sábado, 27 de febrero de 2016

MAGDALENAS DE COCO Y PIÑA



Bueno, pues aquí estamos, disfrutando de nuevo del fin de semana... ¡Y lo que se ha hecho de rogar, el muy puñetero!
Muy a mi disgusto y a mi pesar, no he podido dejarme caer por aquí ni un sólo día para publicar esa segunda receta semanal que tanto me gusta compartir con vosotros, y mucho menos para pasarme por vuestros blogs y disfrutar con todas las cosas ricas que habéis estado cocinando en mi ausencia pues, tal y como os explicaba el sábado pasado, he estado trabajando en la Feria MWC por segundo año consecutivo. De estos días, aparte de quedarme con unas ojeras y unas agujetas de mil demonios, me quedo con lo mucho que he aprendido, con los buenos ratos con mis compañeros y, en definitiva, con la buenísima experiencia y la satisfacción del trabajo bien hecho. Porque para mi, llegar a casa a las tantas y agotada no tiene demasiada importancia si me voy a dormir con una sonrisa de oreja a oreja por haber hecho las cosas bien y haber rendido en mi día de trabajo. Así de tonta soy, y a día de hoy todavía no he vivido ninguna situación que me haga cambiar mi forma de ser y de ver la vida.
De todos los días que duró la feria, el último fue quizás el más complicado de todos: Metros, trenes y autobuses de huelga parcial y llenos de gente con equipaje que volvían a sus casas ese mismo día, un frío que te dejaba las orejas y la nariz como el Reno Rudolf en apenas 10 minutos de paseo, muchos menos visitantes y expositores que hicieron que hubiera mucho menos trabajo, y todo el cansancio acumulado de la semana, consiguieron que no parase de mirar el reloj cada 10 minutos y que me pasara el día desesperada por lo lento que pasaba el tiempo. Ya se sabe, mientras estamos entretenidos parece que el tiempo pasa más rápido y nos cunde mucho más que si no lo estamos, cosa que a mi personalmente termina por desesperarme, y no sólo por no hacer nada, si no por lo poco útil que te sientes...
En fin, como nada es eterno y no todo iba a ser negativo, mi hora de plegar terminó llegando y gracias a ese día he podido preparar y enseñaros la receta de hoy.
A última hora de la tarde, aunque no fuera mi trabajo y por dejar de sentirme un rato como una planta, me puse a ayudar a mis compañeros del restaurante de al lado a limpiar las neveras donde habían estado vendiendo las ensaladas, los sándwiches, los zumos y demás. Ya lo sabía de otras ocasiones, pero no por ello ha dejado de enrabietarme: Toda esa comida envasada, aunque no esté ni caducada ni mucho menos en mal estado (por favor, que los zumos caducaban en abril...), termina en la basura, y así evento tras evento, feria tras feria. Será por Bancos de Alimentos y Asociaciones Benéficas en Barcelona donde donarlos, ¿Verdad?. En fin, sin comentarios... Me dio tanta pena que incluso le pedí una ensalada de fruta a mi compañera para el viaje de vuelta a casa (1 hora larga de viaje da mucha hambre, os lo aseguro) y ella, ni corta ni perezosa, terminó dándome 3 y hasta varios yogures y también se preparó otra bolsa para ella. Vale, así no evitamos ni de lejos el gran despilfarro de comida y dinero de siempre, pero nos quitamos un poco esa espinita de haber cumplido las órdenes de los jefes y haber sido partícipes de ello.
Y con uno de esos envases de fruta cortada y uno de esos yogures que había en la bolsa, y un par de cosillas más que tenía por casa, preparé estas magdalenas para el desayuno del fin de semana.
Como ya sabréis, la mayoría de bizcochos y magdalenas que comemos en casa los hago yo, y mientras pueda, así seguirá siendo.  Además, a mediados de semana, algunos de mis compañeros bloggers se volvieron a dar cita un mes más con motivo del Reto Alfabeto Dulce al que, ni de lejos y con todo el dolor de mi corazón, llegué a participar, pero que me dejó un antojo de dulce tremendismo. Así que tirando no sólo de despensa, si no también de recetario del blog, y apostando por una combinación de sabores de esas tan clásicas pero que tanto gustan (ya sabéis, como la de plátano y chocolate, o chocolate y naranja, o...), salieron estas magdalenas tan ricas. Mucho más jugosas y esponjosas que las magdalenas de toda la vida gracias a la humedad que le aporta la piña natural, y con un sabor a coco muy intenso y delicioso, tenía previsto que duraran hasta el desayuno de mañana y justo ahora me estoy merendando la última con una buena taza de té caliente, con eso os lo digo todo. Una de las mejores magdalenas que he hecho en mucho tiempo, os lo aseguro.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unas 12-14 magdalenas):
- 2 huevos tamaño M
- 4 cucharadas soperas de azúcar blanquilla
- 2 cucharadas soperas de aceite de girasol
- 1 yogur de coco grande (150 gramos)
- 6 cucharadas soperas rasas de harina leudante (harina con levadura)
- 2 cucharadas soperas de coco rallado
- 100 gramos de tacos de piña limpios

