Bueno, pues aquí estamos, disfrutando de nuevo del fin de semana... ¡Y lo que se ha hecho de rogar, el muy puñetero!
Muy a mi disgusto y a mi pesar, no he podido dejarme caer por aquí ni un sólo día para publicar esa segunda receta semanal que tanto me gusta compartir con vosotros, y mucho menos para pasarme por vuestros blogs y disfrutar con todas las cosas ricas que habéis estado cocinando en mi ausencia pues, tal y como os explicaba el sábado pasado, he estado trabajando en la Feria MWC por segundo año consecutivo. De estos días, aparte de quedarme con unas ojeras y unas agujetas de mil demonios, me quedo con lo mucho que he aprendido, con los buenos ratos con mis compañeros y, en definitiva, con la buenísima experiencia y la satisfacción del trabajo bien hecho. Porque para mi, llegar a casa a las tantas y agotada no tiene demasiada importancia si me voy a dormir con una sonrisa de oreja a oreja por haber hecho las cosas bien y haber rendido en mi día de trabajo. Así de tonta soy, y a día de hoy todavía no he vivido ninguna situación que me haga cambiar mi forma de ser y de ver la vida.
De todos los días que duró la feria, el último fue quizás el más complicado de todos: Metros, trenes y autobuses de huelga parcial y llenos de gente con equipaje que volvían a sus casas ese mismo día, un frío que te dejaba las orejas y la nariz como el Reno Rudolf en apenas 10 minutos de paseo, muchos menos visitantes y expositores que hicieron que hubiera mucho menos trabajo, y todo el cansancio acumulado de la semana, consiguieron que no parase de mirar el reloj cada 10 minutos y que me pasara el día desesperada por lo lento que pasaba el tiempo. Ya se sabe, mientras estamos entretenidos parece que el tiempo pasa más rápido y nos cunde mucho más que si no lo estamos, cosa que a mi personalmente termina por desesperarme, y no sólo por no hacer nada, si no por lo poco útil que te sientes...
En fin, como nada es eterno y no todo iba a ser negativo, mi hora de plegar terminó llegando y gracias a ese día he podido preparar y enseñaros la receta de hoy.
A última hora de la tarde, aunque no fuera mi trabajo y por dejar de sentirme un rato como una planta, me puse a ayudar a mis compañeros del restaurante de al lado a limpiar las neveras donde habían estado vendiendo las ensaladas, los sándwiches, los zumos y demás. Ya lo sabía de otras ocasiones, pero no por ello ha dejado de enrabietarme: Toda esa comida envasada, aunque no esté ni caducada ni mucho menos en mal estado (por favor, que los zumos caducaban en abril...), termina en la basura, y así evento tras evento, feria tras feria. Será por Bancos de Alimentos y Asociaciones Benéficas en Barcelona donde donarlos, ¿Verdad?. En fin, sin comentarios... Me dio tanta pena que incluso le pedí una ensalada de fruta a mi compañera para el viaje de vuelta a casa (1 hora larga de viaje da mucha hambre, os lo aseguro) y ella, ni corta ni perezosa, terminó dándome 3 y hasta varios yogures y también se preparó otra bolsa para ella. Vale, así no evitamos ni de lejos el gran despilfarro de comida y dinero de siempre, pero nos quitamos un poco esa espinita de haber cumplido las órdenes de los jefes y haber sido partícipes de ello.
Y con uno de esos envases de fruta cortada y uno de esos yogures que había en la bolsa, y un par de cosillas más que tenía por casa, preparé estas magdalenas para el desayuno del fin de semana.
Como ya sabréis, la mayoría de bizcochos y magdalenas que comemos en casa los hago yo, y mientras pueda, así seguirá siendo. Además, a mediados de semana, algunos de mis compañeros bloggers se volvieron a dar cita un mes más con motivo del Reto Alfabeto Dulce al que, ni de lejos y con todo el dolor de mi corazón, llegué a participar, pero que me dejó un antojo de dulce tremendismo. Así que tirando no sólo de despensa, si no también de recetario del blog, y apostando por una combinación de sabores de esas tan clásicas pero que tanto gustan (ya sabéis, como la de plátano y chocolate, o chocolate y naranja, o...), salieron estas magdalenas tan ricas. Mucho más jugosas y esponjosas que las magdalenas de toda la vida gracias a la humedad que le aporta la piña natural, y con un sabor a coco muy intenso y delicioso, tenía previsto que duraran hasta el desayuno de mañana y justo ahora me estoy merendando la última con una buena taza de té caliente, con eso os lo digo todo. Una de las mejores magdalenas que he hecho en mucho tiempo, os lo aseguro.
