Esto es lo que sentenciaba hace ya un tiempo Mikel López Iturriaga en su conocidísimo y alabadísimo blog de El Comidista, del que aprovecho para declararme lectora y seguidora incondicional. Por supuesto, yo no podría estar más de acuerdo con dicha afirmación. Si pudiéramos comer de los recuerdos, evocar esos olores y sabores de nuestra infancia cada vez que nos volviéramos a meter en la cocina a preparar el plato en cuestión y, sobretodo, cada vez que volviéramos a disfrutarlo, el placer de comerlo se multiplicaría por dos, por tres, o por tantas veces como poder de evocación tengamos. Y es que, llamadme melancólica en exceso si queréis, sigo en mis trece de que la cocina tiene un componente emocional (y social, por supuesto) enorme y disfruto muchísimo cuando me "reencuentro" con alguna comida que, pasados los años, consigue trasladarme a momentos felices de mi pasado. Qué sencillo y qué bonito era todo, cuando mi madre o mi abuela cocinaban y yo sólo tenía que preguntarles las cantidades para apuntarlas en mi libreta de recetas, poner la mesa y sentarme a disfrutar de los olores y sabores más deliciosos que jamás he probado.
A mediados de la semana pasada fui a hacerle una visita a mi abuela y me la encontré preparando lo que en casa llamamos "rebujo". El "rebujo" no es más que un sencillísimo plato de patatas fritas revueltas con huevo y chorizo o morcilla, acompañado de un pimiento frito, si ya queremos darnos el homenaje completo. ¿Por qué será que, la mayoría de veces, los platos más fáciles y básicos son los que más nos gustan? Tratándose de cocina, todo es muy amplio y relativo, todo depende de cada paladar y hablo a criterio personal, pero.. ¿Verdad que no soy la única a la que le pasa?
Pues bien, cuando volví a casa y tuve que preparar la comida, ya os podéis imaginar qué comimos ese día. Fue algo casi inevitable, el antojo que se me había creado era demasiado grande como para dejarlo pasar. Además, tenia patatas, tenía huevos, tenía morcilla y también tenía el tiempo justo para cocinar, así que se puede decir que fue algo que me estaba destinado :P
Mientras lo preparaba, me vinieron a la mente muchísimos recuerdos de mi infancia, de lo largas que se me hacían las clases los días que en casa tocaba rebujo para comer, o de como deseaba que mi yaya se lo preparara a mi tío para que le diera una fiambrera a rebosar a mi madre, o de como incluso, cuando accedí a ponerme a dieta para mejorar mi salud, el rebujo se convirtió en mi "plato-homenaje", un homenaje que me daba los domingos si mis avances habían sido muy positivos, cosa que me ayudó a seguir la dieta con muchas más ganas.
Cómo os comentaba al principio, el rebujo es un plato que no tiene ningún misterio: patatas, huevo, morcilla o chorizo, aceite y sal. Sencillo pero delicioso, de esas comidas clásicas que no faltan en ningún hogar y que nos han sacado de un apuro en más de una ocasión.
La gracia de este tipo de platos reside en jugar con los añadidos y prepararlo a nuestro gusto: Unas rodajas de berenjena bien crujientes, un pimiento frito, unas rodajas de pan frito, unos tacos de jamón, o de bacon... en fin, cualquier cosa que tengamos a mano y que nos guste será bienvenida.
Plato único, por supuesto, y esta vez no puedo decir que sea ligero, por razones obvias. Pero, oye, preparado con mucho mimo y con una buena materia prima, y disfrutado de vez en cuando, no os podéis imaginar lo bien que sienta. Como veis, también me lo llevé en el tupper a trabajar e incluso frío me lo comí la mar de a gusto.
Os dejo los ingredientes y la preparación:
Ingredientes (para 2 personas):
- 2 patatas hermosas
- 3 huevos tamaño L
- Media morcilla negra (100 gramos)
- Aceite de girasol para freír
- 2 cabezas de ajo
- Sal, al gusto
- Para empezar, pelamos y lavamos las patatas, y las cortamos en cuadrados no demasiado pequeños. Las salamos ligeramente y reservamos.
- Ponemos a calentar una sartén a fuego medio-alto con el aceite y, una vez esté caliente, freímos las patatas hasta que estén a nuestro gusto. Escurrimos de aceite y reservamos.
- En un bol aparte, batimos los huevos y los salamos. Añadimos las patatas y dejamos que hidraten unos minutos.
- Troceamos muy menudo la morcilla y el ajo y, en la misma sartén y con un par de cucharadas de aceite de la fritura, doramos los ajos y la morcilla un par de minutos.
- Añadimos a la sartén la mezcla de patata y huevo y la cuajamos, sin parar de remover para que el huevo no se queme y quede bien revuelto.
- Servimos inmediatamente.
Notas:
- Si queréis acompañar el revuelto con alguna verdura frita o pan frito, se deberán cocinar justo después de freír las patatas, en el mismo aceite ya caliente.
- El toque del pimentón le va de maravilla a este revuelto, así que si os gusta no dudéis en añadírselo, ya sea dulce o picante.
- Si cocináis las patatas en el horno y empleáis poco aceite a la hora de cuajar el revuelto, el valor calórico del plato desciende considerablemente.
Nada más por hoy, espero que os guste y que tengáis un magnífico inicio de semana.
Pedazo de receta mas rica te as marcado y tan buena .Bs guapa.
ResponderEliminarde toda la vida Doris, no conozco a nadie a quien no le gusten unas buenas patatas fritas :) Un beso.
EliminarNi un recuerdo quedara en el plato con esas papas! Que rico!
ResponderEliminarBs!
Gracias por tu visita Diana :)
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