- Antes de empezar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar, el aceite y el coco rallado hasta que la mezcla blanquee un poco. Añadimos entonces el yogur y seguimos batiendo.
- Seguidamente, añadimos la harina leudante por tandas y con un tamiz, y mezclamos bien.
- Colocamos los moldes de las magdalenas en la bandeja del horno y las rellenamos de masa hasta la mitad, más o menos.
- Aparte, limpiamos y cortamos la piña a dados pequeños y ponemos 3-4 dados encima de cada magdalena.
- Introducimos las magdalenas en el horno durante 25-30 minutos a 190ºC, o hasta que las veamos doradas.
- Las sacamos del horno, las dejamos enfriar y ya las podremos degustar.




Notas:
- Recordad: En el momento de hornear las magdalenas, el horno debe estar bien caliente para que cojan aire y suban mejor y nunca debemos abrir la puerta antes de los primeros 15 minutos.
- La piña le aporta jugosidad y dulzor a las magdalenas, por eso también permite reducir un poco la cantidad de azúcar. Si sois muy dulceros, os recomiendo añadirle una cucharada más.
- Con unos dados de melocotón, manzana, plátano, pera, etc., seguro que también quedan unas magdalenas de rechupete.


Nada más por ahora.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz fin de semana!

sábado, 20 de febrero de 2016

GALLETAS CLÁSICAS DE AVENA Y PASAS



Se avecinan unos días intensos en la ciudad condal...
Con motivo de la feria MWC, Barcelona está empezando a llenarse de expositores, congresistas, curiosos, turistas y demás, y la previsión para la semana que viene es que esté todo a reventar. Eso significa que toca volver a las carreras para coger asiento y no tener que pasarme una hora de viaje en tren de pie, ir en el metro como sardinas en lata "disfrutando" del aroma a humanidad, hacer cola para comprarme un bocadillo en el bareto de toda la vida, llegar a casa a las tantas...  En fin, trabajar, sobretodo trabajar mucho. Menos mal que tan solo van a ser 5 días, que tengo la grandísima suerte de ejercer un trabajo que me gusta y que de todo se aprende. Vaya, que aquí el que no se consuela es porque no quiere...
Y las despedidas,(lo sé, nada de dramas, que es muy poco tiempo), dejan mucho mejor sabor de boca si se hacen con algo dulce, ¿No?
Como ya os he comentado en más de una ocasión, en casa siempre hemos tenido la costumbre de preparar la mayoría de postres y dulces que comemos. Mi abuela le metió el gusanillo a mi madre y esta hizo lo mismo conmigo, tanto que ahora me niego a perder esta costumbre familiar tan rica y sana y intento predicar con el ejemplo todo lo que puedo: Gelatinasnatillasmagdalenas... y todo lo que se me ocurra para disfrutar de estos "placeres culpables" en casa, de una manera muchísimo más rica, sana y natural.
Y otra vez le ha vuelto a tocar el turno a las galletas. Hace relativamente poco tiempo que preparo galletas en casa y es algo que cada vez me tiene más enganchada. Y es que hornear tus propias galletas es una actividad tan relajante, tan reconfortante y tan gratificante que es imposible no dejarse llevar y experimentar con diferentes recetas, ingredientes, tipos, formatos, etc., una vez que has empezado. Y ese olor tan delicioso que se extiende por toda la casa mientras se hornean, y qué difícil es dejarlas enfriar por completo antes de zamparnos un par... Un auténtico placer.
Estas galletas de avena y pasas son de las más sencillas y ricas que he preparado hasta la fecha. Cada vez que las hago (y ya van 9 o 10, por lo menos) duran un suspiro y me sorprendo más de lo bien que quedan con apenas unos pocos ingredientes básicos y en un tiempo récord. Se trata, sin duda alguna, de una de esas recetas sencillas pero de resultado sublime que la hacen digna de incluir en cualquier recetario casero.
Sin más, os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 10-12 galletas)
- 1 cucharada sopera de mantequilla 100%, a temperatura ambiente
- 2 cucharadas soperas de azúcar
- 2 cucharadas soperas de harina de trigo común
- 1 cucharada sopera de leche
- 3 cucharadas soperas de copos de avena
- Pasas picadas y canela en polvo, al gusto

