto no termina nada bien y Hugo se queda compuesto, a mesa puesta (y comida fría) y sin novia.
Investigando un poco y viendo la dificultad de las recetas (el chico no se estruja la sesera precisamente, pero el detalle es lo que cuenta al fin y al cabo, ¿No?), al final decidí preparar todos los platos que aparecían en la escena, pero adaptándolas un poco a nuestros gustos y contrastando los platos que aparecen en la película española que. obviamente, son ligeramente distintos a los del libro y la película italiana. Ni carpaccios caros y difíciles de encontrar, ni tampoco una simple carne a la plancha con unas fresas de postre. 
Al final, el resultado ha sido una cena muy del día a día, completa, sencilla y rica, sin más. A ver qué os parece.





Ingredientes (para 2 personas):

Ensalada mixta con aguacate y frutos secos:
- 1/2 lechuga iceberg
- 1/2 cebolla pequeña
- 1 zanahoria pequeña
- 1 tomate mediano
- 1 aguacate pequeño
- Un bote pequeño de olivas rellenas de anchoas
- Un puñado de cóctel de frutos secos

Para el aliño:
- 1 cucharada sopera de zumo de limón
- 1 cucharada sopera de salsa de soja
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave

- Limpiamos y troceamos a nuestro gusto la lechuga, la cebolla, la zanahoria y el tomate, y los ponemos en una ensaladera.
- Pelamos y cortamos en láminas el aguacate, y lo colocamos encima del resto de verduras. Añadimos también un puñado de frutos secos y unas olivas para completar la ensalada.
- Para el aliño, mezclamos en un bol una cucharada sopera de zumo de limón, otra de salsa de soja y otra de aceite.
- Llevamos a la mesa la ensalada y el aliño por separado, y aliñamos justo en el momento de servir.




Solomillos de pollo a la plancha con finas hierbas, miel y limón:
- 350 gramos de solomillos de pollo limpios (4 trozos)
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
- 1 cucharada sopera de zumo de limón
- 1 cucharada de postre de miel de flores
- 1 sobre individual de preparado de finas hierbas para pollo
- Ajo en polvo, perejil picado y sal, al gusto

- En un bol grande, mezclamos el zumo de limón con la miel, el aceite, las finas hierbas, el ajo en polvo y la sal.
- Seguidamente, introducimos los solomillos de pollo en el bol, los impregnamos bien de la mezcla.
- En una sartén a fuego medio, hacemos los solomillos a la plancha con todo el jugo del bol, unos 2-3 minutos por cada lado.
- Servimos calientes, espolvoreados con un poco de perejil picado.




Macedonia de frutas con crema:
- 1 plátano mediano
- 1 manzana reineta mediana
- 1 naranja mediana

Para la crema:
- 250 ml de leche
- 1/2 sobre de preparado de crema catalana (o natillas en su defecto)
- 2 cucharadas soperas de azúcar
- Canela, al gusto

- Para empezar, preparamos la crema tal y como os explicaba en esta entrada
- Una vez la crema se haya enfriado, pelamos y troceamos las frutas, y las repartimos en dos recipientes de postre.
- Cubrimos bien las frutas con la crema y servimos al momento, espolvoreado con un poco de canela.




Y con esto y un bizcocho, me despido por hoy.
Espero que os haya gustado mi aportación de este mes, ha sido todo un reto para mi pero al final he terminado disfrutándolo mucho.
Aprovecho el tirón para invitaros a que le echéis un ojo al resto de aportaciones de mis compis. Como siempre, son todas estupendas y os vendrá de maravilla tener ideas de este tipo si sois de celebrar San Valentín también en la mesa :)
¡Mil gracias por seguir ahí!