me ha ido dejando leer los comentarios con cuentagotas y todavía sigue sin registrarme los +1. Sé que a algun@s de vosotr@s os han pasado antes cosas similares y que, según me comenta el personal del Servicio de Ayuda de Blogger, es algo momentáneo que están solucionando, pero yo me resisto a quedarme tranquila y paciente del todo. Quizás por ser la primera vez, o quizás por otras tantas cosas que me han hecho acumular más estrés últimamente, pero pienso seguir con la mosca detrás de la oreja hasta que esté solucionado del todo y pueda volver a leer, responder, comentar y compartir todo lo que se me antoje, como se me antoje y cuando se me antoje. Vaya, sólo faltaría eso, que empezara a fallarme aquello que más me ayuda a evadirme y desconectar... no, no y no.
Así que, con toda la la tozudez y cabezonería del mundo, hoy os traigo una de esas recetas a las que más cariño le tengo y que llevo queriendo publicar hace ya varios meses.
Cómo much@s ya sabréis, mi abuelo, que en paz descanse, era payés, y por eso tuve la gran suerte de crecer disfrutando de verduras "de verdad". Cuando digo "de verdad", me refiero a verduras y hortalizas totalmente ecológicas, criadas al sol, con mucho mimo y respetando sus tiempos; Tomates, pimientos, berenjenas, calabacines, lechugas y demás, que sabían y olían a lo que eran y no a lo que nos quieren vender ahora que son. Vaya, un auténtico lujo para la vista, el paladar y la salud.
Gracias a esto, en mi casa nunca necesitábamos comprar conservas de verduras, pues era mi abuela quien se encargaba de prepararlas usando los excedentes de verduras o aquellas que eran demasiado "feas" para la venta: tomate natural, tomate frito, pisto, etc. Raro era el año en el que la mujer no dejaba listos suficientes botes como para pasar todo el invierno. Ya sabéis, las abuelas y su manía de alimentar a regimientos enteros...
Usando únicamente uno de esos botes de tomate natural, judías cocidas, unas patatas (también del huerto, por supuesto) y cualquier otro ingrediente que se pudiera aprovechar (unos restos de carne a la plancha o de carne de cocido, por ejemplo), mi abuelo y mi abuela se turnaban para preparar este plato al que, hasta día de hoy, nunca le habíamos puesto nombre, pero que desde siempre nos ha gustado muchísimo a todos: Judías en tomate con patatas.
Como más me gustaba (y me gusta) a mi era con restos de carne del cocido, pero recuerdo disfrutar de lo lindo con ese "factor sorpresa", pues, como ya os he dicho, el ingrediente o ingredientes extra variaban en función de lo que tuvieran mis abuelos en la nevera y nunca sabía qué iba a ser ese día hasta que se servía en la mesa. Y ya me veíais a mi, tenedor y rebanada de pan en mano, sentada en mi sitio y esperando como si de un gran concierto se tratara... Preciosos recuerdos.
En fin, sin más preámbulos, os dejo con la receta básica de las judías con tomate y patatas de mi casa, un plato sencillo, barato, sano, completo y riquísimo que no os dejará indiferentes, os lo aseguro.
Si no, probadlo y me contáis ;)
Ingredientes (para 2 personas):
- 400 gramos de judías blancas cocidas (1 bote)
- 350 gramos de tomate triturado natural (1 bote aprox.)
- 1 cebolla mediana
- 2 patatas medianas (300 gramos aprox.)
- 2 cucharadas soperas de aceite de oliva suave
- 100 ml de vino blanco de cocina
- 1 pizca de azúcar
- Sal, ajo en polvo, pimienta negra y perejil picado, al gusto.
- Empezamos escurriendo y lavando bien las judías. Las colocamos en una fuente grande y reservamos.
- Aparte, ponemos a cocer las patatas enteras, las dejamos enfriar, las pelamos y las troceamos a dados no muy grandes. Reservamos.
- Limpiamos y picamos muy menuda la cebolla y la sofreímos en una sartén a fuego medio con el aceite.
- Cuando la cebolla empiece a transparentar, añadimos el tomate, la pizca de azúcar, la sal y las especias, y cocinamos todo hasta que haya reducido casi a la mitad.
- Cuando la salsa haya reducido, le añadimos el vino y dejamos y dejamos que también se evapore.
- Seguidamente, añadimos los dados de patata y las judías, removemos y cocinamos bien todo junto durante 3-4 minutos, y retiramos del fuego.
- Para terminar, rectificamos de sal si fuese necesario y servimos templado, espolvoreado con un poco más de perejil si se desea.
Notas:
- Para ahorrar tiempo, siempre podéis recurrir a una salsa de tomate o pisto estilo casero ya cocinada. El resultado es también muy rico, sobretodo si la salsa es de calidad.
- Las judías se pueden sustituir perfectamente por otra legumbre a elección. Con garbanzos, por ejemplo, también queda de maravilla.
- Podemos freír las patatas en vez de cocerlas y/o rematar este plato con un huevo frito, unas salchichas, unas tiras de panceta bien dorada, etc. De este modo resulta un plato todavía más sabroso y completo, pero bastante más calórico. Eso si, os recomiendo no prescindir nunca del pan, puesto que la salsa lo requiere.
- Estas judías están ricas tanto frías como calientes y, si no os excedéis con la salsa, resulta un plato ideal para llevar el el táper.
- Limpiamos y picamos muy menuda la cebolla y la sofreímos en una sartén a fuego medio con el aceite.
- Cuando la cebolla empiece a transparentar, añadimos el tomate, la pizca de azúcar, la sal y las especias, y cocinamos todo hasta que haya reducido casi a la mitad.
- Cuando la salsa haya reducido, le añadimos el vino y dejamos y dejamos que también se evapore.
- Seguidamente, añadimos los dados de patata y las judías, removemos y cocinamos bien todo junto durante 3-4 minutos, y retiramos del fuego.
- Para terminar, rectificamos de sal si fuese necesario y servimos templado, espolvoreado con un poco más de perejil si se desea.
Notas:
- Para ahorrar tiempo, siempre podéis recurrir a una salsa de tomate o pisto estilo casero ya cocinada. El resultado es también muy rico, sobretodo si la salsa es de calidad.
- Las judías se pueden sustituir perfectamente por otra legumbre a elección. Con garbanzos, por ejemplo, también queda de maravilla.
- Podemos freír las patatas en vez de cocerlas y/o rematar este plato con un huevo frito, unas salchichas, unas tiras de panceta bien dorada, etc. De este modo resulta un plato todavía más sabroso y completo, pero bastante más calórico. Eso si, os recomiendo no prescindir nunca del pan, puesto que la salsa lo requiere.
- Estas judías están ricas tanto frías como calientes y, si no os excedéis con la salsa, resulta un plato ideal para llevar el el táper.
Nada más por ahora, espero que os haya gustado y que la vuelta a la rutina no se os esté haciendo muy cuesta arriba. Aunque, bueno, a las puertas del fin de semana, todo se ve con más optimismo, ¿Verdad?
¡Mil gracias por seguir ahí!
Fotos: Marc RT Studios