- Para empezar, colocamos la mantequilla y el azúcar en un bol, y batimos hasta que se integre bien.
- Seguidamente, añadimos la harina, la leche, los copos de avena y la canela, e integramos todo bien hasta formar una pasta mucho más compacta y manipulable.
. Añadimos entonces las pasas secas y las integramos a la masa, que dejaremos reposar en la nevera media hora.
- Antes de continuar, encendemos el horno y lo precalentamos a 190ºC, calor arriba y abajo.
- Con la ayuda de una cuchara de postre, vamos tomando porciones de la masa, le damos forma de galleta y las colocamos sobre una bandeja de horno forrada con papel vegetal, suficientemente separadas entre ellas.
- Una vez tengamos todas las galletas en la bandeja, las horneamos a 190ºC unos 15 minutos más o menos, o hasta que veamos que se han dorado.
- Sacamos las galletas del horno, las dejamos enfriar y...¡A comer!




Notas:
- Estas galletas se mantienen crujientes hasta 3-4 días, siempre y cuando las guardemos en un recipiente adecuado, libre de humedad y calor.
- Podemos substituir el azúcar por miel y la leche por alguna bebida vegetal sin ningún problema, quedarán igualmente unas galletas deliciosas.
- Con pasas, con chips de chocolate, con coco, con dátiles, con orejones... Podemos ir variando los añadidos para disfrutar de unas galletas caseras distintas y muy ricas cada vez que las preparemos. Imaginación al poder.


Nada más por ahora. Espero que os haya gustado la receta, y muchísimas gracias por seguir ahí.
¡Nos vemos en unos días! :)
Fotos: Marc RT Studios

lunes, 15 de febrero de 2016

MILHOJAS DE BERENJENA Y BOLOÑESA



Muchas veces, y sobretodo mientras cocino, no puedo evitar echar la vista atrás y preguntarme una y otra vez eso que todos los que amamos la cocina nos hemos preguntado alguna vez: Y a mi, ¿Por qué me gusta tanto cocinar? ¿Por qué la cocina, y no la pintura, el baile, la lectura...?
Muchos psicólogos afirman que muchas veces elegimos nuestros hobbies sin querer. Esto significa que, si una actividad logra alejarte de tus preocupaciones y del estrés y te relaja mucho más que otra, tu mente hará que te decantes por aquella que realmente le proporciona placer. Y eso resulta, amig@s míos, muy beneficioso para nosotros pues, en función de la actividad que realicemos, estaremos más sanos física y/o emocionalmente. Alucinante, ¿Verdad? La mente humana es maravillosa...
Pues sí, la cocina me recrea, me relaja, me ayuda a evadirme y a concentrarme y, en definitiva, me satisface muchísimo. Además, al haber crecido entre fogones (primero por obligación y enseguida por devoción), la cocina consigue trasladarme a esos momentos imborrables y tan felices de mi pasado alrededor de unos fogones o alrededor de una mesa, y eso hace que lo disfrute el doble.
Hace ya algún tiempo os explicaba que, cuando era pequeña y mi abuelo aún vivía, tenía un pequeño huerto a unos escasos tres kilómetros de casa al que siempre le sacaba el máximo provecho, pues no había estación en la que no plantara algo. Qué pimientos, qué tomates, qué berenjenas, qué lechugas... Eso sí que eran verduras de verdad. Jamás he vuelto a comer unas verduras con un sabor, un color y un aroma similar, ni de lejos, y que me disculpen el resto de payeses del mundo, pero es mi humilde y sincera opinión.
Por supuesto, cada fruta/verdura acabó teniendo un recopilatorio más o menos extenso de recetas donde era la protagonista y del que todavía echamos mano cuando nos faltan ideas.
Con las berenjenas, por ejemplo, mi abuela preparaba un pisto delicioso que lo mismo nos servía para preparar un plato de pasta que para comernoslo tal cual, acompañado de un huevo frito y mucho pan.
A mi abuelo, que en paz descanse, le encantaban las berenjenas cortadas bien finas, fritas y muy crujientes. ¿Habéis probado alguna vez el bocata de berenjenas fritas? Vale, ligero precisamente no es, pero es un auténtico manjar, aunque no lo parezca.
Mi madre, en cambio, siempre ha apostado por preparaciones más elaboradas y contundentes como los libritos de berenjenas, las berenjenas rebozadas y las clásicas berenjenas rellenas.
Y yo... Pues a mi me gusta investigar, coger ideas de aquí y de allá y de vez en cuando preparar platos con esa esencia tradicional, de toda la vida, pero adaptados a los tiempos que corren.
Hace mucho tiempo que vi estas milhojas de berenjenas en la sección de cocina de una revista local y tenía muchas ganas de prepararlas. Aunque la receta original era un poco más contundente, pues la berenjena iba frita y el relleno era a base de carne picada y bacon, la he adaptado un poco a nuestros gustos y he intentado reducir un poco la cantidad de grasa de la receta. Y, oye, no sé cómo sabrían las milhojas originales, pero os aseguro que estas están para relamerse, no son nada pesadas y, por si tenéis niños poco amantes de las verduras en casa, se pondrán las botas a berenjenas sin darse ni cuenta, os lo aseguro. Tenéis que probarlas.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para 2 personas):
- 1 berenjena grande (300 gramos aproximadamente, unas 18 rodajas)
- 200 gramos de tomate frito de calidad
- 1/2 cebolla
- 2 salchichas de cerdo frescas
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- 75 gramos de queso rallado especial para gratinar
- Sal, ajo en polvo, pimienta y perejil picado, al gusto