Os dejo los ingredientes y la preparación:
De todos los días que duró la feria, el último fue quizás el más complicado de todos: Metros, trenes y autobuses de huelga parcial y llenos de gente con equipaje que volvían a sus casas ese mismo día, un frío que te dejaba las orejas y la nariz como el Reno Rudolf en apenas 10 minutos de paseo, muchos menos visitantes y expositores que hicieron que hubiera mucho menos trabajo, y todo el cansancio acumulado de la semana, consiguieron que no parase de mirar el reloj cada 10 minutos y que me pasara el día desesperada por lo lento que pasaba el tiempo. Ya se sabe, mientras estamos entretenidos parece que el tiempo pasa más rápido y nos cunde mucho más que si no lo estamos, cosa que a mi personalmente termina por desesperarme, y no sólo por no hacer nada, si no por lo poco útil que te sientes...
En fin, como nada es eterno y no todo iba a ser negativo, mi hora de plegar terminó llegando y gracias a ese día he podido preparar y enseñaros la receta de hoy.
A última hora de la tarde, aunque no fuera mi trabajo y por dejar de sentirme un rato como una planta, me puse a ayudar a mis compañeros del restaurante de al lado a limpiar las neveras donde habían estado vendiendo las ensaladas, los sándwiches, los zumos y demás. Ya lo sabía de otras ocasiones, pero no por ello ha dejado de enrabietarme: Toda esa comida envasada, aunque no esté ni caducada ni mucho menos en mal estado (por favor, que los zumos caducaban en abril...), termina en la basura, y así evento tras evento, feria tras feria. Será por Bancos de Alimentos y Asociaciones Benéficas en Barcelona donde donarlos, ¿Verdad?. En fin, sin comentarios... Me dio tanta pena que incluso le pedí una ensalada de fruta a mi compañera para el viaje de vuelta a casa (1 hora larga de viaje da mucha hambre, os lo aseguro) y ella, ni corta ni perezosa, terminó dándome 3 y hasta varios yogures y también se preparó otra bolsa para ella. Vale, así no evitamos ni de lejos el gran despilfarro de comida y dinero de siempre, pero nos quitamos un poco esa espinita de haber cumplido las órdenes de los jefes y haber sido partícipes de ello.
Y con uno de esos envases de fruta cortada y uno de esos yogures que había en la bolsa, y un par de cosillas más que tenía por casa, preparé estas magdalenas para el desayuno del fin de semana.
Como ya sabréis, la mayoría de bizcochos y magdalenas que comemos en casa los hago yo, y mientras pueda, así seguirá siendo. Además, a mediados de semana, algunos de mis compañeros bloggers se volvieron a dar cita un mes más con motivo del Reto Alfabeto Dulce al que, ni de lejos y con todo el dolor de mi corazón, llegué a participar, pero que me dejó un antojo de dulce tremendismo. Así que tirando no sólo de despensa, si no también de recetario del blog, y apostando por una combinación de sabores de esas tan clásicas pero que tanto gustan (ya sabéis, como la de plátano y chocolate, o chocolate y naranja, o...), salieron estas magdalenas tan ricas. Mucho más jugosas y esponjosas que las magdalenas de toda la vida gracias a la humedad que le aporta la piña natural, y con un sabor a coco muy intenso y delicioso, tenía previsto que duraran hasta el desayuno de mañana y justo ahora me estoy merendando la última con una buena taza de té caliente, con eso os lo digo todo. Una de las mejores magdalenas que he hecho en mucho tiempo, os lo aseguro.
Os dejo los ingredientes y la preparación:
Ingredientes (para unas 12-14 magdalenas):
- 2 huevos tamaño M
- 4 cucharadas soperas de azúcar blanquilla
- 2 cucharadas soperas de aceite de girasol
- 1 yogur de coco grande (150 gramos)
- 6 cucharadas soperas rasas de harina leudante (harina con levadura)
- 2 cucharadas soperas de coco rallado
- 100 gramos de tacos de piña limpios
- Antes de empezar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar, el aceite y el coco rallado hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces el yogur y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina leudante por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Colocamos los moldes de las magdalenas en la bandeja del horno y las rellenamos de masa hasta la mitad, más o menos.
- En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar, el aceite y el coco rallado hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces el yogur y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina leudante por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Colocamos los moldes de las magdalenas en la bandeja del horno y las rellenamos de masa hasta la mitad, más o menos.
- Aparte, limpiamos y cortamos la piña a dados pequeños y ponemos 3-4 dados encima de cada magdalena.
- Introducimos las magdalenas en el horno durante 25-30 minutos a 190ºC, o hasta que las veamos doradas.
- Las sacamos del horno, las dejamos enfriar y ya las podremos degustar.
Notas:
- Recordad: En el momento de hornear las magdalenas, el horno debe estar bien caliente para que cojan aire y suban mejor y nunca debemos abrir la puerta antes de los primeros 15 minutos.
- La piña le aporta jugosidad y dulzor a las magdalenas, por eso también permite reducir un poco la cantidad de azúcar. Si sois muy dulceros, os recomiendo añadirle una cucharada más.
- Con unos dados de melocotón, manzana, plátano, pera, etc., seguro que también quedan unas magdalenas de rechupete.
Nada más por ahora.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz fin de semana!
Fotos: Marc RT Studios