- Para empezar, cortamos la berenjena en rodajas no muy finas, las disponemos sobre un escurridor, añadimos bien de sal y las dejamos sudar unos 20 minutos. Pasado este tiempo, las lavamos para eliminar la sal.
- En una sartén a fuego medio-alto y con un poco de aceite de oliva, vamos haciendo las rodajas de berenjena hasta que estén tiernas y se hayan dorado un poco. Reservamos.
- Limpiamos y picamos la cebolla, y picamos también muy menudo la carne de las salchichas.
- En otra sartén a fuego medio con la otra cucharada de aceite, doramos la cebolla junto a la carne de salchichas, sin dejar de remover para que se desmenuce bien.
- Una vez lo tengamos listo, añadimos el tomate frito, el ajo y la pimienta, damos un par de vueltas y retiramos del fuego. Rectificamos de sal si fuese necesario.
- Antes de seguir, precalentamos el horno a 210ºC, en función gratinador.
- Ahora procederemos a montar las milhojas: En una bandeja de horno untada con un poco de aceite, colocamos una rodaja de berenjena como base, añadimos una cucharada hermosa de sofrito, otra rodaja de berenjena, otra cucharada de sofrito, otra rodaja de berenjena, y terminamos con el sofrito y una buena porción de queso rallado. Hacemos lo mismo hasta terminar con toda la berenjena y el sofrito.
- Gratinamos en el horno a 210ºC durante unos 10 minutos, o hasta que tenga el dorado deseado.
- Sacamos, dejamos templar unos minutos y servimos inmediatamente, espolvoreadas con un poco de perejil picado.




Notas:
- Si véis que las rodajas de berenjenas no os quedan muy tiernas al pasarlas por la plancha, podéis ayudaros añadiendo una cucharada de agua sobre las berenjenas mientras están en la sartén y dejando que se evapore.
- Para incluir todavía más cantidad de verdura en la receta, podéis optar por usar pisto en vez de tomate frito aunque, en este caso, si que os recomiendo que sea casero.
- Con carne picada, chorizo, restos de pollo, atún... Cualquier proteína que nos guste puede servir perfectamente como relleno de estas milhojas.


Nada más por ahora. Espero que os haya gustado.
¡Mil gracias por seguir ahí, y feliz inicio de semana!
Fotos: Marc RT Studios

miércoles, 10 de febrero de 2016

LA CENA DE "A TRES METROS SOBRE EL CIELO" PARA EL RETO #COCINADECINETS



Como quien no quiere la cosa, se nos ha ido otro mes de las manos y ya estamos metidos de lleno en febrero, ni más ni menos... Recuerdo que, cuando era pequeña e incluso siendo ya adolescente, y venía del parque, del cole o del instituto habiendo aprendido un montón de cosas y/o habiendo pasado un rato divertido, mi madre siempre me decía: "Ay, cariño, aprovecha al máximo esta etapa, diviértete, haz amigos y, sobretodo, aprende mucho porque, a medida que vayas cumpliendo años y sumando cifras, especialmente delante, te parecerá que el tiempo vuela...". ¿Por qué será que las madres tienen siempre razón? En este caso me hubiera gustado especialmente que no fuera así pero, investigando un poco con la ayuda del señor Google, he descubierto que incluso hay teorías científicas que intentan explicar este fenómeno. Cuando somos niños, nuestro cerebro está constantemente aprendiendo y descubriendo cosas nuevas, y eso nos crea la sensación de que el tiempo pasa más lento. Pero a medida que nos hacemos mayores nos da la impresión de que los días vuelan, y eso se debe a que nada de lo que vivimos o aprendemos es "nuevo". Casa-familia-estudios-trabajo, fin de semana, y vuelta a empezar... Nuestro cerebro necesita aprender constantemente, y la mayoría de veces, nuestra rutina no nos ayuda a "enseñarle". Así que, no nos queda otra: Si empezamos a sentir que el tiempo pasa muy deprisa, deberíamos revisar nuestro modo de vida. No necesitamos cambiar de trabajo, de amistades o de residencia, simplemente necesitamos APRENDER, y eso lo podemos hacer dónde, cuándo, cómo y con quién queramos.
En fin, vamos a lo que vamos, que siempre acabo yéndome por los cerros de Úbeda, para variar...
Cuando recibí la propuesta de este mes para el reto de La Cocina Typical Spanish, he de reconocer que no terminó de convencerme del todo. Se trataba de elegir nuestra película favorita y cocinar algo que apareciera en ella. Hasta aquí todo bien. Ahora, las condiciones que terminaban de definir la propuesta han sido, por decirlo de alguna manera, mi talón de Aquiles: Película romántica o de amor, receta pensada para enamorar a esa persona especial, y adaptada, en la medida de lo posible, a la cocina típica de nuestro país.
¿¡Película romántica!? Madre mía, madre mía... Soy bastante cinéfila, y mucho más desde que comparto mi vida con una persona que está metida en el mundillo. Disfruto pasando tardes enteras en casa o en el cine viendo una buena película con mi pareja o mis amig@s y charlando luego sobre los aspectos técnicos, el argumento, el trabajo de los actores, etc., Pero las películas de amor no son lo mío precisamente. Disfruto mil millones de veces más con las películas de terror, sobretodo las de terror psicológico, y con los thrillers. Me encanta pasar miedo y hacer pasar miedo, o pasarme la película entera con el suspense metido en el cuerpo(sí, lo sé, soy un poco masoca y me encanta). Por el contrario, no me despierta demasiado interés ver una película y acabar "ñoña" perdida porque una historia de amor (casi) imposible ha terminado en boda, o porque ambos protagonistas han perdido la vida por amor... No, no es lo mío, qué le vamos a hacer... Para gustos, colores.
Aún así, y muy a mi pesar, yo también he sido una adolescente y he tenido muchos, pero que muchos, pajaritos en la cabeza. Yo también he vivido esas "tardes de chicas" con mis amigas, en las que quedábamos básicamente para hacer algunos deberes, hablar sobre chicos y, de vez en cuando, ver alguna peli romántica, por supuesto. La edad del pavo no perdona a nadie.
Una de esas películas que vimos fue "A tres metros sobre el cielo", en su versión española y protagonizada por Mario Casas y María Valverde. En pocas palabras, se trata de un dramazo romántico-adolescente que narra la historia de Hugo, un chico rebelde, impulsivo y aficionado al peligro, y de Babi, la típica niña rica educada en la inocencia y bajo un montón de normas, es decir, dos jóvenes que pertenecen a mundos opuestos y que terminan viviendo lo que, en un principio, parecía una historia de amor imposible (topicazos van, topicazos vienen). 
Por aquel entonces, Federico Moccia se había convertido en el escritor de moda gracias a esta y a sus otras dos novelas de la saga ("Tengo ganas de ti" y "Perdona si te llamo amor"), y Mario Casas... Bueno, Mario Casas nos traía locas a todas, y no precisamente por sus dotes interpretativas (que las tiene, ojo, no pretendo juzgar su trabajo).
En fin, por A o por B, quise ver la película (¡Tenía 17 años, madre mía! Definitivamente, el tiempo vuela) y he de reconocer, muy a mi pesar, que la maldita me llegó a la "patata". Pensándolo bien, ¿Qué chica de 17 años no ha fantaseado alguna vez con una historia de amor similar? Pues eso...
En un momento determinado de la película, Hugo le prepara a Babi una cenita romántica en su casa para pedirle disculpas por un lío en el que ambos se ven metidos días atrás, pero el asunto no termina nada bien y Hugo se queda compuesto, a mesa puesta (y comida fría) y sin novia.
Investigando un poco y viendo la dificultad de las recetas (el chico no se estruja la sesera precisamente, pero el detalle es lo que cuenta al fin y al cabo, ¿No?), al final decidí preparar todos los platos que aparecían en la escena, pero adaptándolas un poco a nuestros gustos y contrastando los platos que aparecen en la película española que. obviamente, son ligeramente distintos a los del libro y la película italiana. Ni carpaccios caros y difíciles de encontrar, ni tampoco una simple carne a la plancha con unas fresas de postre. 
Al final, el resultado ha sido una cena muy del día a día, completa, sencilla y rica, sin más. A ver qué os parece.





Ingredientes (para 2 personas):

Ensalada mixta con aguacate y frutos secos:
- 1/2 lechuga iceberg
- 1/2 cebolla pequeña
- 1 zanahoria pequeña
- 1 tomate mediano
- 1 aguacate pequeño
- Un bote pequeño de olivas rellenas de anchoas
- Un puñado de cóctel de frutos secos

Para el aliño:
- 1 cucharada sopera de zumo de limón
- 1 cucharada sopera de salsa de soja
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave

- Limpiamos y troceamos a nuestro gusto la lechuga, la cebolla, la zanahoria y el tomate, y los ponemos en una ensaladera.
- Pelamos y cortamos en láminas el aguacate, y lo colocamos encima del resto de verduras. Añadimos también un puñado de frutos secos y unas olivas para completar la ensalada.
- Para el aliño, mezclamos en un bol una cucharada sopera de zumo de limón, otra de salsa de soja y otra de aceite.
- Llevamos a la mesa la ensalada y el aliño por separado, y aliñamos justo en el momento de servir.




Solomillos de pollo a la plancha con finas hierbas, miel y limón:
- 350 gramos de solomillos de pollo limpios (4 trozos)
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva suave
- 1 cucharada sopera de zumo de limón
- 1 cucharada de postre de miel de flores
- 1 sobre individual de preparado de finas hierbas para pollo
- Ajo en polvo, perejil picado y sal, al gusto

- En un bol grande, mezclamos el zumo de limón con la miel, el aceite, las finas hierbas, el ajo en polvo y la sal.
- Seguidamente, introducimos los solomillos de pollo en el bol, los impregnamos bien de la mezcla.
- En una sartén a fuego medio, hacemos los solomillos a la plancha con todo el jugo del bol, unos 2-3 minutos por cada lado.
- Servimos calientes, espolvoreados con un poco de perejil picado.




Macedonia de frutas con crema:
- 1 plátano mediano
- 1 manzana reineta mediana
- 1 naranja mediana

Para la crema:
- 250 ml de leche
- 1/2 sobre de preparado de crema catalana (o natillas en su defecto)
- 2 cucharadas soperas de azúcar
- Canela, al gusto

- Para empezar, preparamos la crema tal y como os explicaba en esta entrada
- Una vez la crema se haya enfriado, pelamos y troceamos las frutas, y las repartimos en dos recipientes de postre.
- Cubrimos bien las frutas con la crema y servimos al momento, espolvoreado con un poco de canela.




Y con esto y un bizcocho, me despido por hoy.
Espero que os haya gustado mi aportación de este mes, ha sido todo un reto para mi pero al final he terminado disfrutándolo mucho.
Aprovecho el tirón para invitaros a que le echéis un ojo al resto de aportaciones de mis compis. Como siempre, son todas estupendas y os vendrá de maravilla tener ideas de este tipo si sois de celebrar San Valentín también en la mesa :)
¡Mil gracias por seguir ahí!

jueves, 4 de febrero de 2016

BOLLOS RELLENOS DE MORCILLA Y QUESO



Que de los errores se aprende, está claro. Y que es de sabios rectificar, también.
Como os explicaba hace unos días (¿Ya ha pasado casi un mes? El tiempo vuela...), para la última propuesta del reto mensual de La Cocina Typical Spanish, para el cual se nos propuso cocinar una masa salada, cometí el error de leerme las condiciones muy muy muy por encima y, en un alarde de inspiración y con mucho mono "panarra", terminé preparando unos bollos rellenos. Mira que existen recetas de masas saladas típicas de nuestra gastronomía (cocas, empanadas, empanadillas, tartas...) y voy y preparo unos bollos, cuando la única condición que se nos exigía era que no fueran ni panes ni masas por el estilo... Lo dije y lo digo, olé yo.
En fin, después de levantarme a las 8 de la mañana, preparar y dejar levar la masa de pan, dividirla en bolas, rellenarlas de queso y morcilla y ponerme manos a la obra con las fotos y la redacción de la entrada, tuve que dejarla en la penumbra y volver a ponerme manos a la obra (o a la masa), volver a encender el horno, volver a sacar la cámara, volver a redactar... En fin, que el mes pasado tuve que trabajar por dos... Bueno, como dice mi madre, "sarna con gusto no pica" y no tengo excusa, fue culpa mía.
Juro ante las responsables del reto, todas las demás personas que dedicáis unos minutos de vuestro tiempo a leerme e incluso ante las mismísimas autoridades de blogspot (vale, se me va a pinza...) que, a partir de ahora, deberes hechos y newsletters bien leídas antes de entrar en faena, que bastante justitos me llegan los días como para apretarlos más todavía...
Y como comer hay que comer todos los días, pues terminamos dando muy buena cuenta de los bollos, pues, aunque eran la prueba definitiva de mi metedura de pata, quedaron riquísimos. Igual que los que le preparé a mi abuela hace un tiempo, la masa levó perfectamente y quedó un poco más húmeda y jugosa gracias a la grasita de la morcilla y al queso fundido.
Un par de bollos de estos y una ensalada completa fueron nuestro almuerzo de ese día, y la verdad es que comimos la mar de completo y rico.
Os dejo los ingredientes y la preparación:




Ingredientes (para unos 4-5 bollos):
- 120 gramos de harina de trigo integral
- 75 ml de agua 
- 1 gramo de sal
- 5 gramos de levadura fresca de panadería
- 1/2 morcilla de arroz
- Tacos de queso emmental

- Para empezar, ponemos la harina en un bol grande con la levadura desmenuzada y añadimos la sal y el agua. Mezclamos a mano unos 5 minutos hasta que la masa empiece a formarse.
- Pasamos la masa a una superfície de trabajo y la amasamos durante unos minutos, estirándola y levantándola para que coja aire, hasta que esté firme y manejable. 
- En forma de bola, colocamos la masa en un bol untado de aceite y la dejamos reposar una hora más o menos en un lugar cálido.
- Pasado el tiempo, volvemos a amasar para desgasificar la masa.
- Antes de continuar, precalentamos el horno a 210ºC, sin aire.
- Seguidamente, cortamos la masa en 4 porciones y le damos forma de pequeñas bolas.
- Ahora cogemos 2 bolitas, la aplastamos un poco y ponemos una porción generosa de morcilla dentro, arremetiendo los bordes para formar el bollito. Hacemos lo mismo con las otras dos bolitas y los tacos de queso emmental.
- Colocamos los bollitos en una bandeja de horno con suficiente espacio entre ellos, los dejamos reposar unos 5 minutos y los introducimos en el horno durante 20 minutos más o menos.
- Apagamos el horno, retiramos los bollitos y los dejamos enfriar completamente encima de una rejilla antes de consumir.




Notas: 
- La receta original propone pintar los bollitos con leche y sal antes de hornearlos para que queden más dorados. Yo no lo hice, pero el resultado fue bueno igual.
- Tuve que aumentar un poco la cantidad de agua que utilicé porque la harina integral absorbe más líquido que la convencional.
- No conviene rellenar los bollos en exceso, especialmente en el caso del queso, pues crecen bastante durante el horneado y es fácil que termine saliéndose.
- Si queréis que los bollos os queden todavía más jugosos, podéis usar morcilla de cebolla en vez de arroz.


Nada más por ahora.
Espero que os haya gustado la receta.
¡Feliz jueves!